BARCELONA -- El Barcelona viajó este lunes a Italia con la intención de confirmar su papel de favorito ante la Roma y tomar su billete para las semifinales de la Champions por primera vez en tres años, después de que Juventus y Atlético de Madrid le eliminasen en los cuartos de final de las dos últimas temporadas.
El 4-1 que acompaña al equipo azulgrana desde el partido de ida ofrece las mejores expectativas, por más que el entrenador se mostrase especialmente cauto en los últimos días, no ocultando, aunque de forma disimulada, su preocupación ante la imagen de un equipo que no suele redondear sus últimos partidos como sería deseable.
Mejor en resultados que en sensaciones, tal como se comprobó en el encuentro de ida, el Barça ha hecho de la solidez y el oficio su mejor carta de presentación, a la que acompaña la figura de Messi para solventar cualquier problema. El argentino resucitó al equipo en Sevilla y le catapultó ante el Leganés, manteniéndose a la expectativa en el duelo contra los de Di Francesco, condenados en el Camp Nou por su candidez y fragilidad en el área.
Con las únicas ausencias de Digne (lesionado) y Coutinho (que no puede jugar en Champions tras haber participado ya con el Liverpool), Valverde decidió llevarse al resto de la plantilla, manteniendo en duda la participación de un Busquets que no jugó frente al Leganés tras resentirse de su lesión en el partido de ida y que no estaría por la labor de reservar a su columna vertebral para sentenciar con la mayor prestancia posible el pase a semifinales.
Presente en los cuartos de final de manera continuada desde 2008, el Barça tiene todos los números para romper esa barrera ante la que chocó en las dos últimas campañas. En busca del preciado triplete, la Ciudad Eterna es la siguiente parada de un equipo que se sabe enfrentado, ya de manera incuestionable, a la hora de la verdad de la temporada.