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Cómo fueron destruidas las esperanzas de Barcelona y Real Madrid en una noche alocada

¡Crash! Al final de lo que bien pudo haber sido la noche más dramática jamás experimentada en el marco de la Copa del Rey, llenos de vida corriendo por sus venas, dos gigantes habían caído estrepitosamente. Fueron derrotados, abatidos, quedando a los pies de hombres oriundos del norte, ese lugar donde el fútbol es otra cosa, algo bueno.

Dos días antes el Valencia, campeón defensor, fue eliminado por un penal cobrado en el último minuto por Roberto Soldado, por un Granada que clasifica a semifinales por primera vez en 51 años. Un día antes, el pequeño Mirandés de la segunda división convirtió un tanto en el último minuto para imponerse 4-2 contra el Villarreal, el club con presupuesto veintisiete veces mayor que el suyo, llegando a la segunda semifinal de Copa del Rey en la historia de la franquicia. Ahora, al tercer día, un día que jamás olvidarán y tampoco nadie más lo hará, volvió a suceder. Incluso mejor que antes.

En la jornada del jueves, el Real Madrid fue superado 4-3 por la Real Sociedad y posteriormente, el Barcelona cayó 1-0 a manos del Athletic de Bilbao. El club vasco había ido al alargue por tercera vez consecutiva (el Athletic había sobrevivido las dos rondas anteriores, decididas por tandas de penales) e Iñaki Williams admitió que ya no tenían más piernas, que se encontraban exhaustos; no obstante, mantenían su corazón y ganas. Posteriormente, con el reloj marcando 92:32, el cabezazo de Williams voló por encima de Marc-Andre ter Stegen y rozó la red, donde estaba Aritz Aduriz, quien tomó los hilos y comenzó a rugir.

“Ni siquiera sabía que hacer, como reaccionar, a dónde ir”, expresó Williams. La respuesta fue simple: volverse loco. Y así lo hizo.

Williams tampoco estaba solo. En el Santiago Bernabéu, la demencia había alcanzado niveles inverosímiles. Todos estaban al borde de la euforia. La Real Sociedad tenía ventaja 3-0 y después se mantuvo arriba con marcador 4-1, jugando de forma soberbia, con el balón todo para ellos, desarmando al Real Madrid pieza por pieza. Martin Odegaard fue reemplazado en la cancha bajo la ovación del público; al igual que Alexander Isak. Los jóvenes jugadores, quienes respectivamente tienen 20 y 21 años, jugaron de una forma apenas creíble; entre ambos, habían convertido tres tantos. A pesar de ello, la Real Sociedad aún no tenía seguridad del triunfo. Cuando Mikel Merino anotó el cuarto gol faltando 20 minutos en la pizarra, algunos hinchas comenzaron a buscar la salida… poco después, la Casa Blanca intentó por todos los medios revertir su mala fortuna.

Ya esto se tornaba ridículo. Lo siento: era algo sumamente ridículo. Rodrygo anotó (en el minuto 81), Nacho anotó (en el minuto 94) y de repente, una remontada parecía posible. El ruido en el Bernabéu se hacía más ensordecedor. Vinicius Jr, quien emprendía vuelo, con los jugadores en todos los sitios posibles excepto sus verdaderas posiciones en la cancha, despertando los nervios de la Real Sociedad. Especialmente los del portero Alex Remiro. No existe otro lugar en el mundo donde se acepte la posibilidad de una remontada como se hace en el Bernabéu y si bien la realidad fue diferente, si las estadísticas demuestran que las proezas heroicas siguen siendo raras, que el espíritu de Juanito no es tan fácil de conjurar, se trata de algo en lo que creen como pocos otros son capaces de hacerlo. Especialmente con ese jugador presente. En el último segundo, el balón recayó en los pies de Sergio Ramos.

Por supuesto. ¿Quién más?

Se podía anotar un gol, ir a tiempo extra y, por ende, solo habría un final posible: el Madrid lo hace de nuevo y Ramos lo hace de nuevo. A la hora del drama, no hay nadie como él, quizás en ningún otro lugar, un personaje de acción de los cómics, el salvador de la escena final, imposible e inevitable, todo a la vez. No hay otro a quien prefieran ver los hinchas del Madrid cuando el partido se encuentra en instancias decisivas. Sin embargo, en esta oportunidad, el cabezazo flotó inofensivo hacia los brazos de Remiro; lo sostuvo en señal de agradecimiento, abrazándolo como si fuera un bebe. El Madrid estaba eliminado.

