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Un año después del 'Partido Cero', la ciudad de Bérgamo encuentra alegría en el Atalanta

Nicolò Campo/LightRocket/Getty Images

ES LA NOCHE DEL PARTIDO en Bérgamo. El Atalanta, equipo de fútbol local, disputará un importante encuentro de Coppa Italia contra la Lazio, club con sede en Roma. El estadio del Atalanta se ubica en la Città Alta, la zona histórica de Bérgamo, rodeada de muros de yeso venecianos del Siglo XVI. Los focos brillan, sus destellos adornan el frio cielo de enero.

Bajando la colina, en la Città Bassa, se ubica un bar. Tiene paneles de madera oscura y mesas largas y rectangulares. El bar se llama "Hog", abreviatura de hedgehog (erizo en inglés). La portada del menú del Hog está ilustrada con la caricatura de un animal con ojos juguetones.

El propietario, Igor Prussiani, es oriundo de la ciudad, Bergamasco de pura cepa. Igor proviene de Luongo, el barrio ubicado junto a su bar. Siente ferviente amor por el Atalanta. Adora a sus jugadores y cuerpo técnico. Le encantan sus cánticos e himnos. Pero, sobre todo, adora cómo el equipo representa la tenacidad y determinación de su ciudad. Puede que la cercana Milán sea la capital mundial de la moda; pero Bérgamo es ciudad de obreros, afirma Igor, y los Bergamaschi saben cómo trabajar, cómo sudar, cómo esforzarse al máximo. Sobre el interior del cuello de las camisetas del Atalanta se inscribe la frase "La maglia sudata sempre". Traducida someramente, significa: "La camiseta, siempre sudada".

En las noches cuando juega el Atalanta, el Hog se desborda de gente. Cuenta con grifos de cerveza que cuelgan del techo. Tiene una lista de hamburguesas originales, entre las que se incluye la "Hípster", preparada con tres cuartos de libra de carne, pan artesanal, huevos, queso, tocineta, cebollas y salsa barbecue. Es un platillo que se queda contigo por varios días. La Hípster es tan adorada que normalmente se prepara por lotes, para su distribución entre los cientos de clientes que se agolpan en las mesas del comedor. Durante los partidos, los cánticos nunca se detienen dentro del Hog, excepto cuando el Atalanta marca un gol y todos comienzan a gritar como locos.

Esos momentos (los segundos de pandemónium puro en los cuales el sitio entra en erupción) son la razón por la cual Igor abrió el Hog.

"La mejor sensación", afirma, "es cuando ves explotar a la gente. Cuando ves a la gente con los corazones en las manos".

Igor mira a su alrededor. Esta noche, el Hog está vacío. En los tiempos del COVID-19, explica Igor, solo se permite vender comida para llevar. No hay música, no hay alboroto. Nada de gritos. Unas pocas hamburguesas solitarias echan chispas sobre la parrilla ubicada detrás de él.

Los hinchas del Atalanta ven a su equipo vencer a la Lazio desde sus hogares. Igor mira el partido desde su restaurante. Así ha sido por varios meses, en medio de cuarentenas y confinamientos y, por supuesto, la pasmosa cifra de fallecidos por el coronavirus que esta ciudad ha soportado, en medio de un gran despliegue mediático. Se podría creer que la pandemia comenzó en el mundo occidental con Rudy Gobert y la suspensión de los partidos de la NBA del pasado 11 de marzo; podríamos creer que ese fue el punto de inflexión. No lo fue. El momento más álgido se produjo en Bérgamo, una ciudad donde tres semanas antes, todos se fueron a dormir (a la hora que fuera) creyendo que acababan de vivir el gran día de sus vidas y, por el contrario, despertaron en medio de una pesadilla.

A pesar de todo, la esperanza sigue viva en este lugar, incluso después de tanta angustia. Nadie sabe cuando será, según cuenta Igor, pero muy pronto los Bergamaschi volverán a cantar dentro del estadio. Volverán a abarrotar los bares, a abrazarse y a alentar a su club. Volverán a estar juntos. Pronto, volverán a hacer esas cosas normales, esas cosas de la vida diaria que, de repente, pasaron de ser actos de consuelo a actos de peligro inminente.

