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Julián Álvarez y una noche a la altura de un futbolista de época para River

Cuando a los 15 minutos de juego Julián Álvarez abrió el marcador para River Plate ante Alianza Lima, la multitud que colmó de nuevo el estadio Monumental experimentó una sensación. Una mezcla entre presagio, deseo y certidumbre: se vendrían más. Lo que no estaba en los cálculos era la magnitud de la historia que estaba a punto de escribirse. Una historia que fue una especie de epílogo soñado.

Desde el primer minuto se había mostrado mucho más rápido que los defensores de Alianza Lima; concentrado y con ganas de marcar de una vez por todas en esta CONMEBOL Libertadores que le había sido esquiva. A los 15 cortó una salida y picó en diagonal hacia al área, para recibir el buen pase de Santiago Simón y definir cruzado. El primer grito de los seis que lo llevarían al olimpo de su club y del fútbol sudamericano.

La historia de Álvarez en River puede contarse de muchas maneras. Fue la del juvenil prodigio, del que todos hablaban en inferiores y que debutó de adolescente. También le del diamante en bruto que debe esperar su turno; entrar y salir según la visión y los tiempos del sabio entrenador. Y la del goleador descomunal, feroz, imparable y buscado por los mejores equipos del mundo.

Entre su presentación tímida a los 18 años contra Aldosivi y esta noche arrolladora, Álvarez creció. Fue campeón de América y jugó en el Bernabéu, pero también tuvo que salir para madurar. Explotó como una estrella mundial el año pasado, terminó como máximo artillero del fútbol argentino y fue fichado por Manchester City.

Hoy es el jugador más aplaudido por la hinchada cuando antes de los encuentros dan la formación. Los goles enamoran. Pero también su forma de entregarse. En la primera jugada del segundo tiempo, cuando estaba todo dado para que siga su fiesta, en lugar de definir en un mano a mano, tocó hacia el centro para dejarle el gol a un compañero. Voraz pero solidario. Esa suma de virtudes lo hacen tan valorado.

Un triplete en el primer tiempo, uno en el segundo. Según los datos de Mister Chip, es la primera vez en la historia de cualquier torneo continental que se consigue semejante hazaña. Se dice, como un lugar común, que los logros se valoran con el tiempo. Esta sextete (¿así se dice?) será una de esas victorias.

Su trayectoria tiene varias noches con el espíritu de esta. Tres goles contra San Lorenzo, cuatro y tres contra Patronato, tres contra Sarmiento... es como que cuando el arco se le abre rápido, ya no hay forma de detenerlo. Por eso esta noche fría está cargada de simbología. Porque es el Julián Álvarez que River aprendió a querer y ahora a extrañar. El insaciable, el movedizo, el incontrolable.

Además, porque sus récords lo elevan a una posición histórica de la que ya se había hecho merecedor. Es el primer jugador de River en convertir seis goles en un mismo partido, por encima de todos los ídolos y leyendas que lo antecedieron durante los 121 años que se celebraron este mismo día. También incluyó a River entre las marcas históricas de la Libertadores: es apenas el segundo futbolista en anotar seis tantos en 90 minutos.

Esta era obliga a que las relaciones terminen mucho más rápido. El vínculo entre Julián y su club merece más tiempo. Como el que tuvieron sus antecesores. Pero contra la época no se puede luchar.

Le quedará un partido más en el Monumental, el de octavos de final. Luego, emigrará a la Premier League tal como estaba previsto. Nadie sabe bien cómo se reemplazará. O más bien, todos saben que será imposible hacerlo. Que quedará en Gallardo, como tantas veces, mover piezas hasta tapar un espacio que se vislumbra tan grande como su figura de héroe moderno.