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Hallie Grossman | ESPN.com 4y

Cómo la estrella de los Twins Nelson Cruz dio el regalo de la vida a su pueblo en República Dominicana

HACE DIEZ AÑOS, las codiciosas llamas comenzaron a atacar y atacar una casa hasta consumirla. Donde existía el hogar de una familia, sólo quedaba tierra arrasada. No sonaron las sirenas, porque no había un camión de bomberos en el pueblo de Las Matas de Santa Cruz, en la República Dominicana. No hubo una misión de rescate que salvara la vivienda, porque no contaban con lo necesario para emprender alguna labor de salvamento en este remoto confín del país.

Un hombre llamado Jaimito vivía en esa casa y Nelson Cruz (quien era en ese momento un incipiente pelotero de Grandes Ligas y que apenas acababa de jugar su temporada revelación de 2009), amigo de Jaimito, no podía entender cómo un incendio había podido desatarse sin ser combatido. Cruz era incapaz de conciliar la idea que un hombre lo había perdido todo, porque un pueblo no tenía nada.

Las Matas de Santa Cruz era un pueblo pequeño y lo sigue siendo; por ende, el límite donde termina el vecino y comienza el familiar ha sido difuso por largo tiempo. Cruz tenía "tías", "tíos", "abuelas" y "primos" por todo Las Matas y en ese estilo tan dominicano, Jaimito era su familia. El padre de Cruz, también llamado Nelson, era profesor de geografía e historia, que impartía clases a estudiantes de secundaria, y también había instruido a Jaimito. Mucho antes de producirse el incendio, cuando Jaimito era adolescente, partió de Las Matas con rumbo a la capital (a Santo Domingo) y volvió años después a su pueblo natal siendo una persona distinta, que confrontaba dificultades con su salud mental. Después de ello, Milagros, madre de Cruz, se aseguró de que tuviese ropa limpia para vestir, un lugar donde ducharse. Y cuando Cruz se fracturó el tobillo en 2001, tomó un avión proveniente de Estados Unidos y la Liga de Otoño de Arizona, fue Jaimito quien le hizo compañía. Cruz tomaba asiento en una silla dentro de la casa de sus padres, con su tobillo roto haciendo la lenta labor de curación y jugaba a atrapar la pelota con Jaimito. Si el español es la lengua oficial de los dominicanos, el béisbol es su idioma natal.

En aquel año en el cual la casa de Jaimito quedó consumida por las llamas, Cruz era miembro de los Texas Rangers y cuando llegó a Arizona a los entrenamientos primaverales, tenía la idea metida en la cabeza de que le gustaría ver un camión de bomberos en Las Matas. Empezó a buscar en Internet y quedó impactado por su precio: $250,000. Más de la mitad del salario que había ganado en la temporada 2010. Fue coronado como All-Star, pero Cruz aún no se había convertido en Nelson Cruz y el béisbol aún no lo había convertido en un hombre exorbitantemente acaudalado. Por ello, acudió a la organización de los Rangers, que le puso en contacto con el Departamento de Bomberos de Arlington y el trío hizo equipo con el objetivo de conseguirle a Cruz un vehículo de primera respuesta.

Cruz aportó $20,000 para dicha adquisición, los Rangers colaboraron con $9,300; y en 2012, Las Matas de Santa Cruz finalmente tenía su camión de bomberos.

Nelson Cruz creció en un sitio que no contaba con suministro de agua potable, ni asfalto en sus calles, y que se quedaba sin fluido eléctrico durante varias horas. Pero el niño que era en aquél entonces no era capaz de imaginarse al hombre en quien llegaría a convertirse, o lo que sería capaz de aportar a su pueblo natal. Cruz terminó emprendiendo una lucha de varios años para ayudar a Las Matas y mejorar la vida de sus vecinos; una misión que le ha hecho merecedor de consideración al premio Muhammad Ali al Humanitario de los Deportes en su edición 2020, reconocimiento que será presentado durante la gala de Los ESPYS en la noche de este domingo (9 p.m., hora del Este, por ESPN y ESPN Deportes en Estados Unidos).

