BARCELONA -- El Barcelona recibe este martes al Atlético de Madrid en pleno terremoto. En el club azulgrana, que oficializó la venta de Arthur Melo a la Juventus para obtener un beneficio contable de 50 millones de euros con el brasileño y anunció seguidamente la llegada de Miralem Pjanic, se mira con desconfianza hacia el vestuario, pero no solo hacia la caseta de un cuerpo técnico que ha perdido ya la confianza de unos y otros sino, también, hacia una plantilla que empieza a perder su impermeabilidad. Todo el mundo está señalado.
Llega el equipo de Simeone en un momento deportivamente crítico para el Barça. Un empate y cuatro victorias al hilo lleva el Atlético, que pasó de la sexta plaza de la clasificación en el momento de paralizarse el campeonato a la actual tercera posición, aventajando en siete puntos al quinto, Villarreal, y en un momento especialmente feliz de la temporada, por más que en este partido de gran exigencia el entrenador argentino no podrá contar con Koke ni Savic, ambos sancionados por acumulación de tarjetas.
"Los partidos contra el Atlético son muy disputados, difíciles, con muchas alternativas... Es un gran equipo, muy identificado con su manera de hacer las cosas y nos lo pondrá complicado" avisó Quique Setién en la sala de prensa, poniendo en perspectiva un partido que ha quedado desplazado del plano por la actualidad del club... Que se juega mucho, muchísimo, en el terreno de juego.
Habiendo cedido apenas dos puntos como local en toda LaLiga (un empate frente al Real Madrid) de los 48 disputados, el Barça se ha dejado el liderato en las dos últimas salidas a Sevilla y Vigo, entendiendo que este duelo contra los colchoneros es poco menos que una final.
Y no una cualquiera. El Atlético, que conquistó su último título de Liga en el Camp Nou el 17 de mayo de 2014, suma desde entonces cuatro derrotas y un empate en sus últimas cinco visitas del torneo de la regularidad, pero en su último duelo venció, en la semifinal de la Supercopa de España (2-3) provocando el inmediato despido de Ernesto Valverde y la llegada en su puesto de un Setién que, al cabo de cinco meses está más cuestionado que nunca y sabe, como sabe todo el barcelonismo, que un tropiezo no solo provocaría una práctica despedida de la conquista de la Liga si el Real Madrid venciera el jueves al Getafe sino, más aún, el estallido de una crisis de gran consideración alrededor del Camp Nou.