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Gran reto de Cruz Azul ante Pumas: exorcizar todos sus demonios

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La lección que dejó el último encuentro ante Pumas para Luis Romo (1:51)

El futbolista de Cruz Azul habló de la histórica voltereta que los universitarios propinaron a La Máquina en las semifinales del Guard1anes 2020. (1:51)

LOS ÁNGELES -- A veces, el futuro ocurre en el pasado. A veces, el hoy y el mañana son esclavos del ayer. Éste es uno de esos casos. El Pumas contra Cruz Azul de este domingo 7 de enero de 2021, aún se juega el 6 de diciembre de 2020.

Ese día, en ese entonces, Cruz Azul no sólo sucumbió ante Pumas, sino ante esa sentencia brutal y genética del fracaso con el nombre rimbombante que aguardan todos sus desastres. Fue, ése, el día de la #Megacruzazuleada.

Pumas, a su vez, dio el último reparo de una cabalgata tan sorprendente como agradable, y se metió a la Final del accidentado Guard1anes 2020. Sin embargo, este Guard1anes 2021, todos los accidentes le ocurren a él, a este Pumas desmantelado. Apenas suma dos victorias y la más reciente de ellas, cortesía de la estulticia, la ceguera o el contubernio arbitral.

¡Qué magnífica revancha concede el futbol a estos dos equipos que jugando este domingo, tres meses después de su último citatorio, ponen en el coliseo su futuro! Pero especialmente Cruz Azul.

Zarandeada por Santos y Puebla, en las dos primeras fechas de este Guard1anes 2021, La Máquina suma siete victorias consecutivas. Y juega bien al futbol. Y juega bien con las armas que le oponen. Y juega mejor ensayando variantes aún al borde del precipicio de los 90 minutos.

Su afición se muestra reacia. Han sido 23 años de despiadadas promesas. Han sido 23 años de dramatizar a La Cenicienta, tan celeste como su vestido de gala, que a la medianoche de su destino, abandona el palacio real con dantescas #Cruzazuleadas. Y la mayor de todas ocurrió hace tres meses.

Tras los dos tropiezos de inicio, esos ante Santos y Puebla, su afición se había refugiado en las catacumbas más remotas del oprobio y la deshonra. Veían desconsoladas ese 2020 como un fascinante espejismo, que, lamentablemente, se había esfumado donde siempre, donde tantas veces había pasado, al pie de la escalinata de la gloria.

Por eso, Cruz Azul necesita ganar este domingo ante Pumas. De nada servirán las siete victorias al hilo. De nada servirán las gratas demostraciones de futbol. De nada servirá haberse levantado de los escándalos de sus directivos y del Cabecita Rodríguez. De nada servirá el esfuerzo generoso de Luis Romo, del Piojo Alvarado, de Orbelín Pineda, de Rafael Baca, de Santiago Giménez, de José de Jesús Corona, del mismo Cabecita Rodríguez, y de tantos otros.

Vencer y convencer ante Pumas. Ese es el ritual de sanación absoluta para La Máquina. Vencer y convencer ante Pumas. Entonces, y sólo entonces, las catacumbas cementeras podrán quedar vacías, y la afición, con ese magnífico derecho que tiene a emocionarse, a ilusionarse, a creer nuevamente, podrá zurcir las banderas hechas jirones, desempolvar sus galas, besar el escudo.

Aun a pesar del pesimismo cínico de Nietzsche (“tener fe significa no querer saber la verdad”), la afición de Cruz Azul tiene el derecho a saber la verdad y a mantener la fe, o renunciar a ella. Pumas será el momento de la genuina epifanía celeste.

Tiene Cruz Azul esa desafiante, agresiva, implacable oportunidad de exorcizar todos sus demonios. Esos, los de la duda, los del descreimiento, los del desencanto, los del entrampamiento, los que ya llegaron a la edad adulta de los 23 años. Esos anticristos pujantes de las #Cruzazuleadas.

Y si la oportunidad es grandiosa para Cruz Azul, lo es aún más para el entrenador Juan Reynoso. Hoy, el jugador cruzazulino deja en claro que cree más en él que en sus anteriores técnicos.

Hoy, en La Noria, queda claro, el evangelio del peruano es más poderoso que el de Robert Siboldi, Pedro Caixinha, y, por supuesto, que el de Paco Jémez.

Por el contrario, hay una enorme solidaridad en la cancha. Hay un intenso e inteligente apoyo al compañero. Ningún cruzazulino muere solo en la cancha. Los jugadores reclaman el balón en lugar de esconderse de él.

Porque los jugadores lo confirman en la cancha. No hay pelota perdida. No hay renuncia a la pelea. No hay deserción ni abandono. Reynoso ha alcanzado el estatus de líder: es un eficiente negociador de esperanza y de fe.

El futbolista ha recuperado su autoestima, algo que parecía imposible después de ese 6 de diciembre. Aún recuerdo el veredicto descarnado en redes sociales: “despidan a todos esos muertos”.

¿Puede imaginarse el vestidor celeste este domingo por la noche antes de la arenga final? ¿Puede imaginarse la ansiedad de los jugadores por escuchar el discurso de afirmación de su capacidad para sanearse psicológicamente de los atavismos del 6 de diciembre? ¿Puede recrear la oportunidad para Reynoso de convertirse en el profeta de lo improbable o de lo imposible?

Una cámara furtiva, un celular de polizón. Invadir esa intimidad de ese momento en el vestidor cruzazulino, debe ser totalmente válido y tolerable. Sea cual sea el desenlace.

Por eso, insisto, de nada sirve que Cruz Azul seduzca, cautive, incite, si este domingo, precisamente en el estadio del supremo aquelarre, ése el de la #Megacruzazuleada, no alcanza la sanación absoluta y el exorcismo de todos sus diantres, ganando y gustando ante Pumas.

La afición celeste estará expectante. La afición genuina, no la que vive emboscada en las dudas o el abandono, o buscando refugio a su propia impotencia en otras camisetas.

Al final, sin embargo, hay algo inobjetable en el pensamiento del escritor indio Rabindranath Tagore: “La fe engaña a los hombres, pero da brillo a la mirada”.