<
>

Vacío de mando, pero no de poder en la FMF

play
Ares de Parga: 'Yon es un hombre muy capaz y lo vamos a extrañar en muchas cosas' (0:34)

Rodrigo Ares de Parga dedicó unas palabras sobre la salida de Yon de Luisa de la FMF (0:34)

LOS ÁNGELES -- El futbol mexicano se apega a la descripción de Anderson Martins: “En tierra de acéfalos, el inteligente es rey”.

Y hoy, en el balompié mexicano hay un tipo que manda, pero no piensa: Emilio Azcárraga Jean. Y hay un tipo que urde, que piensa, pero no manda: Alejandro Irarragorri. Y hay un tipo que ni piensa ni manda, pero preside: Yon de Luisa. Tierra de nadie.

Sorprende y estremece la aparente y sonámbula calma que anestesia al futbol mexicano. La Federación Mexicana de Futbol está acéfala. Y hay un silencio hostil, huraño, como si a nadie le importara que el país será sede de las limosnas que le arroje Estados Unidos en el Mundial 2026. Como si no fuera la federación que más millones de dólares factura año con año en toda América, hasta antes del Mundial de Qatar, por encima incluso de Argentina. Con un ejército de patrocinadores en México y otro en EE. UU.

Porque esa es la realidad, a tres años y tres meses del Mundial, hay una parálisis obscena. Y es que hay tanto que hacer: estrategias fiscales; logística hotelera y de seguridad; prebendas gubernamentales; condiciones migratorias; mecanismos verdaderamente eficientes del Fan ID para nacionales y extranjeros; estrategias turísticas, hasta llegar a los cambios e incertidumbre en los planes sobre las remodelaciones al Estadio Azteca. Y una larga lista de etcéteras.

Tanto qué hacer y tanto quehacer, y nadie toma el mando. El báculo obispal de la FMF, en este momento, quema, lacera, ahuyenta, está maldito. Et voici, les clowns (Y aquí, los payasos), titularía Johannes Simmel.

1.- Yon ocupa aún la electrizada silla de la presidencia, pero es un espectro con menos vida que el padre de Pedro Páramo en Comala. Juan Rulfo lo habría añadido a su reparto.

2.- Irarragorri desterró y degradó a Yon desde antes del Mundial de Qatar. Él sabía del fracaso inminente con Gerardo Martino. Sin embargo, respaldaba al técnico argentino. ¿Por qué? Porque empuñaba la piedra mágica que aniquilaba dos pájaros de un viaje.

3.- Mikel Arriola, tras su fracaso político como priista caduco, hace su propia campaña. Husmea entre los dueños de equipos. Seduce con la misma gracia de una hiena. Quiere el hueso que dejó sin roer Yon de Luisa. Tal vez aún no lo sepa, pero su encanto tiene la agria tersura de un limón.

4.- Emilio atiende su principal negocio. Hoy el impacto financiero y social de su televisora suscitaría una mueca de decepción en su padre, El Tigre. El futbol, para él, es menos importante que La Rosa de Guadalupe. Él tiene ya sus actores para anunciar en mayo el reparto estelar de la nueva FMF, la aciaga Celestina del fracaso en 2026.

Pero hay una aparente calma. Nadie se mueve públicamente. Lo hizo Irarragorri en una improvisada, inexplicable, infausta y desafortunada conferencia de prensa, y después eligió cierto silencio, a no ser retar a Arturo Elías Ayub en la timidez de un tweet.

Esa calma es un síntoma de resignación, de rendición y de abnegación. Nadie sabe qué va a pasar, pero todos saben cómo va a pasar. En la última semana de abril, la nueva mesa directiva de la FMF será presentada íntima y clandestinamente a sus lacayos, los otros propietarios de equipos. Claro, en mayo, al final de la #YuntaDeDueños (díxit Sven-Göran Eriksson), habrá humo blanco en la chimenea y humo negro y falaz en el discurso: “por unanimidad, ha sido electo…”. Vítores. Caravanas. Besamanos. Hábitos del servilismo.

Lo verdaderamente triste, en este montaje sórdidamente majestuoso de canibalismo en el futbol mexicano, es que pierden de vista la oportunidad histórica que representa el Mundial 2026 para el futbol mexicano, en todos los ámbitos, especialmente el deportivo. La Selección Nacional jugará de local todos sus partidos, los que sostenga en México, y si avanza, en Estados Unidos. Ese es un privilegio que ni siquiera Estados Unidos puede tener garantizado.

Además, el Tri tendrá tres momentos clave para poner a punto a su equipo: la Copa Oro 2023, la Copa Panamericana o de Todas las Américas 2024, y la que promete ser una fastuosa Copa Intercontinental en el 2025. Recuérdese que, entre marzo de 2023 y mayo de 2026, México disputará al menos treinta partidos, entre oficiales y amistosos, y un número respetable de microciclos, los mismos que les negaron, por ejemplo, a Juan Carlos Osorio y a Gerardo Martino.

Curiosamente, Martino se ha quitado la mordaza en un podcast titulado Olfato de gol. No descubre el hilo negro sobre la multicancerosa situación del futbol mexicano, pero da algunas pistas, aunque, al final, bajo la filosofía imperturbable de Mafalda, “todo lo que dice es tan cierto, que no sirve para nada”.

El Tata asegura que su diagnóstico pueril, simplón, tardío, como llanto de viuda, se lo hizo saber reiteradamente a Yon de Luisa, pero desliza sus sospechas sobre si el mensaje fue entregado a los dueños de equipos. Pobre Martino, cuatro años amamantándose de México, y nunca entendió quién manda ni cómo manda en su futbol. Se avorazó con la ubre del anonimato.

Hoy, a tres años y tres meses del Mundial 2026, hay un vacío de mando, que no de poder, en la FMF. Y así seguirá hasta mayo. Y pensar que aún hay un sector de afición y medios que se ilusionan con esa Copa del Mundo. Pocos, pero los escépticos coinciden con Vanesa Martín: "No reces si la fe ya no te importa...".

En tanto, quienes teóricamente son dueños de la selección y del balón, aunque viven en el sumiso y acobardado despojo, los propietarios de clubes, voltean la mirada, para que el espejo no les regrese los rostros de la humillación.

“Los que se mueren en el desierto no van al cielo sino al mar”, dice Ulises en La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez. Y el futbol mexicano tiene muchas tumbas en su desierto.