Por la Liga Sanducera. Siendo campeón con Peñarol en el Uruguayo, la Libertadores y la Intercontinental. Su paso fugaz por el Barcelona, su mejor momento en River. Sumando Uruguayos, Libertadores e Intercontinental con Nacional. El título con Defensor Sporting.
Ser ídolo como entrenador en Olimpia de Paraguay con dos Libertadores y una Intercontinental. El lío de los repatriados en la selección uruguaya, el ‘Qué me tirás Cubilla’ del hincha de Huracán cuando era técnico de Talleres y aquellas pelotas para hacer goles de maravilla. Todo a puro amague, todo con extraordinaria soberbia en juego y en su personalidad. Tantas opciones para recordar a Luis Alberto Cubilla como incontables historias y gambetas para zafar de su marcador.
“Dante Panzeri definió al fútbol como ‘el arte de lo imprevisto’ y tomó a Oscar Más, el puntero de River, como el prototipo de ese fútbol lleno de variantes, reacio a ser enseñado, imposible de ser esquematizado. Pudo haber tomado también a Luis Cubilla, otro jugador que en la práctica muestra un fútbol desobediente a toda rutina”.
Así se describía en 1970, previo al Mundial de México, a una de las grandes figuras de la selección uruguaya en el fascículo número 26 de la colección ‘100 años de fútbol’. “Es de los que eluden en una baldosa, en un pañuelito”, se agregaba sobre Cubilla, nacido en Paysandú el 28 de marzo de 1940 y fallecido en Asunción del Paraguay el 3 de marzo de 2013.
Su historia con el fútbol comienza escapándose de su casa para ir a la cancha de la Liga Sanducera, para observar un partido, hasta que la policía lo llevó a su casa cuando tenía apenas tres años. En su tierra comenzó a jugar en Colón en la Segunda División de Paysandú y con 17 años ya se incorporaba a Peñarol. En 1959 se afianzó como titular cambiando de posición: pasando de número 8 a puntero derecho, sitio que no dejaría a lo largo de toda su carrera.
“Cubilla fue un líder tanto fuera como dentro de la cancha, un jugador muy capaz, tácticamente un superdotado porque leía muy bien el juego, siempre quería la pelota y hacía jugadas de gol. Él tenía una confianza impresionante en sí mismo”, le recuerda a ESPN Roberto Matosas.
Matosas fue compañero de Cubilla en Peñarol (donde ambos fueron grandes partícipes del primer quinquenio del Carbonero y campeones de las Libertadores de 1960 y 1961 y la Intercontinental de 1961), en River y en la Selección Uruguaya.
Previo a jugar en el Millonario argentino, Cubilla tuvo un paso por el Barcelona de España, donde no tuvo continuidad. “Después de tanta pobreza no estaba preparado para un cambio así, eso fue lo que pasó. Además Kubala era el técnico y no me quería: como habíamos tres extranjeros y sólo podían jugar dos, el que quedaba siempre afuera era yo”, le contaría Cubilla al periodista Néstro Pallares en 1979 para el especial ‘Estrellas Deportivas’ de El Diario.
Luego de Barcelona retornó a Sudamérica para jugar en River. En el mismo ejemplar Cubilla recordó que previo a su primer clásico ante Boca con la camiseta millonaria todos le decían: "Uruguayo, tenés que meter como loco". Y Cubilla, acostumbrado a los clásicos charrúas, reaccionó de mala manera cuando un jugador de River y de Boca se amagaron con "agarrarse a trompadas".
“Salí hacia ellos como una tromba. Al primero que encontré por el camino (que era Rojitas) le pegué una trompada. Enseguida di un paso atrás para seguirla, cuando me doy cuenta de que todos estaban parados mirándome y nadie se peleaba. Demás está decir que me echaron y además fui preso, me salvó el mismo Rojas declarando que yo había tirado un manotazo y le había pegado sin querer”.
Luego de su brillante pasaje por River, que no pudo coronar con ningún título, llegó a Nacional, donde obtuvo los Campeonatos Uruguayos de 1969, 1970, 1971 y 1972, y la Libertadores y la Intercontinental de 1971.
Ya retirado llegó a comentar: “Yo siempre jugué porque me gustó el triunfo. Los campeonatos los disfrutan más los que rodean a una institución que los propios jugadores. Para ellos es el inicio, para nosotros, la culminación de algo que nos hemos propuesto”. Muestra de ello fue el Campeonato Uruguayo obtenido con Defensor en 1976, cortando por primera vez la hegemonía de los títulos obtenidos por Peñarol y Nacional en el profesionalismo uruguayo.
“Fue una prueba para demostrarme que todavía servía”, consideró Cubilla, que tras ese título se retiró del fútbol. Su técnico en el equipo de Punta de las Carretas, el ya fallecido profesor José Ricardo De León, sostuvo que Cubilla fue "un jugador para todas las épocas".
Al poco tiempo inició su carrera como entrenador, siendo Olimpia el primer club que dirigió. Ya en 1978 manifestaba: “Creo que el director técnico tiene que dejar de existir para dar paso al entrenador. El deporte se ha modernizado y con su tecnificación exige un conocimiento cabal de un montón de aspectos que antes eran ignorados”.
Además de las Libertadores de 1979 y 1990, y la Copa Intercontinental de 1979, dirigiendo al elenco paraguayo ganó diez títulos locales. Esos títulos le valieron en 1991 ser elegido como seleccionador de Uruguay, a quien había defendido como jugador en tres mundiales (1962, 1970 y 1974).
Así narró el diario El País su paso por la selección: “Sus compromisos más cercanos eran la Copa América y las eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos. Cuando se aproximó el primero de esos torneos, Cubilla anunció que no integraría el plantel con los jugadores que estaban en Europa (Francescoli, Aguilera, Sosa, Fonseca y Herrera), lo que motivó una firme respuesta de estos: si no jugaban para la Copa América tampoco jugarían las eliminatorias. Se inició así un extenso conflicto entre el técnico y los ‘europeos’ que fue apenas ‘emparchado’ por la mediación de Hugo Batalla, por entonces Presidente de la AUF, muy poco antes de iniciarse las eliminatorias. Consecuencia: el ambiente en la interna celeste fue tenso, el desenvolvimiento en la cancha de la selección fue paupérrimo (incluidos los cinco ‘repatriados’), Cubilla fue removido de su cargo en plena disputa (se nombró a Ildo Maneiro para los últimos partidos) y Uruguay quedó, una vez más, eliminado de un Mundial”.
Dirigió en Argentina, Paraguay, Uruguay, Guatemala, Perú y Ecuador y fue su último equipo el Tacuary en 2012. Cubilla falleció apenas unos meses después ya al año siguiente, y continuó siendo recordado por su habilidad y su fuerte personalidad. Su nombre es referencia de una época gloriosa del fútbol uruguayo y sinónimo de un fútbol casi en su absoluta esencia de juego antes de convertirse en un gran negocio de estruendosa velocidad.
Los periodistas Carlos Naya y Erasmo Fried intentaron encerrar su figura entre algunas palabras (seguramente con mucho mérito y con poca suerte como cualquier marcador rival): “¿Sus defectos? Muchos y visibles. Pero a la hora de sacarse un marcador de encima; en el momento de ensayar ese pase o tiro que parecen imposibles, busque a Cubilla, porque Cubilla es fútbol”.