Ese niño, el jovencito que era en aquél entonces, no soñaba con lujos tales como camiones de bomberos, porque no sabía que podría llegar a alcanzarlos.

"Era como intentar llegar a la luna, ¿sabes?"

El incendio acabó con un hogar, pero una nueva población surgió de sus cenizas.


NELSON CRUZ NO ha abandonado Las Matas de Santa Cruz.

Cumplirá 40 años en pocas semanas, pero sigue siendo capaz de alcanzar hazañas tales como ligar 41 jonrones en una sola temporada y obtener votos al Premio al Jugador Más Valioso; por ello, sigue pasando sus temporadas de béisbol en Estados Unidos, más recientemente en Minnesota. Sin embargo, Cruz regresa todos los inviernos a la República Dominicana y por primera vez en aproximadamente dos décadas, con la pandemia del coronavirus paralizando países (y al mundo del béisbol), congelando a las personas en sus lugares de permanencia, permanece en ese país durante el verano. Siempre vuelve a su hogar, para pernoctar en su finca, disfrutar de sus lagos y la compañía de sus padres, que siguen residiendo en la misma casa donde pasó sus años de adolescencia.

Esa casa ahora cuenta con un techo de concreto, en vez de metal. También tiene una mayor cantidad de habitaciones, todas con aire acondicionado. Cruz instaló paneles solares, para que sus padres no tengan que volver a preocuparse por un corte imprevisto de electricidad. En la década que ha transcurrido desde ese incendio que consumió la casa de Jaimito, Cruz se ha convertido en presencia habitual en el Juego de Estrellas (2013-15; 2017-18), fue líder jonronero de las Ligas Mayores en una temporada (2014), líder en carreras impulsadas de la Liga Americana en otra (2017) y se ha hecho millonario, con múltiples ceros en su cuenta bancaria (ganando al menos $14 millones en cada una de las cinco temporadas más recientes). Ha pasado esos 10 años amasando el capital social y económico para lograr cambios de paradigma en su población natal. En su pueblo. Es la razón por la cual, si bien Cruz nunca ha partido de un todo, el pelotero y Las Matas se encuentran muy lejos del lugar donde comenzaron su recorrido.

La primera vivienda donde residió fue una humilde casa de madera que contaba con una sola habitación, espacio que su madre dividía con una cortina. A un lado, se encontraba la cama de los padres. Del otro, una cama para Cruz y un segundo lecho, compartido por sus hermanas mayor y menor. Su madre le pagaba a una persona para que fuera al río a recolectar agua para el tanque de su casa. Esa era el agua con la que se bañaban, el agua para lavar platos, el agua para cocinar. Cruz vendía plátanos cosechados en la finca de su padre, o iba al parque a limpiar zapatos, o trabajaba en el taller mecánico de su tío, con el fin de ganar dinero extra. Su madre, al igual que su padre, era maestra y la suma del salario de dos docentes no alcanzaba para mucho.

Los Cruz ahora hablan sobre esas dificultades de una forma casi romántica. Sus luchas por obtener el sustento ahora son recuerdos brumosos y nostálgicos, de esa forma en la que se sienten las dificultades económicas, una vez que han quedado en el pasado, en un lugar distante. "Era una casa realmente sencilla", afirma Nelssy, su hermana mayor. "Pero éramos verdaderamente felices. Allí crecimos siendo realmente felices".

Sin embargo, la verdad clara e ineludible era que los Cruz tenían pocos medios económicos y vivían en un pueblo con aún menos. Sus vidas eran difíciles; por ello, Cruz ha pasado la mayor parte de un decenio tratando de desenredar la madeja de dificultades. Intenta facilitar las cosas.