Y pronto también caería el Barcelona. Faltando apenas dos minutos en San Mamés, una oportunidad (la gran oportunidad) recayó sobre ese otro hombre en quien, obviamente, tiene que recaer, la balsa a la cual todos se aferran en los mares tormentosos. Pero otro hombre se interponía entre Lionel Messi, la salvación culé, y la meta.

Unai Simón llegó al Athletic a los 14 años, fue cedido en préstamo y retomado de manera apresurada porque había una emergencia que atender: El Athletic había perdido a Kepa Arrizabalaga a manos del Chelsea, el segundo arquero Iago Herrerín estaba lesionado y el tercer guardameta, Alex Remiro (sí, ese Remiro) había sido relegado a las tribunas porque se negaba a firmar un nuevo contrato. No contaban con nadie más; por eso, hicieron que Simón volviera desde el Elche para ser convocado de inmediato al primer equipo. Sigue allí, dos años después, y ciertamente, en la noche del jueves, se encontraba en el lugar donde más importaba. Simón atajó el disparo de Messi, tal como había atajado uno de Antoine Griezmann. Williams lo catalogó como “milagroso”.

Todo esto era un milagro. El silbato final sonó en el Bernabéu y en San Mamés. El Madrid estaba eliminado, también el Barcelona. Messi se alejó en silencio, quitándose el brazalete de capitán, estirándose. En los últimos días, la banda se sentía un poco apretada. Messi mostraba un rostro que ha mostrado con demasiada frecuencia en los últimos años, como si se preguntase a dónde había ido todo.

En el Bernabéu, estaban cerca de presenciar algo absurdo, histórico; pero también estaban conscientes de que habían sido vencidos con mérito: luego de 22 partidos, perdieron un encuentro y su percepción de imbatibilidad. “Perdimos el único partido que no podíamos perder”, indicó Vinicius.

Alto, muy alto, en la tribuna norte del Bernabéu, celebraban los hinchas de la Real Sociedad, con el resto del estadio vacío. Muy por debajo de ellos, los jugadores comenzaron a cantar. Cuando llegaron al vestuario, estaban gritando y celebrando. Imanol Alguacil, su director técnico, abrazó al extremo Mikel Oyarzabal. Ambos estrujándose con abrazos que parecían golpes.

“Increíble”, dijo Izak, palabra que también sirve para describirle bien. “Estoy intentando darles alegrías al hacer mi trabajo”, le dijo a Bombazo y vaya que sí las dio. Falló otras dos oportunidades de gol, tuvo un tanto arrebatado por el VAR y a pesar de ello, fue capaz de producir dos remates de rara calidad, con el segundo de ellos perforando con contundencia la red. Oh, también sumó una asistencia. Estaban disfrutando este negocio en Madrid.

Allá arriba, en Bilbao, también lo disfrutaban con creces. En el País Vasco, el estadio estaba a reventar, con hinchas cantando y coreando, con los jugadores alzando sus brazos recibiendo los elogios del público. Al estadio de San Mamés lo llaman “la Catedral” y nos encontrábamos presenciando verdaderos actos de culto. “San Mamés y todo Bilbao serán una fiesta”, indicó Williams. “Es hora de un poco de vino y luego iremos a dormir”, afirmó Íñigo Martínez. “Me hace inmensamente feliz ver San Mamés así”.

Para los vencidos, los gigantes con pies de arcilla, las derrotas duelen y ambos partidos serán objeto de muchas jornadas de análisis. En lo que respecta a su actuación, el Barcelona fue mejor que el Madrid (el DT blaugrana Quique Setién expresó su satisfacción, lo cual quizás fue un poco excesivo, siendo honestos), pero si bien jugaron bien en ciertos tramos del partido, el contexto lo condiciona todo y el daño probablemente será mayor después de la semana que han vivido en Can Barça. “Ya nos arrojan suficiente porquería desde afuera para que lo hagamos adentro”, dijo Jordi Alba. El lateral izquierdo puede esperar tranquilo porque las críticas seguirán lloviendo.

“Háblenme de fútbol”, fue la petición de Setién antes del partido; solo que, en esta ocasión, no hubo refugio sobre el césped. Este equipo ya no podía seguir salvando los muebles de todo el club. Hasta el propio Messi comenzó a disparar. La caja de Pandora está abierta y si bien algunos vieron ciertos aspectos positivos, será difícil recobrar la armonía.

