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Sin rechazar la vanidad

La vanidad es un componente demasiado poderoso, que de ser utilizado en pequeñas y correctas dosis rinde grandes frutos

En mayor o menor medida, estoy seguro que todas las personas reconocemos en nosotros mismos ciertas características que nos hacen sentir orgullosos. Como seres humanos, repito, algunos más y otros menos, precisamos ser reconocidos o considerados por los que nos rodean. Ser vanidoso tiene mala fama socialmente, pero para un trabajo público, como el de futbolista o entrenador, es una cualidad fundamental para sobrevivir en el entorno.

No recuerdo exactamente a quién le leí la siguiente frase, pero debo de reconocer que no es mía: "como entrenador, con lo único que no te puedes meter es con la vanidad del futbolista" (y con su bolsillo agregarían algunos, pero no es el tema).

En mi firme convicción de poner a la par a artistas y futbolistas, no concibo criticar la obra, el desempeño de un jugador, en público por más beneficio inmediato que eso me pueda acarrear. El fútbol profesional pertenece a la industria del espectáculo, por ende, cualquier aficionado tiene derecho de ejercer su opinión sobre el producto mostrado, aunque carezca de fundamentos. Refiriéndose a la actuación en específico de un jugador; su entrenador, el entrenador rival, un ex entrenador, algún entrenador-comentarista, tienen una responsabilidad totalmente distinta a la del fanático y cada que emiten una opinión tienen que dar gala de ello.

Se requiere valor y aplomo para salir a la cancha, ya sea en día de entrenamiento o de competencia, y ponerse a prueba contra otros sujetos que tienen el mismo objetivo que uno. El futbolista profesional está en continua competencia, de lunes a viernes, por hacerse de un lugar en el once inicial y los fines de semana por superar al rival y obtener la victoria. Cabe resaltar que en muchas otras disciplinas o entornos profesionales basta ser la mejor versión de ti mismo para ser exitoso, pero en el deporte profesional en ocasiones eres superado a pesar que mostraste el máximo de tus capacidades.

Más allá del dominio de metodologías y conocimientos sobre sistemas tácticos y estrategias, la labor del entrenador, bien es sabido, que se basa en gestión de recursos humanos. Una de las formas de dicha gestión de recursos es el alinear las vanidades de todos los integrantes. De qué forma el líder hace que este orgullo, propio de cada futbolista, juegue a favor del colectivo. Cómo lograr que el afán personal por ser reconocido converja con el objetivo del equipo. La suma de vanidades individuales y la coordinación de éstas es una gran fuerza que todo entrenador debe utilizar para enriquecer y robustecer la identidad del colectivo.

Soberbia, arrogancia y presunción son algunos conceptos con los cuales se relaciona a la vanidad. Soberbia, arrogancia y presunción con características a las cuales no me opondría si mis jugadores las exhibieran. Para competir en el más alto nivel es necesario una sólida creencia y convicción de que se es mejor a los compañeros en la competencia interna, o superior a los rivales para poder vencerlos. Entiendo que estas creencias de superioridad deben de estar fundamentadas, pero a niveles de alto rendimiento, en igualdad de circunstancias, siempre se imponen aquellos que más convencidos estén de que serán los vencedores, y para ello es necesario una dosis de vanidad.

Es cierto que mucho del éxito de la vida es encontrar el equilibrio, y cuando en temas de vanidad, la línea es delgadísima. La vanidad es un componente demasiado poderoso, que de ser utilizado en pequeñas y correctas dosis rinde grandes frutos, pero si te excedes en la medida seguramente será letal. Un buen líder, seguro de lo que quiere y a dónde se dirige, no tendrá problema en manejar a su favor este elemento. A mayor experiencia de los jugadores, mayor calidad. A mayor calidad aumenta su jerarquía. Los jugadores de jerarquía cuentan con considerable vanidad.

No cualquier entrenador tiene la capacidad de manejar planteles con vanidad, pero quien asume el reto con carácter y respetando esa realidad tiene gran parte de la batalla ganada.