Louis Meyer cruza la meta y gana la 24ª edición de las 500 Millas de Indianápolis. Extenuado por las cuatro horas y media de competencia y el tórrido clima, en la línea de victoria donde celebra su tercer éxito en la competencia clama por suero de leche. Nacido en Manhattan, Meyer se crió con el discurso de su madre acerca de las propiedades refrescantes y nutritivas que le brindaba el lácteo. Su enorme sorbo es retratado por los medios y su foto fue plana de los diarios de Estados Unidos al día siguiente. Jamás habrá imaginado Louis que acababa de imponer una tradición que se mantiene con el paso de los años.
Un empresario de la industria láctea vio la imagen de Meyer y comenzó a trabajar para que los vencedores de cada edición celebraran bebiendo leche, no suero como había hecho Louis. La Segunda Guerra Mundial obligó a cancelar las 500 Millas de 1942 a 1945 inclusive y, cuando volvió la actividad, en las competencias siguientes se vio al vencedor con agua. La cámara de industria de lácteos de Estados Unidos se movió para que retornada la foto del festejo con la botellita de leche e implementó un premio extra: 400 dólares para el piloto y 50 para el mecánico encargado del auto. La tradición se selló en 1956 y desde entonces la bebida blanca es la protagonista en cada festejo.
Desde entonces, solo un piloto osó no ceñirse a la tradición: fue Emerson Fittipaldi, quien festejó su triunfo de 1993 con jugo de naranja. Claro, el bicampeón de Fórmula 1 tenía cultivos de naranjas en Brasil y quería promocionar su empresa. La reacción del público no se hizo esperar: estruendosos abucheos que se extendieron en la siguiente carrera, disputada en Milwaukee. Pero no quedó ahí: 15 años después, Emo fue invitado para manejar el auto de seguridad en las 500 Millas y ¡la gente lo volvió a abuchear!
La organización del festejo con la leche está a cargo de Asociación Estadounidense de Productos Lácteos de Indiana. Para cada año, la entidad elige a un granjero para ser Veteran Milk Person, luego de haber completado varios pasos como rookie. Antes de cada edición de las 500 Millas, los 33 pilotos que larguen la competencia deben elegir qué leche tomarán en caso de ganar, entre tres opciones: entera, desnatada o descremada. La leche sin lactosa sería una cuarta opción, pero que ADAI (por su sigla en inglés) mantiene en secreto. La mayoría opta por la entera.
El Lechero Veterano es el encargado de la custodia de la leche en el día de las 500 Millas. Llega al circuito cerca de las seis de la mañana, con custodia policial y una conservadora con los distintos tipos de leche. Unas 15 vueltas antes del final, el granjero se dirige a la zona de celebración, con la heladerita a cuestas, y espera a que llegue el vencedor. Cuando la bandera de cuadros cae, se fija en la elección que realizó el ganador y llena la botellita de 32 onzas (946 mililitros) para que se desate la tradición.
En las vitrinas personales de muchos de los ganadores de las 500 Millas, la botellita está en exposición, al lado de Baby Borg, la réplica en miniatura del Borg-Warner Trophy, la Copa que cada año se saca para la foto, algo así como la Copa del Mundo que levantó Messi.
Ningún piloto, más allá de Fittipaldi, se quiere negar a la leche. Al contrario, es lo que más desean y la toman y se bañan con ella, aunque no les guste. Eso sí, el problema, para varios, pasa un rato después. Es que el ganador llega a estar hasta cuatro horas más con el mismo buzo de piloto puesto, para atender a la prensa y las imágenes promocionales obligatorias y el hedor puede ser complicado.