BUENOS AIRES -- Se dijo en repetidas ocasiones que las finales ante Independiente Santa Fe son el compromiso más trascendente de la historia de Huracán.
Quizá exagerada, la categoría de suceso antológico probablemente haya sobrecargado a los futbolistas, que jugaron decididamente mal en su estadio. Apurados, sin soltura, sobrepasados por un rival que no es brillante, pero que pareció tomarse el partido con menor gravedad.
Suele suceder: a mayor relevancia de un encuentro, peor es la calidad.
El ruido mediático y la proliferación de estadísticas que circulan para inflar duelos futboleros nada garantizan sobre la excelencia. Acaso no importa, pues los agitadores de la emoción poco reparan en la jerarquía del juego. Como si un partido malo pudiera emocionar a alguien.
Cancha muy concurrida, racha ascendente. Los datos podían haber envalentonado a Huracán. Pero el estilo de paciencia y posesión, la búsqueda virtuosa que tiende a asociarse con la cultura del club de Parque Patricios sólo fue gestual. Operó donde no se arriesga nada: lejos del arco adversario. El error es táctico. Si en la mitad de la cancha el equipo alinea a Vismara, Montenegro y Toranzo, y dispone de un resorte de extrema habilidad como Espinosa (esta cez disminuido por las secuelas de una lesión), ¿para qué se la pasa tirándole bombazos a Ábila sin la mínima elaboración? Es una contradicción incomprensible: no creo que el entrenador Eduardo Domínguez les haya impartido esa receta única e inútil.
Es sabido que Ábila puede imponer condiciones en el área, pero otra cosa es luchar cada pelota sin auxilio y ante zagueros plásticos y de gran envergadura física. Huracán apostó quince minutos a un toque aparente, en la salida, pero le faltó convicción para aplicar procedimientos similares en las zonas más calientes, donde se requiere ingenio para entrar. Allí comenzó a tallar la responsabilidad.
“Hicimos todo para ganarlo”, dijo Toranzo con amargura, como quien protesta por una injusticia. El habilidoso futbolista confundió deseo con hechos. Que deseaban ganarlo con toda el alma esta fuera de discusión.
La presión de la historia, como se dijo, era intensa. Sin embargo, estuvieron lejos de hacer lo suficiente para obtener el triunfo.
Hasta deberían agradecer que el travesaño impidiera un gol de Independiente Santa Fe, un equipo al que le bastó la habilidad y la capacidad estratégica de Seijas para construir superioridad.
Se dice que la revancha, en la caldera de El Campín y a 2.600 metros de altura, representa una invitación a la hazaña. Habrá que ver.
Más relajados los músculos por la menor responsabilidad (el peso se traslada de manera directa a los colombianos), tal vez Huracán deje fluir el fútbol que sus jugadores pueden darle. Mostrar otros recursos. Y conseguir espacios para Ábila.
Estar lejos de casa, a veces es un alivio.