ROMA -- El argentino Lautaro Martínez no olvidará fácilmente la final de este viernes en Colonia. La noche que podía darle el primer trofeo de su carrera, justo en la víspera de su 23 cumpleaños, se convirtió en la más larga de su vida deportiva, tras un partido en el que su Inter de Milán se ilusionó al comienzo y se hundió al final ante el Sevilla, rey de la Europa League.
El gol de penalti marcado por el belga Romelu Lukaku a los cinco minutos de partido puso cuesta abajo el encuentro del Inter, pero un doblete del holandés Luuk De Jong y un gol de chilena, con desviación decisiva de Lukaku, fue fatal para el Inter. Ni la fe del uruguayo Diego Godín, autor del momentáneo 2-2, evitó el veredicto a favor del Sevilla.
La imagen de Lautaro sentado en el banquillo en los últimos minutos, con la mirada perdida, mientras sus compañeros naufragaban en el campo ante el equipo de Julen Lopetegui resume el encuentro vivido por el Toro.
Como llevaba haciendo desde el comienzo de su año, Lautaro no hizo faltar su apoyo defensivo al equipo. Siempre retrocedió su posición para ayudar al centro del campo cuando el Sevilla tenía posesión del balón. Pero no logró ir más allá de eso.
La delantera explosiva formada junto a Lukaku, que asombró a Italia y a Europa con 55 goles totales, perdió pólvora este viernes ante la organización defensiva del conjunto de Nervión.
El Toro acabó sin poder rematar a portería ni crear ocasiones de gol. No le fue mejor a Lukaku, quien adelantó a su equipo consiguiendo y marcando un penalti, pero que de allí vivió una pesadilla.
Tuvo en un mano a mano con el meta marroquí Yassine Bonou el balón del posible 3-2. Se topó con posiblemente el símbolo más brillante de la Copa del Sevilla y, minutos después, el fútbol le pasó factura.
En el 74, el brasileño Diego Carlos remató de chilena un balón despejado en el área de penalti por Godín y Lukaku desvió el esférico, que acabaría fuera, al fondo de las mallas.
Era el 3-2 que castigaba los fallos del Inter y que premiaba a un Sevilla que, aun sin practicar el futbol espectacular visto recientemente contra el Roma, gestionó el balón con más autoridad e ideas más claras con respecto al equipo milanés.
Se acabó en ese momento el partido de Lautaro, con Conte que le sustituyó para dar paso al chileno Alexis Sánchez. El Toro se sentó en el banquillo y esperó, falto de energías físicas ni mentales, el veredicto final.
Se le vio al borde de las lágrimas al acabar el encuentro, mientras se ponía en la cola para recibir la medalla de segundo clasificado, la que ningún jugador de elite quisiera recibir.
Le espera una noche muy larga, posiblemente la más larga de su carrera deportiva.
Pero el futbol siempre da otras oportunidades y aún más a un jugador que este sábado cumple 23 años y que tiene el potencial para ser protagonista de la próxima década del fútbol mundial.
Este revés le duele pero no borra una temporada para él muy positiva en números. Titular por primera vez en el Inter, tras vivir un año como suplente el curso pasado, firmó 21 goles y asombró a los grandes de Europa. En menos de un mes el Toro volverá a salir de eso, decidido a dar un paso más en su crecimiento.