Hace un año, así eran las cosas, cuenta Igor. Hace un año, todo era glorioso. Así que ahora, cuando el Atalanta salta a la cancha en una noche de partido en Bérgamo y el futuro parece, finalmente, acercarse apenas un poco, es imposible que los Bergamaschi como Igor no piensen en otra noche de partido. La noche de partido. La noche de febrero pasado, justo antes que todo empezara.

El Atalanta jugó esa noche. Esa noche, los hinchas cantaron. Esa noche, el Hog estaba a reventar.

La vida entonces, dice Igor, era normal.

EL 19 DE FEBRERO, 2020, Igor abrió su bar para servir el almuerzo. Recuerden, este es el "antes de los tiempos"; por ello, hay una decente presencia de comensales en la tarde, pero el comedor realmente comienza a llenarse poco antes de la hora de cenar. Igor tiene reservadas todas las mesas del local por varios meses. El Atalanta juega octavos de final de Champions League. Para un pequeño equipo, cuyo único trofeo significativo se remonta a 1963, el encuentro del Atalanta contra el Valencia, club español, es un hito histórico.

El partido se disputa en Milán, a 25 millas de distancia por carretera. El estadio del Atalanta, ubicado en la Cittá Alta, es pequeño y se construyó en 1927. No ha sido modernizado para cumplir con las exigencias mínimas que requiere un evento de la magnitud de la Champions. Por ello, el Atalanta se enfrenta al Valencia en el famoso estadio de San Siro, uno de los más grandes escenarios de la historia del fútbol. Ha sido sede de cuatro finales de Copa de Europa.

Eso parece importarle sólo a unos pocos Bergamaschi. La totalidad de la población de Bérgamo es de apenas 125,000 personas, pero cerca de 40,000 hinchas del Atalanta viajan hasta Milán. Quienes no van hasta San Siro, se congregan en bares como el de Igor; quienes viajan, consiguen amplia compañía en la carretera. Normalmente, un viaje en auto hasta Milán dura 45 minutos; en esta noche, el trayecto desde Bérgamo requiere de hasta tres horas.

Fabio Pisani llega a Milán cerca de las 5 p.m., aproximadamente cuatro horas antes del pitazo inicial. Fabio, al igual que Igor, se crio en Bérgamo y el hogar de su niñez estaba apenas a 200 yardas de distancia del estadio. Fabio recuerda con toda claridad cuando tenía 5 años y un domingo, le preguntó a su padre: "Papa, ¿por qué hay tanta gente en la calle?" Su padre simplemente señaló hacia la Curva Nord, el ala norte del estadio, donde siempre se ubican los aficionados más intensos. Fue un amor instantáneo. Fabio, que ahora está cerca de cumplir 50 años, ha pasado varias décadas presenciando partidos en la Curva Nord. Su catálogo de recuerdos del Atalanta es sumamente extenso. En una ocasión, llega a rememorar un empate 2-2 con el AC Milan en 1982.

Fabio y sus amigos caminan en dirección al San Siro, partiendo del café donde han bebido y cantado. Decenas de hinchas del Atalanta llegan en las docenas de autobuses provenientes de Bérgamo. Otros van en auto o por tren, arribando al estadio en el metro de Milán o en taxis. Dentro del San Siro, los hinchas se agolpan hombro con hombro, gritando la letra de "Viaggare per l'Italia Seguendo Te", o "Viajar por Italia siguiéndote".

"Vivo para amarte / y nunca te traicionaré", corean. "Y con mi corazón en la garganta / cantaré por ti. ¡Ale, Atalanta!"

El ambiente es delirante. Todos sonríen, ríen y gritan. Los desconocidos arrojan sus brazos sobre los hombros de otros. Es toda una festa. También hay niños de todas las edades metidos entre la muchedumbre, a pesar de la avanzada hora de la noche. Entre ellos, se encuentra un pequeño infante llamado Edoardo, cuyo padre sube a redes sociales la nota que envió a la escuela de su hijo, informándoles que Edoardo se ausentaría por todo un día debido a motivos "histórico-culturales". "Vivirá un día que pasará a los libros de historia de Bérgamo, acompañado de su padre", reza la misiva. Hasta Giorgio Gori, alcalde de Bérgamo, retuitea la publicación con un mensaje de aprobación y la etiqueta #GoAtalantaGo.

