Álvaro Morata, héroe merecido y villano inesperado.
La cara y la cruz en una noche que será recordada por una eliminación inmerecida para España y celebrada por la Italia que ya suma 33 partidos sin conocer la derrota.
Wembley disfrutó de una Semifinal sobresaliente en la que la fortuna acabó por sonreír al equipo que menos lo mereció, pero el futbol, ya se sabe, muchas veces no conoce de merecimientos.
“Morata y 10 más”, respondió Luis Enrique tras el empate a cero ante Suecia en la primera jornada de la fase de grupos.
Morata fue señalado de manera inmisericorde por la crítica por su falta de acierto ante el gol y atacado con aún más crueldad en las redes sociales, pero respondió a la confianza de su entrenador.
Solvente en su juego, asociativo, revoltoso y clave, se mantuvo en el once inicial y le marcó a Polonia, repitió ante Croacia y se catapultó como una de las claves de España hasta que en la Semifinal, el entrenador decidió jugar sin un “9” fijo ante Italia.
Morata acogió su papel secundario convencido de que le llegaría el momento y ocurrió. Salió al campo para revertir el 1-0 de Federico Chiesa que puso al frente a Italia y respondió, otra vez.
Engalanado con el vestido de héroe tras el gol que marcó para empatar la Semifinal, Morata demostró estar listo para cualquier reto. Se convirtió en uno de los mejores hombres en el campo en esa lucha titánica en que desembocó la batalla en Wembley y no dudó en apuntarse a la tanda de penalties.
Y allí, en la muerte súbita, en el momento decisivo, Morata falló.
Crueldad máxima, pena definitiva. Fue suyo el error que condenó a una España mayúscula.
Curiosamente, quien había sido antes el mejor jugador del partido, Dani Olmo, fue el primero en fallar su lanzamiento, el primero de la tanda y que apagó la euforia tras la atajada de Unai Simon a Manuel Locatelli, pero ya después de que Jorginho sentenciara el triunfo italiano, fue la figura del delantero de la Juventus la que quedó marcada.
Héroe y villano en una noche para recordar que demostró que España tiene un futuro brillante y que Morata, en primera persona, no debería quedar para la historia como el culpable de una eliminación que no mereció el equipo de Luis Enrique.
La venganza de la Eurocopa 2008 se la cobró Italia luego de 13 años en un partido que España nunca debió perder.
Si en 2016, en los Octavos de Final del mismo torneo, la Azzurra facturó a una triste España con sabor a despedida, en este 2021 dejó fuera de la Final a una selección que cayó con tanta crueldad como grandeza y que demostró que tiene un futuro brillante por delante.
De sopetón se despertó del sueño una España dominadora y en ocasiones soberbia en su juego. Bajo la batuta de Sergio Busquets como ancla y con un Dani Olmo sobresaliente, apoyado por un descarado Pedri y acompañado de un colectivo que durante muchos minutos pasó físicamente por encima de una Italia que se las vio y deseó para resistir el agobio al que le sometió la selección que, inventada por Luis Enrique, abandonó Wembley con tanta pena como dignidad.
La lotería de los penales que le favoreció a España en los Cuartos de Final ante Suiza, le condenó en una Semifinal que quedará para la posteridad.
España fue mejor, jugó probablemente su mejor partido de alta exigencia en la Eurocopa, pero debió arrodillarse al final.
Luis Enrique ha creado un equipo sin estrellas y con ganas. Un grupo magnífico llamado a dar de qué hablar en el futuro inmediato, aunque el presente sea una triste despedida de la Eurocopa.
Italia, dominada y agobiada, sigue siendo mucha Italia y agarrada al límite, sobrevivió a todo para llevarse el premio en los penalties, allí, donde Álvaro Morata pasó, sin merecerlo, de héroe a villano.