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La propuesta de la FIFA de un Mundial bienal puede ser defectuosa, pero abordaría la desigualdad entre las naciones futbolísticas

"Es todo por el dinero". Seguramente habrás oído a los críticos hacer esta afirmación sobre la propuesta de la FIFA de organizar una Copa Mundial cada dos años, y ¿adivina qué? En gran medida lo es. Y, desde el punto de vista de la FIFA, no hay nada de malo en ello. Su misión principal es, literalmente, "desarrollar el juego, tocar el mundo, construir un futuro mejor".

Todas esas cosas requieren dinero o, al menos, son mucho más fáciles de hacer con dinero. Los fondos de la FIFA -sobre todo el Programa Forward- son prácticamente la única fuente de ingresos para la mayoría de las federaciones del mundo, y dado que la Copa Mundial básicamente es la única fuente de ingresos de la FIFA para financiar a sus federaciones miembro, ¿por qué no querrían tener el doble de Copas Mundiales cada cuatro años?

Tengo un colega a quien gusta decir "FIFA va a ser FIFA", y tiene razón. Quejarse de que la FIFA quiera crear más competiciones para generar más ingresos y así poder repartir más dinero entre sus miembros es un poco como quejarse de que un sindicato busque mejores salarios y condiciones laborales, o de que un fondo de inversión privado exprima un activo para maximizar los beneficios en nombre de sus clientes. Puedes llamarlo codicia o ansia de poder o lo que quieras, pero entra de lleno en su ámbito de actuación. Y, francamente, se alinea muy bien con los intereses de sus asociaciones miembros.

Alrededor de dos tercios de los países miembros de la FIFA no cuentan con una liga profesional masculina, y gran parte del otro tercio que sí tiene una liga profesional ofrece instalaciones, salarios y condiciones de trabajo que están más cerca de la League Two inglesa que de la Premier League o LaLiga. Estos países sienten que no pueden contar con un crecimiento orgánico del fútbol de clubes -la hoja de ruta que construyó el fútbol en Europa y América del Sur- porque están demasiado atrasados. En un mundo globalizado, muchos patrocinadores y emisoras prefieren gastar dinero en productos establecidos que en lo que tienen su propia puerta.

La próxima vez que veas un partido de la Premier League, observa cuántos patrocinadores vienen de fuera, no sólo de Inglaterra, sino de Europa occidental. O considera el hecho de que incluso en la mayor economía del mundo, Estados Unidos, los derechos de emisión de la principal liga profesional local (Major League Soccer) valen menos que los de la Premier League, LaLiga española y la Serie A italiana. Lo que ven estas federaciones es que el dinero de sus propios países se filtra a través de patrocinadores y emisoras hacia las grandes ligas europeas, y se preguntan: ¿cómo podrán competir si hasta sus empresas locales prefieren invertir en ligas ya ricas al otro lado del mundo?

Aquí es donde podrías sentirte tentado a decir: "Es una economía global, cállate y acéptalo". Es justo, pero no te sorprendas si la FIFA, cuyo poder deriva de sus 211 miembros, decide atender lo que la mayoría de sus asociaciones miembro quieren: más oportunidades para jugar partidos competitivos y ganar dinero para el fútbol de sus propios países.

Es un buen momento para señalar que no apoyo el plan de la Copa Mundial bienal propuesto por Arsene Wenger. Creo que tiene algunos elementos buenos, como la reducción de cinco a tres ventanas internacionales al año (o incluso dos, en la versión más radical), la reducción de la cantidad de partidos de eliminatorias para el Mundial, y la introducción de periodos de descanso obligatorios después de las competiciones de verano. También hay algunas cosas que no me gustan tanto, como el hecho que de pronto se vuelvan imprecisos en lo que hace a un Mundial de Clubes ampliado y dónde se situaría en el calendario, y el hecho de que un gran torneo internacional cada año podría canibalizar a los patrocinadores y la atención del fútbol femenino, y que incluso con el período de descanso, corremos el riesgo de sobrecargar al pequeño grupo de jugadoras de punta.

Ya que estamos, tampoco me gusta la forma en que se hizo: encargando (a petición de Arabia Saudita) un estudio de viabilidad con muy pocos detalles, y enviando a Wenger a predicar el evangelio de la Copa Mundial bienal por todo el mundo sin haber consultado antes con otras partes interesadas como las confederaciones, las ligas y los jugadores. Parece un juego de poder, y probablemente no sorprenda que la UEFA, CONMEBOL, FIFPro (el sindicato mundial de jugadores), el Foro de las Ligas Mundiales, la Asociación Europea de Clubes y una serie de otros organismos se hayan manifestado en contra.

