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¿Quién se hará cargo?

MÉXICO -- Por supuesto que Miranda de Nigris Guerra, de cinco años de edad, que pronto se dará cuenta que su papi está en el cielo, que ahora vive en una estrella y que está al lado de Dios, será protegida en primera instancia por su mamá, Sonia Guerra, hoy viuda de Antonio de Nigris, así como por sus abuelos paternos y maternos y sus tíos de iguales condiciones.

Claro que la niña no está sola. Pero lamentablemente para ella y para los 6,000 futbolistas que integran la comunidad de futbolistas profesionales o semiprofesionales de México, los huérfanos de los jugadores en este país están desprotegidos.

Las migajas que da la Comisión del Jugador son sólo una oportunidad para dar señales de vida y sirven para apaciguar su conciencia ya que se saben empleados de la Federación Mexicana de Futbol y por lo tanto subordinados de los altos ejecutivos de este organismo.

Hoy Miranda será rodeada del amor de su familia, una familia que tanto en el tronco De Nigris como en el tronco genético de los Guerra será súper protegida los siguientes meses.

Pero el tiempo irá pasando, el duelo se irá superando, la estampa del Tano se irá borrando... y Miranda tendrá que continuar sus estudios primarios, secundarios, prepararios y profesionales, antes de ser una mujer útil al país y a la sociedad mexicana.

Su papi, como los otros 6,000 futbolistas, no lograron integrar una masa uniforme que representara al gremio. Antonio de Nigris quizá porque pasó muchos años fuera del país y conoció comunidades más protegidas, donde los sindicatos de futbolistas son tan fuertes que suelen parar campeonatos cuando se cometen actos de injusticia contra sus agremiados.

Pero el futbol en México está bajo la voluntad de los dueños de equipos. Son empleados de lujo, altos ejecutivos que ganan más que los gerentes de sus empresas, que los directores, pero cuya vida profesional es breve e incierta, porque una lesión de trabajo o una enfermedad o en el extremo un fallecimiento, deja a la familia en completo desamparo.

¿Quién pagará la manutención de Miranda de Nigris, que hoy tiene cinco años y ya está viviendo uno de los peores dolores de un hijo cuando fallece su padre? ¿Y luego quién pagará sus estudios, los últiles escolares, las mensualidades en el colegio o las cuotas de las escuelas públicas? ¿Quién se encargará de pagar los sacramentos religosos? Y si queremos ir más lejos, ¿quién ayudará a su atribulada madre de organizar la fiesta de los 15 años, o quién la entregará en el altar al momento de casarse?

Hoy los futbolistas, los 6,000 que componen la primera división nacional, la Liga de Ascenso, la Segunda División Profesional, la Tercera División y hasta el Sector Aficionado (donde también algunos jugadores son amateurs de membrete porque en realidad cobran) deben hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el futuro de Miranda de Nigris y el futuro de todas sus familias.

Han dejado escapar dos oportunidades históricas en la lucha sindical por falta de valor y de conciencia gremial, una a principios de los setenta (aquella que enarbolaron Carlos Albert, Antonio Mota, Goyo Villalobos y algunos más que perdieron sus carrreras por desafiar a los dueños de equipos), y otra apenas el año pasado, cuando José María Huerta declinó por falta de quórum a continuar en la lucha.

Este universo de 6,000 futbolistas deben ver en el rostro de Miranda de Nigris los rostros de los hijos que ya tienen o los que tendrán. Crecerán, igual que Miranda, un un medio carente de garantías sociales, donde no hay jubilación, ni pensión vitalicia, ni fideicomisos de estudios, ni seguros de vida, ni nada de nada.

Ese es el mundo que le están heredando a sus familias los futbolistas en activo. El mismo mundo que hoy enfrentarán con valor Miranda de Nigris Guerra, su mami, sus abuelos, sus tíos y sus primos. Es el mundo de la indefensión.