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Qué mal, LeBron

LeBron James dio a conocer con que equipo jugará en la NBA en un programa especial Getty Images

La decisión de LeBron James de abandonar a los Cleveland Cavaliers para unirse a Dwyane Wade y Chris Bosh en Miami, buscando formar un mega equipo que prácticamente le asegure ganar uno o varios campeonatos, fue una que me sorprendió.

La razón principal por la que me sorprendió, es porque esa decisión nos hace verlo de forma diferente al jugador y persona que quizás habíamos idealizado. La forma en que dio a conocer su decreto (con un antipático "especial televisado" de una hora de duración, con entrevistador y preguntas seleccionados por su equipo de trabajo, en un alarde burdo de auto importancia y promoción) también le resta mucho a "su marca" y me pareció una soberana metida de pata. En un momento, James pasó de ser un hombre y atleta altamente admirado a uno que será visto como sin convicción, oportunista, egoísta, desleal, timorato, mentiroso y poco inteligente.

En varias ocasiones me habían preguntado dónde pensaba yo que acabaría James luego de probar las aguas de la agencia libre y mi respuesta siempre había sido la misma: en Cleveland. Las razones que daba para inclinarme por la permanencia de LeBron en su estado natal eran debidas a una mala lectura que había hecho del carácter del hombre. Pensaba yo, equivocadamente desde luego, que este era un hombre maduro, de palabra, leal a sus raíces, competidor y negociante astuto. Basándome en esos parámetros llegaba a la conclusión de que no abandonaría a Cleveland, porque en ningún lugar tendría las oportunidades de hacer historia como en la ciudad vecina de su pueblo natal, Akron, Ohio.

En términos económicos era "no contest", como dicen en Castilla la Vieja; gracias a la cláusula Larry Bird, ningún equipo podía ofrecerle los 6 años de contrato y $120 millones que los Cavaliers podían darle para retenerlo. En cuanto a la lealtad que este atleta le debía a esta región, debemos reconocer que James ya había pasado hace rato de ser un simple jugador franquicia para convertirse en un ícono, un símbolo, la carta de triunfo de un estado y un par de ciudades en donde se había criado y que no precisamente pasan por un buen momento económico.

Se puede decir, sin exagerar, que la presencia de LeBron era fundamental como inyección financiera y de esperanza para toda esta región. ¿Qué eso no debía importarle a un jugador que simplemente debe mirar por lo mejor para si mismo? Quizás si hubiese sido un oriundo de Utah o California, que hubiese llegado a este equipo fortuitamente, ese argumento aplicaría; pero tratándose de un hijo de la casa, conocedor de la historia y los embates que ha tenido que soportar esta región, su responsabilidad era mayor.

¿Y que me dicen del competidor que, en el mejor momento de su carrera, perteneciendo a un equipo más que capaz de seguir luchando por títulos, quizás faltándole una que otra ficha para llegar a la ansiada meta, decide abandonar el auto a la orilla del camino y "coger pon" (frase muy boricua que significa dejarse llevar gratuitamente en el auto de otra persona) en el flamante vehículo de Dwyane Wade (en el que Bosh también recibe un aventón, dicho sea de paso)?

¿Se imaginan a Michael Jordan, en 1990, después de 6 años de carrera en los que no había llegado siquiera a una Final de liga, abandonar a los Bulls para unirse a los Detroit Pistons, porque con Thomas, Dumars y compañía hubiese sido más fácil ganar que teniendo que competir contra ellos?

Obviamente, nosotros hemos sobreestimado el espíritu competitivo de LeBron James y es ahora que nos damos cuenta que el suyo no está ni cerca del de Michael Jordan, Kobe Bryant, Tim Duncan o el mismo Wade, por mencionar unos pocos. Ni siquiera el refrán de "cabeza de ratón o cola de león" aplica en este caso, porque James ya era "cabeza de león" y sintió que la responsabilidad le quedaba grande.

Pero si fuéramos a tomar una sola razón por la que todos sus aficionados, los de Cleveland y los de todos los demás lugares, deberían sentirse altamente defraudados es que su ídolo resultó ser un soberano mentiroso.

Casi al final de la temporada regular de este año, cuando sus Cavaliers se encaminaban a tener una vez más el mejor registro de toda la liga y cuando la prensa, de forma imprudente, le preguntaba a diario sobre la posibilidad de que se marchara a Nueva York una vez finalizara su contrato "el principito" dijo estas palabras: "Yo tengo una tarea inconclusa, que es traer un campeonato a esta franquicia y a esta ciudad de Cleveland y no cesaré hasta conseguirlo".

De todo lo que se ha dicho de LeBron James y su derecho de abandonar a los Cavs para buscar nuevos y mejores horizontes, me parece que nada resume mejor la falta de carácter de este minúsculo hombrón que esas manifestaciones anteriores, que me imagino deseará no haberlas hecho nunca.