Imagina que tu cónyuge te dice que hizo planes para vender tu casa y mudarse a una casa rodante sin previo aviso: "Cariño, hice planes para firmar los papeles la semana que viene, pero no te preocupes, me importa mucho lo que piensas... de hecho, puedes ayudarme a elegir la casa rodante en la que viviremos el resto de nuestras vidas". No es de extrañar, pues, dada la forma en que se presentó y ante lo que parecía ser un hecho consumado -Wenger llegó a decir que esperaba que todo esto se aprobara en diciembre-, que el Presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, haya planteado planes para boicotear el Mundial bienal.

Como suele ocurrir, esto parece ser una pulseada, y es posible que acabe con algún tipo de acuerdo de último momento. Sin embargo, el reloj sigue corriendo, porque el calendario de partidos internacionales -el memorando de entendimiento global entre clubes, ligas, asociaciones, confederaciones y la FIFA que determina cuándo se juegan los partidos- vence en 2024 y para evitar que se produzcan estragos (y pérdidas económicas, ya que hay que firmar contratos de patrocinio y derechos de prensa), debería haber un acuerdo cerrado a más tardar el año que viene por estas fechas.

Sin embargo, lo que hay que recordar es que cada parte interesada vela por los intereses de sus miembros. La FIFA está impulsando esto dados los intereses de la mayoría de las naciones de la FIFA (mayoría en número, no mayoría en términos del dinero que generan). Así lo demuestra el hecho de que la CONCACAF y la Confederación Asiática de Fútbol se hayan declarado "abiertas" a la propuesta. También lo hizo la confederación africana, mientras que, por lo que veo, la Confederación de Fútbol de Oceanía -y sus 11 miembros plenos de la FIFA- está contenta de conversar.

La UEFA y la CONMEBOL, que son quienes controlan la mayor parte del producto deseable (y lucrativo), actúan según el interés de sus accionistas. FIFPro y las ligas nacionales están haciendo lo mismo, lo cual, si lo piensas bien, es como debe ser: cada uno defiende lo suyo.

Pero la problemática principal no desaparecerá. El fútbol es muy popular en todo el mundo, pero el dinero fluye principalmente a dos continentes y, dentro de ellos, a un puñado de países en esos dos continentes (y, dentro de ellos, a un puñado de clubes, todos ellos en Europa occidental). Y no es sólo una desigualdad de ingresos; es una desigualdad de oportunidades, de desarrollo, de vías de crecimiento.

Dependiendo de tu postura política, puedes ver esto como un problema, o no. Eso está bien, pero no hay que culpar a la FIFA por abordar el tema y montar la narrativa de "los que tienen contra los que no tienen". Aunque su plan puede tener defectos, aunque la forma en que lo están impulsando sea equivocada y, tal vez, su interés final no sea puramente altruista (en el fútbol, como en la política, si controlas el dinero, controlas el mundo, y si el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, logra controlar un bote de dinero aún mayor, se vuelve aún más poderoso), están respondiendo a lo que creen que quieren la mayoría de sus miembros - en particular, los miembros más pobres y menos desarrollados que dicen estar sufriendo como resultado del statu quo.

Así que, sí, FIFA va ser FIFA, y aunque pocos de los órganos de gobierno del fútbol tienen una buena reputación -los últimos tres presidentes permanentes de la CONMEBOL (Nicolás Leoz, Eugenio Figuereido y Juan Ángel Napout) fueron acusados de corrupción y expulsados del fútbol, los últimos cuatro presidentes de la CONCACAF (Jack Warner, Lisle Austin, Alfredo Hawit, Jeffrey Webb) fueron acusados o inhabilitados, al igual que los dos últimos presidentes de la CAF (Issa Hayatou y Ahmad Ahmad), de Oceanía (Reynald Temarii, David Chung) y los últimos presidentes de la AFC (Mohamed bin Hammam) y de la UEFA (Michel Platini)- el nombre de la FIFA, como reconoce el mismo Infantino, sigue siendo "tóxico" para muchos, que es lo que ocurre cuando hace seis años estuviste a punto de ser designado como una "organización criminal" por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Pero eso no significa que, al defender a sus miembros más pobres -que son la mayoría-, no estén haciendo su trabajo. Y esa defensa por sí sola no puede ser la razón para oponerse a sus planes.