Es esa la razón por la cual instaló paneles solares sobre el techo de su propia residencia y la vivienda de sus padres. Y ha remodelado varias secciones del hogar de su abuela, ubicado en el terreno ubicado justo detrás de su propia casa. Y ha donado un camión de bomberos a Las Matas; para no detenerse allí, en lo absoluto; ayudó a procurar una ambulancia, porque el pueblo tampoco contaba con una.

Si una persona sufría una lesión crítica, o una enfermedad de consideración, o corría riesgo de muerte en Las Matas de Santa Cruz, era el inicio de una carrera frenética en busca de una persona que contara con un automóvil. Era toda una lucha ver si alguien podía costear la gasolina. Después, comenzaba la carrera hasta Santiago y el hospital ubicado en dicha población, a 60 millas y una hora y media de distancia. Pero no contaban con una ambulancia... hasta que Cruz intervino.

Hoy en día, cuando Cruz está de vuelta en su pueblo natal, sus vecinos lo detienen en la calle, para recitarle en voz alta los nombres de sus seres queridos. Le ofrecen un recuento... de las vidas que la ambulancia donada por Cruz ha ayudado a prolongar.

Mi tía...

Mi tío...

Mi madre...

Mi padre...

Esa cuenta se extendió hasta incluir a la propia abuela de Cruz. Hace cuatro años, ella sufrió un accidente cerebrovascular y cayó. La ambulancia que su nieto había donado a Las Matas de Santa Cruz la llevó rápidamente al hospital de Santiago. No sobrevivió al trauma (falleció dos días después, dentro del hospital), pero al menos se le dio la oportunidad de sobrevivir. Su deceso le dio, según afirma Cruz, una liberación, el permiso de entender a plenitud lo que había hecho con el resto de sus vecinos, esas tías y esos tíos, esas madres y esos padres, a quien había ayudado a mantener con vida.

"Aportas la ambulancia y simplemente piensas que estás haciendo lo correcto. Pero nunca llegas a pensar: 'Muy bien, voy a salvar vidas haciendo esto'", expresa Cruz. "Por eso, una vez que eso sucedió, una vez que mi abuela la utilizó..."

Cruz queda en silencio.

"Wow".


SI ANALIZAMOS LA superficie de Las Matas de Santa Cruz en busca de huellas digitales, encontraremos las trazas del toque de Nelson Cruz en este rincón y en aquél, en cualquier lugar y en todas partes. Este rincón del noroccidente de la República Dominicana representa una mina de oro para la ciencia forense.

Desde el día cuando Cruz puso pie en Estados Unidos para jugar béisbol de Ligas Menores, desde el año 2000 o 2001, según recuerda el propio pelotero; éste volvía a República Dominicana luego de terminar cada temporada, portando guantes de bateo y pelotas de béisbol, zapatos viejos y ropa usada. Sus compañeros desechaban esos implementos, con rumbo a la basura; y Cruz los rescataba para llevarlos a Las Matas y entregarlos a los jóvenes peloteros de su terruño natal.

En sus años de juventud, Cruz y sus amigos fabricaban pelotas caseras con viejos calcetines. Llenaban una media con otra hasta asemejar la forma, más no la sensación, de una pelota de béisbol, y sus amigos gritaban cuando Cruz bateaba otro cuadrangular, haciendo que otra pelota casera se perdiera en la distancia. Cruz conoce bien el valor de las pelotas de béisbol de verdad, así sean de segunda mano. No importa si han sido golpeadas.

