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Efecto contagio

INDIAN WELLS -- Hay un virus que no llega en el correo electrónico que propone alargar partes del cuerpo. Un virus que está en el aire, accesible para cualquiera en el Valle de Coachella.

Así ocurre en estos casos: primero se minimiza el asunto; luego vienen las exageraciones. De no prestarle atención a creer que estamos en una película como Exterminio –aquella que comienza con un joven corriendo por una Londres vacía- o cualquiera que anuncie el fin del mundo por infecciones virales.

Indian Wells ya es el BNP Parasite Open, según el colega Ben, del New York Times, quien juega con el nombre del sponsor principal (BNP Paribas). Jugadores, entrenadores, ball-boys, managers, cualquiera que visite Palm Springs puede contraerlo. También me tocó a mí: horrible noche, despierto desde las 4, y algunas secuelas en el día, el baño como recurrente visita, y el obligatorio faltazo al torneo, allí donde había un par de entrevistas arregladas.

Hace dos días comenzó el conteo: la primera en manifestar problemas intestinales fue Bettanie-Mattek Sands, que sin embargo aguantó y pudo seguir. De a poco, fueron sumándose los abandonos por "intestinal illness" (enfermedad intestinal) y cada anuncio de un nuevo caso generaba sonidos de exclamación en la sala de prensa del Indian Wells Tennis Garden.

Comenzaron a surgir teorías y el primer culpable fue el restaurante que comparten tenistas con periodistas. Food poisoning, lanzaron algunos colegas, término que me causa gracia, ya que si alguien le pone "poison" (veneno) a la "food" (comida), imagino un libro de Agatha Christie o Hercule Poirot. Entiendo, el poison no es literal, significa intoxicación y no envenenamiento. También es el nombre de un grupo de glam metal de los '80, recordarán.

Rápidamente, el torneo distribuyó un comunicado del Departamento de Relaciones Públicas del Centro Médico Eisenhower, en el que dice que "hay un virus en el valle que resulta en síntomas de náusea y vómitos, fiebre y consecuente diarrea". De todo eso, hay que ver el lado positivo, me faltó la fiebre.

"Es limitado", continuo el informe, "y dura entre 24 y 48 horas. Se transmite por el aire y el contacto directo, no por comida". Cuando leí eso me quedé pensando si el apretón de manos a los colegas estadounidenses anoche, después de tomar unas copas en The Beer Hunter, pudo haberme contagiado, o si pude yo haberlos contagiado a ellos. Hasta lo que yo sé, los cinco estaban trabajando hoy. Mandaron mensajes de apoyo.

El Centro Médico informa que las visitas a Emergencias en el consultorio que poseen en el torneo crecieron un 15% en la última semana, la mayoría adultos y niños con esos síntomas. Las precauciones son higiene total en las manos y, si se contrae el virus, tomar agua o bebidas "deportivas", evitar el sol y el contacto con otros, y descansar.

La lista de jugadores comenzó con Mattek-Sands y siguió con Philipp Kohlschreiber, Andreas Seppi –me crucé con el italiano en el restaurante ayer y, cuando le ofrecieron salsa para su pasta, lanzó un "no" veloz-, Magdalena Rybarikova, Vania King ("pasé una de las noches más horribles de mi vida", escribió en twitter, e instó a que valoremos la salud, "el bien más preciado"), Francesca Schiavone, Petra Kvitova (en dobles), Vera Zvonareva y Jurgen Melzer, que casi no podía sacar al final de su partido contra Thomaz Bellucci. "Voy a tener que llevar a mi partido esas bolsitas que te dan en los aviones", bromeó Mattek-Sands.

Roger Federer también fue víctima, aunque pudo debutar en el torneo y no tuvo problemas ante Denis Kudla. "Creo que todos estamos preocupados, pero tengo mis problemas en la familia, no me importa de dónde viene. Son muchas cosas dando vueltas. Altas temperaturas, no terribles, pero algo hay. Soy el que mejor está, entonces gracias a Dios que soy el tenista de la familia. Ellos están pasándola peor", dijo sobre su esposa e hijitas. "No quiero llamar a la mala suerte, todo está bien por mi lado", comentó Novak Djokovic.

La lista de jugadores afectados me hace recordar al conteo que se debió hacer en el último US Open, cuando hubo 16 abandonos por problemas físicos, causas diversas, varios de ellos relacionados con la época del año, el cansancio, el cemento y las altas temperaturas. En Indian Wells podemos anotar, entre otros, a 15 ball-boys, una decena de jueces de línea, y demás profesiones. Diane Pucin, colega del Los Angeles Times, amable señora que se sentaba a dos lugares de mi posición, debió ser hospitalizada y, si bien está mejorando, debió ser intervenida para que le colocaran un stent en el riñón.

Me comentaron que mi caso se agregó a los informes de los medios periodísticos locales. Que me nombraron en una radio argentina. Mi día fue lógicamente monótono: de la cama al baño y viceversa. La cortina de la ventana cerrada, para que agarre sueño. Una par de siestas breves. Apenas una salida, recién, a comprar bebidas isotónicas y unas galletitas fácilmente digeribles. "Room service!", gritó la señora de limpieza hace un par de horas. Le expliqué de la enfermedad y me disculpé por lo que encontraría en el baño. Ella me miraba, asentía, pero cuando terminé de hablar me dijo: "Sorry. I don't speak English".

Había un partido de tenis mañana temprano, contra otro periodista, a unos 20 kilómetros. Le voy a fallar, ya le avisé. Son las 18 en California, los rayos de sol todavía se filtran por un hueco de la ventana. Pasa el tren de carga que hace temblar la habitación cada 20 minutos y yo comienzo a escribir este texto.