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¡Vaya homenaje de Carlos Vela al #ÓdiameMás!

LOS ÁNGELES -- ¡Qué escena más poderosa en el sepelio del América! ¡Sí, esa, la del desplante de Carlos Vela! Y no, no fueron sus dos alcayatas calcinantes en el ataúd del #OdiameMás. No, no… Fue ese instante inmortalizado en video, ese ritual del odio, esa recreación suprema, ese rostro contraído, esa fusión de furia y júbilo, ese grito de: “¡Tomen, hijos de p…!”.

Lo inmortalizó Carlos Vela, allá , solo, aislado, en la esquina, con una bayoneta ardiente en cada cuenca de su mirada. Una lectura nítida en esa mímica: “¡Tomen, hijos de p…!”. Hubo tanto antes, había tanto detrás, de esa poderosa gesticulación.

Y habría tanto después de ese despiadado gesto de rabia, de fascinación, de burla incluso. Habría tanto después que América fue deshonrado en 45 minutos, por diez hombres, con tres goles, y bajo el epílogo de ese silencioso estruendo de un alarido universal en las redes sociales: #FueraPiojo #Fuera Baños.

LAFC 3-1 América. Vela y sus huestes ante Tigres, en la Final de la Concachampions. El botín, un boleto a la Copa Mundial de Clubes.

Carlos Vela aniquiló al América. Tuvo infiltrados en El Nido. Sebastián Cáceres había dado alas en el marcador con el 0-1 (11’) americanista. Pero el uruguayo sacó el ADN de Judas. ¿Traición o estulticia? ¿O ambas? Sin potencia, sin dirección, sin decisión, quiere abrir el balón a su derecha.

Un sospechosísimo obsequio al delantero del LAFC. Vela enfila y fusila a Guillermo Ochoa, y en la línea de gol, el mismo Cáceres, se encarga (¿Traición o estulticia? ¿O ambas?), de ratificar su obra.

Y vino esa epifanía mixta de Vela. Esa mirada de reojo, de verdugo. Ese rostro complacido y complaciente del justiciero. Y ese grito de desprecio: “¡Tomen, hijos de p…!”. Hubo más vigor y frenesí en ese bramido, que en el mismo grito de gol. A veces, la venganza requiere de más encono que la gloria. Al final, apareció una sonrisa leve, de esas suyas, socarronas, de esas que llevaron al bautizo de ‘La Hiena’.

Porque el aullido procaz, pero casi heroico de Vela, tenía sangre acumulada. Antes, el LAFC había sido asaltado. El árbitro costarricense Juan Gabriel Calderón, se había tragado un penalti, tras clara falta de Richard Sánchez sobre Eduard Atuesta, quien se queda tendido en el césped. Discute con Ochoa, quien teatraliza una supuesta agresión. Atuesta se va expulsado. En minutos, el equipo angelino es doblemente destazado.

Habría más combustible, con la cancha a punto de ignición. Rumbo al descanso, hay jaloneos. Torpemente, el técnico americanista Miguel Herrera agrega un cerillazo al escenario listo para la combustión. Se da de manotazos con Ante Razov, auxiliar de Bob Bradley, cuando ya los jugadores habían calmado sus ánimos. Tras su piojosa reacción, el ‘Piojo’ sería expulsado. Se apoltrona en la tercera fila del estadio, detrás de su banca, para el segundo tiempo.

Y llegaría el 1-1, apenas regresando del receso, entre el dislate de Cáceres y el implacable Vela, cuya mirada y expresión, parecen ir ahí, a esa zona donde Miguel Herrera se desploma como víctima de un vahído de comadrona, incrédulo por el error o complot del uruguayo. Y desde ahí, segundos después, vería de nuevo a su atolondrada defensa hacerse añicos, con otra incursión de Vela, entre los pasmados zagueros, fusilando a Ochoa. 2-1. Y nuevo síncope de el ‘Piojo’.

En ese 2-1 hubo recato de Carlos Vela en el festejo. Casi guardó un irrespetuoso minuto de silencio. Festejar tan pobremente era su forma de pobretear a su víctima. Venganza con desdén, es doble venganza.

Así, ‘La Hiena’ estaba enviando al América a la misma fosa común donde había enviado ya al León y a Cruz Azul en esta Concachampions. Ahí mismo, a donde pretende enviar el martes a los Tigres de Tuca Ferretti. Los regios son la última garita antes del Mundial de Clubes.

Después de esos 90 segundos de advenimiento de Carlos Vela, el América estaba muerto. Las Águilas tenían ese tufo inconfundible a fiambre. La fetidez a carroña del #ÓdiameMás. El Nido había sido mancillado por Chivas en la Liguilla, y ahora era mancillado por un jugador ex chiva en la burbuja de Orlando. En el Salón Oval de Televisa hay alucinaciones bicromáticas. Su muerte no es blanco y negro, sino en blanco y rojo.

Y esa sensación de desahucio no era sólo por el marcador. Era todo lo que rodeaba e implicaba el marcador. Porque además, Carlos Vela empezó a sentirse más cómodo en el partido. Empezó a tirar alpiste en la cancha para sus águilas domesticadas. Tenía el control absoluto del partido.

Miguel Herrera había sido desalojado de la tribuna reservada para los suplentes y, recluido en la parte superior. Las cámaras seguían sus amagos de desmayos. Y sus berrinches. Y sus patatuses. Él sabía que sus polluelos estaban perdidos. Sólo Sebastián Córdova seguía poniendo intención, y Jorge Sánchez, dentro de su precario talento, se esforzaba. Luis Reyes se iba expulsado al 79’, en otra de las pésimas decisiones del cuerpo arbitral tico.

Mientras el equipo se desplomaba, en las redes sociales hacía erupción el ya coloquial desahogo de #Fuera Piojo, que esta vez tenía consorte: #FueraBaños, por Santiago, el presidente deportivo. Miguel Herrera cierra el partido ya con cinco cambios desesperados, enviando a sus cartuchos quemados, como Roger Martínez, Andrés Ibargüen y Sergio Díaz, además de los asustadísimos Santiago Naveda y Alonso Escoboza.

¿El futuro de Miguel Herrera? La noche del sábado fue subido a la pira implacable de sus estadísticas. Es el técnico más perdedor en la historia del América, con un total de 62 derrotas, luego de haber tenido su jornada festiva como el más ganador en la historia de El Nido. “Espero algún día ser leyenda en el América”, dijo esa vez. Hoy, ya lo es, en el apéndice de las leyendas negras de Coapa.

El ‘Piojo’ tiene contrato hasta junio de 2024, aunque hay versiones que aseguran que en el acuerdo no habría finiquito en caso de rescisión. Así de confiado estaba Herrera de su futuro en El Nido. Sin embargo, ha llegado a un balance temerario: sólo ha ganado cuatro títulos de 22 posibles.

“Si no se abordan y corrigen con honradez los errores del pasado, los espíritus oscuros brotan de las heridas abiertas…”, escribe Guillermo del Toro en Los Seres Huecos. Hoy, Miguel Herrera confronta muchos de esos espectros chocarreros, entre llagas que aún supuran.