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Liverpool conquistó su última Copa de Europa en un viaje que está lejos de haber terminado

MADRID -- Y ahora, tras el triunfo por 2-0 sobre Tottenham Hotspur, Liverpool tiene seis Copas de Europa. Barcelona y Bayern Munich ya quedaron atrás, y adelante quedan Milan --con una más-- y Real Madrid, que con sus 13 copas es el gran conquistador del torneo europeo. Ningún club puede despegarse de su pasado, pero Liverpool está muy marcado por lo que sucedió antes, desde lo sublime hasta lo trágico.

Su último título fue un reflejo de los anteriores en el sentido que tuvo que arremangarse para conseguirlo, y que estuvo repleto de incertidumbres, tal vez más de las necesarias. Esa ha sido la historia de las conquistas europeas de Liverpool: dos por penales, dos por un solo gol, siempre en peligro hasta los minutos finales.

Así que tal vez haya sido oportuno que después del pitido final, cuando la mayoría de los nuevos campeones habían colapsado en el césped del Wanda Metropolitano, derribados en partes iguales por el agotamiento, la euforia y una gran necesidad de liberación, el último en levantarse fuera Jordan Henderson.

El capitán de Liverpool se quedó en el suelo por lo que se sintió como una eternidad, primero con la cabeza entre las manos, y luego en cuatro patas. Recién cuando el suplente Divock Origi sacó el partido del alcance del rival con tres minutos de juego por delante Liverpool pudo librarse del temor de que una final marcada por los errores y la fatiga diera un giro en su contra.

Ahí, durante gran parte del segundo tiempo, cuando Tottenham salió del sopor y finalmente se dio cuenta de que, si iba perder, no podía hacerlo con el suspiro flácido que caracterizó los primeros 45 minutos, estaba Henderson. Sacudiendo los brazos, las piernas, ladrando órdenes.

Su actuación no fue implacable, ni decisiva, pero fue el entendimiento hecho carne de que todo el trabajo de la temporada --de cuatro años, en realidad-- podía llegar a perderse en un solo momento cruel. Y en su capacidad de sufrir, de temer y de excretar energía de cada célula de su cuerpo estuvo la clave de Liverpool para contener el surgimiento de Tottenham sobre el final del partido.

Éste no fue el conjunto de Liverpool que vimos durante gran parte de la temporada, pero fue el conjunto de Liverpool necesario para ganar la Copa de Europa un año después de haber perdido la final ante Real Madrid.

"Fue un gran desafío para los dos equipos después de tres semanas sin haber jugado un partido competitivo, con el calor, se convirtió en una lucha", dijo Jürgen Klopp. "Normalmente estaría aquí explicando por qué jugamos tan bien y perdimos. Es lindo no tener que hacerlo".

El Wanda Metropolitano es un bowl de concreto, rodeado por carriles de autopistas, que aún no se siente terminado a casi dos años de su inauguración. Lo cierto es que el nuevo hogar del Atlético de Madrid es tan cálido como un baño portátil, pero a menos de un minuto del inicio del partido, los fans de Liverpool no habrían querido estar en ningún otro sitio.

Moussa Sissoko tenía el brazo levantado y separado del cuerpo, posiblemente apuntando a potenciales corredores en el área grande de Tottenham, cuando el sombrerito de Sadio Mané le pegó cerca del hombro. El árbitro Damir Skomina ni siquiera necesitó el VAR: bajo el protocolo de las infracciones por mano, el penal fue clarísimo.

Mohamed Salah convirtió desde el punto de penal y festejó con una pizca de furia; fue su momento de liberación. Hace 12 meses, su final de Champions League terminó tras un choque con Sergio Ramos en Kiev. Y ahora no sólo estaba de vuelta, sino que había convertido temprano.

El gol aturdió a Tottenham. Y es comprensible. Durante tres semanas prepararon este partido, lo visualizaron, lo planearon, lo soñaron. Y de pronto les cayó un piano en la cabeza.

Durante el resto del primer tiempo estuvieron desaliñados e imprecisos en sus pases y sus movimientos. Harry Kane lució como lo que era: un hombre que no había jugado fútbol competitivo en casi dos meses. Son Heung-Min estaba frenético y vertiginoso, pero no de manera positiva. Christian Eriksen estaba desaparecido en acción, y mejor no decir nada sobre los defensores Danny Rose y Kieran Trippier.