Gori también está presente para ver el partido, sentado junto a su hijo. El alcalde tuvo un día repleto de citas de trabajo, incluyendo una reunión con el ex primer ministro de Italia Paolo Gentiloni; sin embargo, a las 6:30 p.m. había salido de las puertas de la alcaldía, para meterse en su auto y partir rumbo a Milán, como todos los demás. El hijo de Gori tiene 23 años y estudia en Holanda, pero el Atalanta les une, ya que viven separados. "Ese partido", expresa Gori, quien suena como un padre orgulloso, "fue un momento de unión extraordinaria entre nosotros, a nivel personal y emotivo".

La acción del partido es eufórica. Para clasificar a cuartos de final, el Atalanta necesita marcar más goles que el Valencia en sus encuentros de ida y vuelta, el primero a disputarse en Italia y el segundo, en España. Con 180 minutos de fútbol por jugar, el Atlanta, el mayor intruso, apenas necesita de aproximadamente un cuarto de hora para demostrar que pertenecen a la gran cita del fútbol europeo de clubes. Hans Hateboer, defensor de origen holandés, convierte para abrir el marcador. En las tribunas, la sorpresa se entremezcla con el éxtasis. Después, Josip Ilicic marca otro gol. Y Remo Freuler. Hateboer vuelve a marcar y de repente, pareciera que el estadio San Siro está a punto de venirse abajo.

Los hinchas del Atalanta están fulgurantes. ¿Cuatro goles? ¿En Champions? ¿Nuestros? Éste es un equipo cuya nómina total apenas roza lo que Cristiano Ronaldo devenga por sí solo. Éste es un equipo que ni siquiera jugaba en la Primera División de Italia para 2011. Éste es un equipo que tenía probabilidades cercanas a 100-1 de ganar el torneo antes de iniciarse y ni siquiera aparecía en la primera página de los registros de las casas de apuestas.

Ahora, son la noticia más positiva de todo el fútbol, el intrépido recién llegado cuyos hinchas no tienen interés en simplemente estar contentos por haber llegado a estas instancias. Fabio apenas puede ver cómo el tercer y cuarto goles cruzan el arco porque hay tanta gente saltando, cantando y gritando; tanta cerveza volando por toda la zona donde se ubicó, con los Bergamaschi agolpados tan de cerca, como si todos compartieran un mismo rostro.

El marcador final es 4-1 y mientras el alcalde deja el estadio esa noche acompañado por su hijo Gori, ya comienza a planificar qué hacer para la vuelta. La atmósfera dentro del estadio fue increíble, piensa Gori. Entonces, ¿no sería maravilloso armar una pantalla gigante en el centro de Bérgamo para presenciar el partido dentro de unas semanas?

Todos volverían a congregarse, pensaba Gori. Otra festa, celebrada esta vez en la Plaza Mayor de la ciudad. Será magnífica.

EN ESTE MOMENTO, es importante reiterar: corría el 19 de febrero. A pesar de que ya estábamos acostumbrados al ritmo frenético de las noticias sobre el coronavirus, para ese momento seguía siendo algo nuevo, ajeno, que ocurría en el extranjero. ¿Debería haber un indicio? Tal vez. Pero es de humanos mirar de reojo por el mayor tiempo posible a algo que infunde temor.

Para el 19 de febrero, la población de Bérgamo veía el virus como algo que sucedía en China, diciéndose unos a otros: "Muy bien, se encuentra a 15.000 kilómetros de distancia y no es asunto nuestro", afirma Andrea Losapio, periodista que ha cubierto noticias locales en Bérgamo durante varios años. Ese 19 de febrero, según cuenta Andrea, la proporción de informaciones entre el triunfo del Atalanta en Champions y las historias sobre el coronavirus era de "al menos 10 a 1".

Como es obvio, dicha proporción cambió radicalmente después del partido, y Gori no titubea en afirmar que "la semana después del partido fue una de las semanas más extrañas de toda mi vida". El 20 de febrero (día posterior al encuentro), Gori se entera del primer caso reportado de COVID-19 en una población cercana. El 21 de febrero, se reporta 14 positivos adicionales en la región de Lombardía, entre ellos el médico que atendió uno de esos casos iniciales. El 23 de febrero, se identifican los dos primeros casos en Bérgamo.