Cruz logró hacerse con el camión de bomberos y la ambulancia. Posteriormente, a medida que su influencia en el público creció en alcance y peso (ubicarse en la fila para ingresar al club de los 400 jonrones de por vida viene con el beneficio de un útil megáfono) siguió buscando más. Pasó de los Rangers a los Baltimore Orioles y de ahí a los Mariners y en Seattle, logró conseguir una cantidad de implementos donados por el cuerpo de bomberos local (¡Cascos! ¡Chaquetas! ¡Pantalones! ¡Por montones!) tan profusa que entregó una parte a los bomberos de su localidad y pudo ofrecer el resto a varias ciudades, incluyendo Santo Domingo. Encabezó los esfuerzos para construir una nueva estación de policía, adquiriendo el terreno, ayudando a costear los gastos de construcción con el fin de reemplazar la anterior edificación, una pequeña instalación de contra enchapado. En 2017, organizó una jornada de bienestar físico en la cual 1.200 residentes recibieron distintos cuidados médicos, desde mamografías hasta consultas de optometría, durante un periodo de cinco días. En el último año, 500 pacientes (entre ellos Jaimito) recibieron asistencia médica, con énfasis en la atención odontológica (69 implantes dentales, 10 operaciones de conducto radicular y 563 rellenos, de acuerdo con Joseph Hache, miembro de la junta directiva de Boomstick23, la fundación creada por Cruz) en una erupción de buenas acciones. Suficiente para motivar a la gente a deshacerse en un festín de elogios, algo vergonzoso de no ser por su sinceridad.

"Él es una de las mejores personas que he conocido en mi vida, este hombre", expresa Jean Segura, sin un ápice de ironía.

Segura, quien juega como campocorto de los Philadelphia Phillies y es también oriundo de la República Dominicana, ha viajado por todo el país, desde Santo Domingo hasta Las Matas, en los meses de enero de los tres últimos años. En dicho mes, Cruz sirve de anfitrión a amigos y compañeros del mundo de las Grandes Ligas, quienes se reúnen para ayudar a entrenar a jóvenes peloteros en los distintos elementos del béisbol, tales como apuntar los dedos hacia abajo a la hora de fildear un roletazo (Vladimir Guerrero, Robinson Canó y Starlin Castro, entre otros, han ofrecido sus servicios y experiencia en el béisbol en las mini clínicas organizadas por Cruz).

El béisbol es territorio sagrado en la República Dominicana. Cruz afirma que puede ir a la estación de gasolina, para llenar el tanque de su auto, y será abordado por distintas damas con edad suficiente para ser su abuela, que le aconsejarán con respecto al pitcheo que debió haber atacado en su partido más reciente de Serie Mundial. Segura creció inmerso en un nivel de pobreza tal que consideraba el convertirse en pelotero profesional como su mejor oportunidad de escapar de dicha pobreza, si no la única. El sueño del béisbol y los sueños que el béisbol puede ayudar a hacer realidad hacen de dicho deporte en este país menos un deporte y lo acercan hasta alcanzar la trascendencia digna de una religión.

Cuando Cruz congrega a chicos de la localidad para pasar un día entrenándolos en los fundamentos del béisbol, no lo hace sólo porque le agradan esos niños y ama este deporte. Él era un niño igual a ellos, ansiando ver qué cosas podía ayudarle a conseguir su amor por este deporte.

"Él creció de esta manera", expresa Segura, mientras explicaba por qué el deseo de Cruz de aportar a su gente era un pozo aún lejos de agotarse.

Cruz cavó ese pozo con la guía de su padre, según afirma Nelssy. Su padre tomaba en cuenta las necesidades de sus vecinos de Las Matas, tantas personas que requerían ayuda, y les ofrecía asistencia dentro de sus modestos medios. Cuando su madre le recordaba que su familia también tenía pocas cosas para dar, él se mantenía firme. Tenemos más que ellos, así que podemos ayudar.

Esa insistencia en ayudar a los demás es, por lo menos, una de las razones por las cuales Cruz sigue sintiendo el llamado a jugar béisbol hoy en día, incluso mientras se sigue acercando a los 40 años. En una nota al pie con ribetes poéticos, Juan Soto, todo ebullición e ímpetu juvenil, con la mitad de la edad de Cruz, cuenta con todos los elementos para convertirse en una de las próximas mega estrellas dominicanas, portadoras del estandarte de su pequeña isla en el mundo de las Grandes Ligas. A pesar de ello, Cruz aún no se siente agotado. (Es obvio que ayuda a su causa el hecho que... sigue contando con una calidad extrema e innegable en su oficio. El año pasado, los Twins se convirtieron en el primer equipo en sumar 300 cuadrangulares en una temporada, y Cruz fue el gran mariscal del desfile de largos batazos).