Algo de eso se debió a las limitaciones de Tottenham, algo de eso tuvo que ver con el efecto psicológico de la falla de Sissoko y algo de eso también se debió a la presión de Liverpool que funcionó de la manera que Klopp lo había imaginado en su cabeza: Mane y Salah doblando con rapacidad a los zagueros y mediocampistas, Henderson y Fabinho presionando arriba, Virgil van Dijk conservando la línea defensiva lo suficientemente arriba como para negar todos salvo los pases verticales a Son.

De hecho, justo hasta el tiro de Eriksen antes del descanso que aterrizó entre los fanáticos de Liverpool, el único esfuerzo de los Spurs fue el intento de redención de Sissoko.

Pero ese gol temprano también tuvo su efecto sobre los delanteros de Liverpool. Pudieron hacer estallar el ataque de Tottenham como si hubiesen sido burbujas de jabón, pero no pudieron convertir la posesión recuperada en chances claras. Dejando de lado el disparo desde larga distancia -- Trent Alexander-Arnold y Andy Robertson sumaron uno cada uno - no hubo más intentos que preocuparan a Hugo Lloris.

Dejando de lado si esto fue un exceso de confianza en el inicio o el hecho de que Jan Vertonghen y Toby Alderweireld fueron descifrando de a poco el frente de tres de Liverpool, pareció que equipo de Klopp perdió mucho tiempo en el período inicial en el que tuvieron la oportunidad de asegurarse el partido.

Ambos escuadrones llegaron al descanso sabiendo que lo hubiesen podido hacer mejor. Mucho mejor. Los fanáticos de Tottenham previamente un poco apagados, cobraron vida con cánticos a su equipo, quizá recordando que, sin importar lo pobre que había sido la performance de su equipo, todavía seguían en juego.

Los hombres de Mauricio Pochettino no podían permitir que la primera final de la Champions terminara de esta manera. Robertson tuvo que limpiar un contrataque 5 a 4 con un brillante despeje de Harry Winks, y Joel Matip sacó a la luz a su Dikembe Mutombo interno para rechazar un esfuerzo desde corto alcance de Dele Alli.

Klopp También tuvo respuestas en su banca. En reemplazo de Roberto Firmino y Georginio Wijnaldum entraron Origi y James Milner: respectivamente, un héroe con su gol tardío en el partido de vuelta de la semifinal y el veterano incansable al que Lionel Messi llamó "burro" (que Milner, la personificación de la humildad, quizá haya tomado como un cumplido).

Cuando Klopp hace cambios estando en una posición de ventaja, el propósito no es bajar el ritmo de juego y jugar en el contrataque, por el contrario, es sumar piernas frescas, energía para presionar y para ir al ataque a matar. De modo que el juego se abrió.

Milner - después de una de esas aceleraciones de Mane de cero a 60 en menos de un segundo - tiró la pelota abierta. Van Dijk neutralizó una carrera de Son al parecer sin el mínimo esfuerzo -- 64 y contando, de hecho. Cuando Tottenham logró presentar una amenaza, Allison logró un triplete de detenciones, negando el avance de Son, Lucas Moura y Eriksen.

Luego llegó el momento de Origi y la sensación de liberación para Liverpool que viene acompañada del hecho de saber que esta es tu noche, sin importar lo que haya sucedido hasta ese momento. No es ninguna coincidencia que Klopp haya dicho que la sensación era "más que nada de alivio". Las copas son importantes, sin dudas, pero él sabe que lo que más importa es el trabajo detrás, el viaje que te lleva hasta esa instancia de disputar una final.

Especialmente en una campaña con momentos clave que fácilmente podrían haber sido provechosos para el equipo rival, desde la remontada en semifinal ante Barcelona hasta la dramática victoria por 1-0 contra Napoli en Anfield en el último partido de la fase de grupos, Klopp ha visto suficiente, parafraseando a Rudyard Kipling, como para tratar a esos grandes impostores - a la victoria y a la derrota - de la misma manera.

Todo se basa en el proceso y no ha terminado. Por un lado, está el deseo de mejorar un lugar en la Premier League y reclamar el título que el club ha estado persiguiendo por 29 años. Tal como lo ha dicho Klopp, esta no es la culminación de nada, este es un tiempo intermedio dentro de un plan a largo plazo que comenzó con su nombramiento en un día de octubre hace unos cuatro años.

"Estos jugadores son jóvenes todavía; tienen mucho más para dar", dijo el entrenador del equipo campeón de Europa.

De modo que el viaje continuará.