"Después, ¿qué sucede, día tras día?", dice Gori. "Más y más".

Al principio, Gori y otros funcionarios de Bérgamo no se inmutan. Mantienen sus discusiones con respecto a la organización de la fiesta al aire libre, para ver el próximo partido del Atalanta en Champions.

A las 11 p.m. del 5 de marzo, Gori revisa sus correos electrónicos y lee una nota de un funcionario regional de salud pública a quien no conoce: "Alcalde, tengo que explicarle lo que realmente ocurre ... Tiene que darse cuenta de lo que realmente está pasando".

A altas horas de la noche, casi a punto de dormir, Gori siente escalofríos al leer este correo electrónico, en el que le informan sobre la propagación exponencial y una posible escasez de equipos de protección personal, junto con el potencial de un colapso de los hospitales, abrumados por la aplastante demanda. En cuestión de semanas, la predicción se hace realidad, al pie de la letra. Asciende la cifra de positivos. Problemas de recursos. Hospitales colapsados.

Para el 24 de marzo (aproximadamente un mes después del partido) cerca de 7,000 personas en Bérgamo han dado positivo, con más de 1,000 fallecidos. El 27 de marzo, el diario The New York Times publica un artículo que describe en detalle la devastación sufrida por Bérgamo, que esencialmente es la primera ciudad del hemisferio occidental en ser completamente arropada por el COVID-19. El titular cita al director de una funeraria local: "Cargamos con los muertos, desde la mañana hasta la noche". Un diario local dedica temporalmente la totalidad de su sección de noticias a la publicación de obituarios.

La relevancia del partido Atalanta-Valencia en la propagación del coronavirus en Bérgamo se convierte rápidamente en un tema divisivo. Fabio, el hincha que se crio a cientos de metros del estadio, dice que, desde el principio, algunas "personas en Italia nos ven como gente mala, como las personas que van por ahí propagando el virus". Un neumólogo de Bérgamo fue citado por el rotativo italiano Corriere della Sera al catalogar al partido Atalanta-Valencia, disputado ante la presencia de 40,000 almas congregadas en las tribunas, de "bomba biológica".

No sorprende entonces ver que dicha retórica cobró auge. Algunos ven el encuentro futbolístico como símbolo de todos los errores cometidos en Bérgamo, si no como síntoma principal. La agencia de noticias Associated Press publicó un artículo en el que calificó al cotejo Atalanta-Valencia como "Partido Cero". Cerca de la tercera parte de la plantilla y cuerpo técnico del Valencia dieron positivo tras su regreso a España.

Sin embargo, la explicación científica no es tan simple. Aún se deben efectuar análisis complejos sobre los patrones de dispersión de aerosoles en entornos al aire libre. Sin embargo, el aspecto positivo, a criterio de la Dra. Seema Lakdawala, viróloga de la Universidad de Pittsburgh, es que a pesar de que los hinchas que saltaban unos sobre otros en el San Siro probablemente no representen un buen escenario para evitar la tentativa transmisión del virus, tampoco es necesariamente lo peor entre lo vivido por los habitantes de Bérgamo.

De acuerdo con la Dra. Lakdawala, restaurantes y bares, tales como el establecimiento de Igor, "se acercan más al escenario de desastre", porque "cada vez que hablas, respiras [y] gritas, expulsas virus y aerosoles ... [los cuales] permanecerán en el aire por mayor tiempo, especialmente en espacios mal ventilados". La experiencia del estadio [vivida al aire libre] constituye un riesgo menor, según afirma la especialista.

El Dr. Guido Marinoni, quien ha ejercido por largo tiempo como médico de familia en Bérgamo y es presidente de la Asociación Médica de la región, considera que la mayor fuente de preocupación radica en todos los autobuses, trenes y subterráneos abordados por los hinchas del Atalanta. Nuevamente hablamos de espacios cerrados y contenidos. Marinoni cree que, si bien el partido en sí pudo haber sido un "acelerador" para el deterioro de la situación de salud en Bérgamo, "no fue el único evento masivo que pudo haber influido sobre la situación".

