Sentada en una esquina de la mesa, en el último de los 14 lugares, se encuentra la hija del Diablo.
Se llama Kelly Swanson y maneja las relaciones públicas de Floyd Mayweather Junior.
Una castaña cincuentona a la cual le teme y respeta la prensa y cuya voz -mientras habla en un celular rojo como la más perversa representación gráfica de su padre Satanás-, inunda el Teatro K del MGM Grand de Las Vegas, donde minutos después se llevará al cabo la conferencia de Mayweather Junior y Manny Pacquiao, para la Pelea del Siglo.
Nadie interrumpe a Kelly cuando habla por teléfono y apunta en su libreta. Una mueca de alguno de sus súbditos, para indicarle algo, resulta más que suficiente para la doña, quien de inmediato da la orden a ejecutar.
Si alguien quiere sobrevivir en una cobertura como ésta, necesita su bendición. Todo pasa por ella, así que mejor, ni molestarla.
A pesar de eso, su inteligencia, logística y capacidad de operación, coordinan con perfección a mil 500 representantes de los medios de comunicación.
El MGM Grand cuenta con dos centros acondicionados para atender a toda la prensa. Tantas cámaras, luces, micrófonos, estaciones portátiles de radio e idiomas tienen su razón de ser para contar la mejor historia.
Cada empresa, en la medida de sus posibilidades, contrata al mejor equipo, incluyendo boxeadores.
En los pasillos de la sala de prensa desfilan boxeadores y ex pugilistas: Evander Holyfield, Paul Malignaggi, Jesse Vargas, Julio César Chávez, Juan Manuel Márquez, Jorge "Travieso" Arce y la lista no termina.
Vienen las grandes cadenas -como la nuestra- y las más pequeñas y modestas. Hay periodistas con asistentes, y los hay quienes cargan cámara, micrófono, computadora y venden su trabajo de manera multimedia para radio, periódico, sitios web y televisión.
Los hay con acreditación y los hay sin ella, a la espera de encontrar alguna oportunidad de entrevistar a alguien.
Aquí conviven la prensa imperial y la obrera, pero a pesar de las diferencias, nadie se escapa ni se mete con la Hija del Diablo.