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El fútbol local como formador y potenciador de la Selección Argentina que jugará la final del mundo

Enzo Fernández y Julián Álvarez jugaban en River, Alexis Mac Allister lo hacía en Argentinos, Cuti Romero estaba en Belgrano y Nahuel Molina y Lisandro Martínez se desempeñaban en Defensa y Justicia ESPN.com

DOHA (Enviado especial) -- En junio de 2018, la Selección Argentina atravesaba su momento más conflictivo y alarmante del siglo XXI. Eliminada de una Copa del Mundo en la que vivió entre la acefalía y la pobreza futbolística, el futuro se veía muy oscuro. Sin embargo y contra todo pronóstico, la reconstrucción fue furiosa, absoluta e indiscutible. Con Lionel Scaloni y Lionel Messi a la cabeza, se formó un nuevo grupo que resignificó la identificación con la camiseta nacional, ganó la Copa América y está a un partido del sueño máximo en Qatar 2022.

En esa reparación histórica mucho tuvo que ver el fútbol local como formador y como concepto. Tantas veces criticada y desvalorizada, la liga argentina ha hecho un aporte invaluable a este plantel mundialista que representa al pueblo argentino como pocos lo han hecho. Jugadores que hasta hace meses paseaban su talento y jerarquía por nuestras canchas han brillado en los estadios qataríes con la misma personalidad que lo hacía en casa.

De los que han sido titulares en la mayoría de los partidos en el Mundial, seis futbolistas se desempeñaban en la Argentina cuando el seleccionado se despidió en octavos de final de Rusia 2018 frente al mismo rival del domingo en Lusail. Nahuel Molina estaba a préstamo en Defensa y Justicia; Cristian Romero alternaba en Belgrano de Córdoba y estaba a punto de emigrar a Italia; Enzo Fernández jugaba en la sexta división de River Plate; Alexis Mac Allister lo hacía en Argentinos Juniors; Julián Álvarez en la reserva de River y Lisandro Martínez era figura en Defensa y Justicia.

De la nueva columna vertebral del equipo, surgida en medio de esta Copa del Mundo, dos piezas clave trotaron nuestros campos hasta hace pocos meses. Enzo y Julián, figuras reconocidas por el planeta en este campeonato, dejaron River en julio de este año, hace solo cinco meses. Su último partido en su hogar fue el empate 0-0 contra Vélez que marcó la eliminación de la Copa Libertadores. Luego dieron el salto a Europa, donde no necesitaron tiempo de adaptación para brillar, cada uno en su club.

El fútbol argentino es uno de los más prestigiosos del mundo. Por más dificultades estructurales y de organización que tenga. La naturaleza territorial, social y cultural del país hace que sea muy difícil encontrar una forma de disputa que satisfaga a todos por igual. Desde hace más de cincuenta años se han cambiado las estructuras de los campeonatos una y otra vez sin resentir la competitividad ni la capacidad de formar talentos. La magia de nuestro juego no está en cómo sean los torneos, sino en la riqueza innata de nuestra tierra.

Molina, Romero, Fernández, Mac Allister y Álvarez son jugadores de una calidad indiscutible. Cada uno de ellos fue fundamental en algún momento de la Copa. Sus virtudes técnicas y físicas son fáciles de distinguir y han potenciado el rendimiento colectivo. Pero el gran atributo de los cinco es su carácter, su personalidad. Su fortaleza mental. Y no hay dudas de que buena parte de ese atributo intangible lo han ejercitado en el exigente ámbito local.

Salvo Julián, los demás vistieron camisetas de clubes acostumbrados a batallar, a jugar contra los poderes y contra los poderosos. A desafiarlos. En el fútbol argentino todos los equipos salen a la cancha con la ilusión de salir campeón. Con la convicción íntima y genuina de que el triunfo es posible. Y a partir de esos principios se genera una energía competitiva inigualable. La misma que llevaron a Qatar.

Enzo, Alexis y Julián no eran titulares antes del partido contra Arabia Saudita. Se ganaron el puesto por voluntad, talento y prepotencia de trabajo. Hoy son indiscutibles. Los mediocampistas marcaron goles fundamentales y sostuvieron al equipo en momentos clave del certamen y el número nueve viene de una actuación histórica en las semis frente a Croacia. Con cuatro goles, incluso sueña con ser el máximo goleador del torneo. Su descomunal fortaleza mental y anímica es suficiente para empujarlo hacia cualquier objetivo.

En estos tiempos en los que se buscan jóvenes criados en Europa porque allí las herramientas para la formación del futbolista son mucho mejores que en Sudamérica, Argentina alcanzó la final del mundo con un núcleo de jugadores que se nutrieron en el césped y la tierra de nuestro país. Que batallaron contra nuestros problemas y disfrutaron de nuestras bendiciones. Que son parte de nuestro pueblo y desde allí se fortalecieron. Que llevaran al partido contra Francia a cada niño de la patria que ha soñado con estar allí. Y que jugarán y lucharán por ellos hasta el final.