El brasileño Vitor Roque se estrenó como goleador con el Barcelona y de paso lo salvó del ridículo en un flojo partido frente al Osasuna
BARCELONA.- Vitor Roque se estrenó como goleador del Barcelona y le regaló a Xavi Hernández y al equipo una victoria balsámica frente al Osasuna. Necesaria para abrir brecha con el quinto puesto de la clasificación que ocupa el Athletic Club y animosa para los optimistas que puedan seguir pensando que el campeón aún puede revalidar el título. Pero, futbolísticamente, la tarde fue tan fría como descorazonadora porque el Barcelona volvió a mostrar una cara tan decepcionante como de costumbre.
Ganó por la mínima gracias a la diana del novato brasileño y padeció pidiendo el final a gritos, encerrado en el área y defendiendo como un equipo menor esa victoria que se celebró como si fuera un paso de gigante y no un pasito más hacia no se sabe donde...
Ni todas las palabras de animo y aliento que le debieron regalar los futbolistas a Xavi Hernández el lunes ni todos los mensajes y todo el calor humano que recibió se trasladaron al césped de Montjuïc, donde el Barça fue, una vez más, un equipo tristísimo. Tan previsible y lento como de costumbre, tan apagado y falto de ímpetu, que provocó no ya protestas desde el graderío, sino, quizá peor, una sensación de somnolencia generalizada.
El entrenador apostó por la velocidad de Ferran Torres y Lamine Yamal... Y el inventó le duró cinco minutos, hasta que el delantero valenciano se rompió, en la enésima lesión muscular que sufre la plantilla, y fue sustituido por Fermín López, reforzando el centro del campo y dejando a partir de ahí cualquier esperanza de vértigo en los pies del joven canterano, el único, único, que durante una primera parte penosa buscó ese vértigo y requiebro que nadie busca y menos encuentra en el equipo azulgrana.
Está este grupo a medio camino entre la construcción que sostiene en su discurso Xavi y un derrumbe tan peligroso como nada inesperado. Funciona poco o menos de acuerdo a lo que se confiaría y se mantiene apenas a rachas. Aún eso suena más extraño porque ante el Villarreal, antes del desastre final, disfrutó de una rebelión que le permitió remontar un 0-2 en solo once minutos rabiosos, como ocurrió esta vez contra Osasuna, en que el ingreso de Vitor Roque, por arte de magia, provocó una explosión que permitió el gol del brasileño y que el Barça mutase en un equipo distinto.
Así transcurre la temporada del campeón que de no mediar un milagro nunca visto en la historia de la Liga entregará su corona con poca o ninguna competencia y que se agarra solamente a la eliminatoria frente al Napoli en la Champions para seguir vivo en un torneo en el que ni es aspirante ni tampoco candidato. Pero que ahí sigue, de momento...
Si el impacto de Vitor Roque fue inmediato (marcó el 1-0, provocó la expulsión de Unai García y fue objeto de un más que probable penalti no señalado), la furia del Barça se fue apagando y aunque se le anuló un gol a Robert Lewandowski (asistido por Roque) por fuera de juego, la parte final del choque recordó, claro, a sufrimientos muy cercanos en el tiempo.
A ocho puntos del líder Girona (a la espera del Getafe vs Real Madrid), la mejor noticia, que ya es decir, se contempla desde el ámbito azulgrana viendo al Athletic, el quinto clasificado, cinco puntos por debajo.
Más allá de eso, la nada. O casi nada. Xavi se quejó y se queja de muchas cosas y señalando siempre hacia afuera no parece ver lo que pasa dentro del campo. Y lo que pasa es bastante evidente: ni bien ni mal, este Barça no juega a nada.