Con la ventaja que nos da mirar eventos en retrospectiva, la conclusión parece ser válida. Asimismo, vale la pena mencionar que en aquel momento no se habían implementado medidas que exigen el uso de mascarillas, o cuarentenas, o rastreo de contactos. No obstante, algunos consideran que dicha distinción no hace mayor diferencia. Al nivel más básico: si una ciudad arde en llamas, ¿acaso importa qué fue la cerilla y qué la gasolina?

Lo único indiscutible es la rapidez de los contagios. Veinte por ciento de la población de Bérgamo que asistió al encuentro en el San Siro terminó mostrando algún síntoma de COVID-19 en cuestión de pocas semanas. Entre ellos se encuentra Fabio. Tiene fiebre alta, aunque afortunadamente, sus síntomas no se agravan. Mientras se recupera, aislado, hace seguimiento al sufrimiento que se apodera de su teléfono celular.

Todas las mañanas, según cuenta Fabio, se despierta y revisa un grupo de mensajes de texto, conformado por sus amigos en Bérgamo. Y cada mañana, por 16 días consecutivos, recuerda que "me sentía obligado a darle el pésame a alguien" tras el deceso de un padre, o pariente político, tía o tío.

Igor, el dueño del restaurante, también cae enfermo. Sus síntomas son más serios. Una ambulancia llega a su casa, porque no puede inhalar del todo. Es llevado a un hospital de Bérgamo, pero se encuentra totalmente lleno. Permanece allí solo una noche; luego es entubado y trasladado a un hospital de Milán, donde hay una cama disponible. Es ingresado a una sala de casos de emergencia.

"Constantemente, ingresaban los enfermos", expresa Igor, "gente enferma, esparcida por todos lados, y lo que te hacía ..."

En ese momento, se corta su voz. Sus ojos se humedecen de repente. Siente que todo vuelve a suceder. Guarda pausa, se toma unos latidos, moqueando, tratando de recobrar la compostura. Pasa a describir el horror que presenció:

Varias personas, en camillas a su alrededor, boca abajo, temblorosos. Alzaban sus manos. Se sentían tan desesperados, según recuerda Igor, como si trataran de ingresar el aire a sus pulmones con sus dedos. "No podían respirar", dice finalmente Igor. "Básicamente, los vi tomar sus últimos respiros. Tantas personas, sobre aquellas camillas, sólo arropados con cubiertas blancas".

Igor pasa un mes hospitalizado (con dos semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos) antes de ser dado de alta. Sabe bien que es uno de los afortunados. Pero ese periodo de tiempo es solo físico: la recuperación total, obviamente, requiere de mucho más tiempo y esfuerzo. Incluso, tras haber vuelto a respirar a plenitud, Igor tiene que buscar la forma de salvar a su restaurante. Cómo cuidar de su familia y de sí mismo. Cómo no sentir temor.

El proceso de recuperación representa trabajo, afirma Igor, y eso es en definitiva lo que Gori, el alcalde, señala como la salvación de su ciudad. El trabajo. Incluso, en medio de una crisis sin precedentes, afirma Gori, los Bergamaschi son siempre capaces de recurrir a lo que mejor saben hacer. Se organizan. Miles de ellos se ofrecen como voluntarios. Distribuyen mascarillas. Donan alimentos y medicinas a los adultos mayores. Montan, en cuestión de semanas, un hospital improvisado en el complejo ferial de Bérgamo para ayudar a aliviar la sobrecarga de los centros de salud.

Trabajan. En medio de cuarentenas y confinamientos, a pesar de los cierres de escuelas y restricciones a los comercios, en medio de los picos y mesetas de las cifras de infectados, trabajan. Trabajan para mantener su ciudad unida.

EN 2018, ATALANTA inició un programa en el que envían una pequeña camiseta de réplica y dos botellas de fórmula infantil a los familiares de cada bebé nacido en Bérgamo y sus áreas circunvecinas. La idea era simple: Por estos lados, ser hincha del Atalanta es poco menos que un derecho por nacimiento.

"La relación entre la ciudad y su equipo de fútbol es más fuerte que cualquier otra situación que he visto", expresa Gori. "Es un compromiso pleno, una identificación total".

