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Relaciones peligrosas...

Por experiencia, el futbol y el gobierno deben permanecer lo más lejos posible en México., Mazatlán parece ser una invitación a repetir lo que sucedió hace algún tiempo en Chiapas, donde todo comenzó muy bien, mejor de lo que se esperaba, y todo terminó muy mal, tal y como se esperaba. Los dineros del erario público no son para el futbol. Las razones políticas, tampoco. El futbol es un negocio espectáculo que puede mantenerse solo. En Mazatlán, el futbol mexicano vuelve a una faceta particular y hasta tradicional de sus "relaciones peligrosas"...


SAN DIEGO -- Por intereses económicos --no por otra cosa-- el futbol mexicano ha vuelto a una relación extremadamente peligrosa: Futbol y gobierno.

"No estamos en tiempos adecuados para ello", me dice Pablo Salazar Mendiguchia, ex gobernador del Estado de Chiapas y el hombre que en su momento fue "el culpable" de llevar el futbol a su entidad vía aquel equipo de Jaguares que tuvo cierta notoriedad y colorido.

TV Azteca hará oficial, en cualquier momento, la mudanza del equipo Monarcas, de Morelia hacia Mazatlán, donde estrenarán un moderno estadio cuyo costo ronda los 500 millones de pesos. El gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, ha confirmado, personalmente, que la ciudad porteña tendrá futbol de primera división una vez que se reanude la actividad en México. Lo que no queda claro es cuál será el papel de los operadores del futbol y cuál el sitio de los gobernantes. Es decir, el gobierno de Sinaloa renta un club, pero será operado por un grupo privado. ¿Qué ventajas obtendrá ese grupo en la entidad? ¿Qué tan lejos estará el club del dinero del erario público? ¿Qué fin político se podría esconder detrás del futbol?

El ejemplo del Jaguares en Chiapas fue muy claro. Comenzó muy bien, porque el gobierno del estado pudo atraer empresarios locales, generar un ambiente festivo y de unión alrededor del club en uno de los estados más diversos y pobres del país, pero al término del mandato de Salazar Mendiguchia, aparecieron otros intereses políticos, algún tipo de venganza y el futbol termino desvaneciéndose de la misma forma en la que había llegado.

A Enrique Bonilla, el presidente de la Liga MX, lo he visto muy entusiasmado con el proyecto en Mazatlán. Está bien, después de todo, se trata de un gobierno que ha invertido una cantidad poderosa en la construcción de un estadio, pero, aparentemente, había quedado claro que las relaciones entre futbol y gobierno eran relaciones peligrosas, que era siempre más recomendable mantener a distancia, con mucho respeto, y con una gran trasparencia.

Los dirigentes aseguran que hay pocos empresarios y empresas dispuestas arriesgar su dinero en el futbol. Y esa podría ser una verdad a medias. Lo que realmente escasea son inversionistas que estén dispuestos a arriesgar su reputación y su patrimonio en un negocio de reglas poco claras y donde no se les permite participar con todas los derechos y ventajas. Llegan, prácticamente, amordazados y vendados para competir en un horizonte poco propicio para triunfar.

Entiendo la necesidad que tiene muchas poblaciones en el país de eventos para distraerse. El futbol tiene una parte social fundamental en el país. No deja de ser, sin embargo, un negocio espectáculo que debe estar en manos de la iniciativa privada. Los gobiernos, en una nación con tanta necesidad como la nuestra, están para otras cosas, como, por ejemplo, construir hospitales --que hoy más que nunca se requieren--, escuelas, caminos y seguridad.

@Faitelson_ESPN