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Muy Barón y muy varón, Pumas gana, gusta y golea al América

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Álvaro Morales explota contra Santiago Solari: "No está al tamaño del América" (0:59)

El especialista de ESPN criticó el desempeño del estratega azulcrema tras la eliminación en casa a manos de Pumas y pidió su dimisión. (0:59)

LOS ÁNGELES -- Sin saberlo, el 9 de septiembre, Pumas empezó a gestar el milagro. Buscaba una cura, encontró una hazaña. Y consumó, milagro y proeza, este sábado: ganó, goleó y gustó, humillando 3-1 al América.

Ese día, ese 9 de septiembre, ya sin la zalea gastada de Tigres, Miguel Mejía Barón fue presentado como Vicepresidente Deportivo de Pumas. A partir de entonces, todo cambió y todos cambiaron. Hoy, es semifinalista, y hoy se diseñó el penacho de guerra con el plumaje más odiado y deseado de la Liga Mx, el de las Águilas.

Pumas, ese 9 de septiembre, ocupaba el puesto 15 de la Tabla de Posiciones. Agonizaba, y Andrés Lillini no encontraba una pócima vigorizante. Mejía Barón llegaba sin una ya oxidada pizarra de entrenador, pero con el verbo doméstico de su experiencia.

“En este momento no han llegado las victorias como la afición añora, pero uno tiene que pedir paciencia; (ojalá que) el hecho de que llegue yo les dé esperanza a los aficionados (y creo), que así va a ser. Vamos a tener trabajo y unidad de pensamiento, el Club Universidad está integrado por mucha gente que fue jugador, y que sabe lo que significa el escudo y los colores”, dijo Mejía Barón.

Ya hace unos días, se citaron las cifras de Pumas a partir de su llegada. Fue jugador, auxiliar técnico, secretario técnico, director técnico, y en cada una de esas etapas se coronó campeón. Como jugador contrastaba con su profesión. Era un carnicero en fin de semana, y un exquisito y preciso odontólogo entre semana.

Desde el comienzo de su gestión, Pumas suma dos derrotas, cuatro empates y seis victorias, incluyendo la de la Repesca ante Toluca y la de este sábado ante el América.

Ampara su cabildeo, una cifra irrefutable, que ya se había explicado en este espacio, más vacío de lectores, que de defensas eficientes en la zaga del América.

Con la misma delicadeza que en una endodoncia, y sin el trámite del dolor, Mejía Barón ayudó a un registro impresionante: Pumas ganó 76 por ciento de los puntos desde que se tomó el primer café con el técnico, y tumbó en el diván a los trémulos, inseguros, huidizos y deambulantes jugadores.

“Lo primero que hizo fue hablar con Lillini (Andrés, el técnico). Le dejó en claro que no quería su puesto, ni le interesaba volver a entrenar, que llegaba a respaldarlo”, revela una fuente cercana a Pumas.

Después, con el diagnóstico en mano, charló con los jugadores. Uno a uno; uno por uno; uno tras otro, y al final con todos juntos. Asaltó con tersura de psicólogo, las cabecitas y los espíritus vencidos de jugadores que eran victimizados, sentenciados y ajusticiados, de manera implacable.

Este sábado, a dos meses y medio de su presentación, los cambios fueron más que evidentes. “Al que más tiempo le dedicaba era a Alan Mozo. Hoy, es el jugador más disciplinado de todo el plantel”, revela el mismo vocero de Pumas.

Alan Mozo fue el Leónidas de Pumas ante el América. Cierto, despedazó una ya resquebrajada defensa del América, pero además, se convirtió, en esa alteración de posiciones que le permitían, en un falso enganche –y poco natural--, del equipo.

Andrés Lillini percibió el cambio de actitud y de aptitud. Tenía jugadores con las hormonas y las neuronas a su servicio. Eran los mismos jugadores, pero sin los mismos hábitos perniciosos que bullían y escaldaban sus cabecitas frágiles, en detrimento de sus habilidades futbolísticas.

Y, entonces, lo de Lillini ha pasado a ser espectacular. Le plantó cara al mejor equipo del torneo. Le abrió boquetes en su media cancha y tomó por asalto el área, donde el otro resucitado, Washington Corozo se encargó de detonar la cabeza nuclear de dos de los envíos de Mozo.

Además, Lillini se tragó al Indiecito. Y lo hizo lentamente, sin prisas, con la misma paciencia y sangre fría, que en aquella Semifinal en la que elimina a Cruz Azul.

Santiago Solari, más allá de lo mermado de su plantel, hizo una apuesta inicial casi suicida. La suerte y el arbitraje, no estuvieron de su lado, más allá del dudoso penalti que convierte Emanuel Aguilera. Le anulan un gol legítimo, por esas incoherencias de la regla del fuera de lugar, y le perdonan una roja merecidísima a Efraín Velarde.

En sus labores de cartógrafo, Solari se equivoca, pero exclusivamente, al esperar más de sus jugadores. Sus intenciones eran optimistas, pero demasiado para un plantel tan de medio pelo como el que sufre. ¿Y ahora qué viene? El Indiecito, hoy, es intocable. Se irá, sólo si él quiere.

Este sábado, terminó quemando a Richard Sánchez y a Álvaro Fidalgo, mientras que Fernando Madrigal siempre quedaba en desventaja, especialmente cuando se juntaban Leo López, Erik Lira y Favio Álvarez, además de las incursiones de Mozo, a quien Mauro Láinez y Salvador Reyes sólo le veían la placa del Maserati que transitaba por su zona.

Dos balones en los travesaños y dos cabriolas circenses de Guillermo Ochoa, impidieron que la goleada pasara a humillación y rozara la masacre. Sólo Toluca y Rayados habían despedazado aa El Nido.

Solari tuvo tal vez ideas para tapar los boquetes de su Titanic, pero, era claro, sus repuestos estaban defectuosos, al grado que implorara un milagro con dos balas perdidas, como Sebastián Córdova y Nico Benedetti, que dicho sea de paso, ¡qué fraude de futbolista es!

Ahora, Pumas espera adversario. Es la Bestia Negra de la Liguilla. Se clasificó en el sitio 11, y termina tumbando al primero. Vive sus mejores momentos. Lillini ya no tiene qué preocuparse por las telarañas mentales de sus jugadores, y ahora puede dedicarse a tejerles telarañas a sus adversarios.

Ojo: en este segundo encuentro ante América, hizo cinco movimientos estratégicos de jugadores en la cancha, mientras que a Solari no le alcanzaba ni para hacer cinco cambios de jugadores confiables.

Y seguramente, Miguel Mejía Barón seguirá en lo suyo. Alejado del pizarrón de Lillini, pero cerca de las criaturas sensibles que son los futbolistas, especialmente cuando corren el riesgo de desbocarse en los momentos de buena fortuna.

Y también, ejemplificar esta Odisea Puma, con el viejo proverbio indio: “Es más temible una manada de ciervos dirigida por un león, que una manada de leones dirigida por un ciervo”