Es por ello, según afirma Gori, que no es una perogrullada típica de un político afirmar que el Atalanta fue un "arcoíris" para su ciudad durante la pandemia, un faro que les ayudó a distraerse del horroroso presente y, tal como lo califica, "nos sugiere un mejor futuro".

En junio, más de tres meses después del partido contra el Valencia, Atalanta perdió a manos de la superestrella Neymar y su París Saint-Germain en cuartos de final de Champions League, en un encuentro reñido. Algunos se preguntan si éste será el final del cuento de hadas del Atalanta, pero después de un (sumamente) breve receso veraniego, el Atalanta empezó la nueva temporada tal como terminó la anterior. Ganó sus tres primeros encuentros. Anotó 23 goles en sus primeros ocho compromisos. Dio la sorpresa contra el Liverpool, superpotencia del fútbol inglés, en un encuentro de fase de grupos de Champions.

Obviamente, no hay estadios a casa llena. No hay cánticos ni himnos; sin embargo, los partidos siguen disputándose, la conexión se mantiene. Fabio, quien actualmente vive en Nueva York por razones laborales, ve los partidos en su computadora. Debido a que las transmisiones ahora son mucho más silenciosas, gracias a la ausencia del ruido de la muchedumbre, a veces puede escuchar las campanas de la iglesia ubicada a las cercanías del estadio. Era su iglesia cuando crecía, nos cuenta. Le recuerda a su hogar.

Igor también mira el partido, conversando con otros dueños de restaurantes sobre el momento cuando, finalmente, la vacuna contra el COVID-19 estará ampliamente distribuida, al punto que podría volver a abrir las puertas del Hog. Ha perdido una cifra cercana a los 700,000 euros durante esta crisis; a pesar de ello, nunca ha perdido su fe en Bérgamo. Mientras se levantan las restricciones, según afirma, está pensando en abrir una segunda sede. "Seria agradable tener un bar lleno y comer muchas hamburguesas Hípster", afirma.

Si hay una frase que no se oye con frecuencia en boca de los Bergamaschi es "la vuelta a la normalidad". Eso no existe. No aquí. No puede ocurrir en un lugar que ha perdido tanto. Cerca de 28,000 personas han perdido la vida en Lombardía, la región de la que forma parte Bérgamo. A esta ciudad, a esta gente, les han ocurrido demasiadas cosas como para imaginarse un regreso (una reanudación) de algo.

La próxima semana, el Atalanta volverá a jugar en fase de eliminación de Champions League, y volverá a enfrentarse a un equipo español. En esta ocasión, su rival será el Real Madrid, uno de los titanes de Europa. El encuentro se escenificará en el propio estadio del Atalanta, allá en la Città Alta. Se han hecho suficientes mejoras, al punto que el viejo estadio ahora cumple con los estándares exigidos por la UEFA.

Esa noche, el estadio no estará a plena capacidad; e incluso, cuando pueda volver a llenarse, será imposible sentir lo mismo. El amor por el Atalanta no decaerá, pero eso no significa que no pueda cambiar.

Por eso, cuando el estadio vuelva finalmente a abrir sus puertas, por supuesto que volverán. Igor, Andrea, el Dr. Marinoni ... hasta el alcalde Gori y su hijo. Pero no volverá a ser como antes. Habrá vacíos. Fabio volverá a ubicarse en la Curva Nord; pero cuando vea a un lado, o por detrás de él, o hacia las gradas de abajo, no podrá ver todos los rostros que ha visto por tantos años. Hay pérdidas por doquier. "Diego, Bruno, Evan, Marco", menciona. Apenas son cuatro de los nombres por los que guarda luto.

"Será duro", expresa Fabio, con respecto a un regreso al estadio. "Duro, pero también será una ocasión feliz. Feliz, porque necesitamos ser felices. Felices, porque estaremos allí y los recordaremos".

Es la única opción. Cantarán, dice Fabio. Gritarán. Cantarán "Viaggare per l'Italia Seguendo Te", gritando juntos la letra, sin importar la distancia que deban mantener por motivos de seguridad. Cantarán tan duro como sea necesario, para compensar la ausencia de quienes no pueden cantar junto con ellos.

Cerca o distantes, con o sin mascarillas, el amor de un Bergamasco por su Atalanta es irrompible. La camiseta, siempre sudada.