Marcelo Michel Leaño deberá dosificar su discurso, o bien, por fin, respaldarlo en el terreno de juego.
Desde que Marcelo Michel Leaño asumió el cargo de entrenador de las Chivas, los discursos en conferencias de prensa y entrevistas por parte del estratega han parecido mas una campaña para tratar de convencer a los aficionados y a la prensa de sus conocimientos. Y aunque estoy seguro que se ha preparado y ha estudiado lo suficiente, el cargo le sigue quedando muy grande, no sólo por tratarse del equipo más popular del fútbol mexicano, sino porque él mismo ha puesto la vara muy alta.
Desde “callarle la boca a todos” en aquel clásico frente al América , hasta hacer que “el chivahermano se sienta orgulloso y representado por su equipo en cualquier cancha”.
Cuesta mucho trabajo realmente encontrar un partido de las Chivas en el que dichas palabras se hayan cumplido. Quizás los primeros 45 minutos del mencionado Clásico frente a las Águilas, y los primeros minutos del juego frente al Atlas hasta antes de las expulsiones. De ahí en más, poco o nada el equipo ha respaldado en la cancha lo que Michel Leaño pretende.
Sigo pensando que Amaury Vergara es el dueño, y como tal, está en todo su derecho de tomar las decisiones que mejor crea convenientes, pero me parece un desperdicio tener a Ricardo Peláez en la institución y no aprovecharlo dándole total libertad en la toma de decisiones. Pues a la distancia, da la impresión que Ricardo ha tenido que dejar las decisiones más importantes en manos de Vergara y el mismo Leaño.
La goleada sufrida ante Tigres caló hondo en una afición que se ha cansado de las promesas de campaña y que espera pronto un equipo que en verdad los represente y sobre todo dignifique la historia y jerarquía que Chivas ha construido a lo largo de los años.
El “Rebaño Sagrado” deberá mejorar, y pronto, su juego; pero también Marcelo Michel Leaño deberá dosificar su discurso, o bien, por fin, respaldarlo en el terreno de juego.