"Sé que mientras juegue por más tiempo", expresa, "puedo ayudar a una mayor cantidad de personas".


EN UNA NOTICIA que quizás no sorprenda a nadie, Cruz cuenta con un nivel similar a una estrella de rock en su pueblo natal.

(Casi de forma literal. Existe un par de monumentos en la entrada de Las Matas de Santa Cruz, según afirma Nelssy. El primero muestra una guitarra, en homenaje a Anthony Santos, famoso exponente de la bachata y nativo de esa ciudad. El otro monumento tiene forma de bate de béisbol, en tributo a Cruz).

Es imposible amar más a un deporte como los dominicanos aman al béisbol, jugarlo tan bien como lo ha hecho Cruz, y no terminar ubicado en lo más alto de un pedestal.

Sin embargo, Cruz no se encuentra libre de pecados. Hace siete años, cumplió una suspensión por 50 partidos tras haber violado la política de sustancias prohibidas del Béisbol de Grandes Ligas, debido a su conexión con el escándalo de consumo de fármacos para mejorar el desempeño físico que giró en torno a Biogenesis, la clínica anti-envejecimiento con sede en el Sur de la Florida.

Pero Cruz también es un hombre de su gente. Si Las Matas de Santa Cruz le pertenece a él, él le pertenece a su pueblo. Él no desea mudarse a sitios más grandes y mejores. Simplemente, desea hacer de éste un lugar mejor.

El más reciente de sus grandes planes es la construcción de un centro educativo en Las Matas. Luego de su firma con los Mets cuando cursaba undécimo grado, el padre de Cruz, como el riguroso docente que es, no daría su consentimiento a que Cruz jugara y entrenara en la academia deportiva de la organización en República Dominicana hasta que su hijo terminara sus estudios secundarios. Actualmente, Cruz desea iniciar la construcción de un centro que combinará estudios académicos y técnicos (construcción que estaría en marcha de no haberse producido la pandemia del coronavirus, según expresa el pelotero), para aquellas personas que no pudieron terminar sus estudios por algún motivo.

"Si yo viviera allí", expresa Segura, "lo viera como un rey".

Esta primavera, días antes de que el coronavirus obligara a detener la actividad de ciudades y países enteros, arrastrando al béisbol con ellas, Cruz viajó a Santo Domingo, acompañado por sus compañeros de los Twins. El pasado 7 de marzo, dos meses y medio antes del asesinato de George Floyd a cuatro millas de distancia del estadio de los Twins en Minneapolis, que desató un clamor mundial pidiendo justicia, Twins y Tigers escenificaron un partido de Béisbol de Grandes Ligas en República Dominicana por primera vez en 20 años. Erick Almonte, quien fuera compañero de Cruz en la pelota invernal y que actualmente funge como presidente del sindicato dominicano de peloteros, llegó temprano al Estadio Quisqueya Juan Marichal, aproximadamente a las 9 de la mañana. Cerca de las 11 de la mañana, Cruz y sus compañeros salieron a tomar práctica de bateo, y los fanáticos locales del béisbol descendieron en manadas para servir de testigos. Almonte estima que la práctica fue presenciada por una cifra cercana a 4.000 personas, que se fijaron con precisión de láser en los movimientos de Cruz (siendo una legión que, de acuerdo con Almonte, tiende a llegar tarde a los partidos de béisbol, aproximadamente en el segundo o tercer inning) y que innegablemente cayeron en la locura horas antes del primer lanzamiento, llegando al éxtasis con cada pelota que la estrella dominicana machacaba en dirección al cielo.

Allí se encontraba Cruz, en el ojo de esa tormenta, haciendo un sueño realidad. Una evidencia de cómo este deporte es capaz de ayudar a una persona a elevarse; una demostración de cómo el deporte puede ayudar a una persona a lograr lo inimaginable.

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