El Barça no volverá a ganar ese título, con toda certeza. “Hicimos historia”, expresó Isak. Tenía razón.

El Barcelona ha participado en seis finales de forma consecutiva y en 9 de las últimas 11. En esta oportunidad, ni siquiera disputarán semifinales. Hay que remontarse 10 años en el tiempo para conseguir la última ocasión en la cual ni el Barcelona ni el Madrid clasificaron a la final. Esta es la primera vez en 17 años que Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid quedan fuera de las semifinales. Solo se han producido siete semifinales en la historia de la Copa del Rey en las cuales, al menos un club, entre Barcelona, Madrid, Atlético y Valencia, no han figurado en las semifinales.

Algunos se han quejado: esa clase de gente que conoce el precio de todo y el valor de nada. En ocasiones, el fútbol consigue una forma de hacer las cosas y eso es motivo de celebración. Un motivo, uno no menos importante, es porque una situación así no ocurre todos los años y en este año en particular, esta Copa del Rey será recordada por mucho tiempo, después que se olvide el resto. Los chicos grandes están fuera, ¿han caído los gigantes? Muy bien. En mayor medida, ha sido objeto de celebración: se ha revivido esta competición, siendo más emocionante que nunca. No todo gira en torno al Madrid y al Barcelona, incluso a pesar de que siempre todo parece girar en torno al Madrid y al Barcelona. Existen otras historias, muy distintas a las de ambos equipos. Y la edición de este año lo confirma.

Esta es la primera ocasión en la cual Athletic y Real Sociedad han clasificado a las semifinales juntos desde 1987. (También podrían verse las caras en la final: el Athletic recibirá la visita del Granada y la Real Sociedad se enfrentará al Mirandés en el cuarteto final, partidos que podrán ver la próxima semana a través de ESPN+ en Estados Unidos). Olvidémonos de los caídos en esta ocasión y celebremos a los hombres aún en pie, los hombres que vencieron a los gigantes.

Miren a la Real Sociedad, contemplen San Mamés: la misa, el significado. Vean la previa del partido, con los fuegos artificiales rodeando al autobús a su llegada. Miren a Pozas, toda repleta: la calle que sirve de portal, donde todos entran a San Mamés. Cada puerta es un bar, la Catedral iluminada hasta el final. Vean también como reaccionaron en San Sebastián. Identidad. Comunidad. Fútbol. Fue algo alocado y maravilloso e Iñaki Williams no lo pudo haber dicho mejor: “Hshsjdlwlejsusbdndlqusgzbaksjjdvsjsk”. ¿De qué otra forma se puede describir esto? ¿Y cómo se puede describir lo que viene después?

“Este no es cualquier partido; es especial, es la noche más importante de todo el año”, afirmó Gaizka Garitano, DT del Athletic, después del derbi vasco disputado a principios del año y este domingo tendremos otro, donde se sentarán juntos. Será un encuentro único. Nunca se habían enfrentado antes en finales de Copa pero quizás veremos más en el futuro: será el partido más importante de este año o de cualquier otro año. Cuando se enfrentaron por última vez, de 22 inicialistas, 15 eran de origen vasco y ambos técnicos eran vascos. Al igual que el entrenador del Mirandés, por cierto.

Cada club es especial y cada hincha tiene un interés particular, pero todos estos elementos agregan algo especial. Hay algo particular en el País Vasco, que cuenta con 1.4 por ciento del territorio de España, 4.9 por ciento de su población y el 20 por ciento de sus equipos de primera división. Y hoy en día, cuenta con el 50 por ciento de sus semifinalistas de Copa.

“Estoy feliz como una lombriz. Soñé con esto desde que era pequeño”, dijo Williams, con las lágrimas corriendo sobre su rostro, su voz ligeramente rota. “Esta es la noche más grande que haya vivido aquí. Es lo que todos soñamos”.

En la tienda oficial del Athletic, venden camisetas con una frase de Matt Le Tissier, leyenda del Southampton, en el pecho. “Jugar en los mejores clubes es un bonito reto, pero hay un reto mucho más difícil: jugar contra ellos y ganarles. Yo me dedico a eso”. En la noche de este jueves, el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad lograron precisamente eso. Y ese es el verdadero sentido de una copa, la verdadera esencia del deporte, de la competición.

Eso es el fútbol.