¡Hola a todos! Es un gusto reencontrarme con ustedes. Si bien vamos a arrancar con lo deportivo, en esta columna les contaré la forma de desenchufarse entre partido y partido para evitar que la cabeza se contamine, sobre todo cuanto uno vive situaciones límite, de mucho estrés. No obsesionarme con el vóley las 24 horas es mi mejor modo de rendir con mayor lucidez dentro de la cancha.
¿Arrancamos? Venimos de ganar un partido clave con mi equipo, Cucine Lube Civitanova. Estábamos entre la espada y la pared, luego de quedar 0-2, y necesitábamos un triunfo para evitar la eliminación contra Itas Trentino en semifinales de la Súper Liga de Italia. Debíamos cambiar la cara y lo hicimos: jugamos mejor, ganamos 3 a 0, acortamos la desventaja y cambiaron las sensaciones.
En los dos primeros juegos entregamos una enorme cantidad de puntos por errores y no estuvimos a la altura de las circunstancias. No resultaba extraño que estuviéramos 0-2.
Siento que en estos primeros tres partidos no fue tanto una lucha contra Trentino, que evidentemente tiene un gran plantel, sino contra nosotros mismos, con lo que ocurre de nuestro lado de la red. Bajar la cantidad de errores fue la clave. Era indispensable.
Éste tiene que ser el piso sobre el cual asentarnos para el cuarto cruce, este domingo en Trento, y ojalá que para el miércoles, en Civitanova, si llegamos a un quinto partido. Hicimos el clic y cambiamos, pero obviamente tenemos que ser constantes e ir paso a paso.
Siempre digo que con “huevo y corazón” no se ganan partidos. Es necesario, claro, pero si pretendemos estirar la serie necesitamos algo más que eso: cometer pocos errores y desplegar un bagaje técnico-táctico que esté a la altura de lo que nos jugamos.
Bueno, ahora sí, ¡basta de vóley! Hace muchos años tomé grandes enseñanzas de la doctora Sandra Rossi, una médica deportóloga argentina que se especializó en neurociencias. Aprendí de velocidad mental, ejercicios post-competencia y técnicas de respiración, por ejemplo.
Una vez que salí de la cancha, busco relajar el cuerpo y no la mente. La cabeza es lo único que no hay que desenchufar. ¡Pero hay que tenerla ocupada en otra cosa y no “sobre-analizando” cada detalle voleibolístico, sobre todo de lo que ya pasó!
Mi cabeza siempre está activa. Los estímulos pueden ser muy distintos. Siempre tengo algún proyecto a mano: pensar contenidos para mi web, avanzar en el desarrollo de un emprendimiento de ropa deportiva y hacer gestiones o conseguir indumentaria para mi querido club Gimnasia y Esgrima de Santa Fe.
Al mismo tiempo, suelo jugar bastante a la Play Station para poner la mente de lleno en otra cosa y mantener alerta, por ejemplo, ciertos estímulos visuales o sensoriales.
Además, disfruto mucho tiempo con mi mamá, Graciela, y mi hermana, Giuliana, que están hace un tiempo en Italia. Comemos y jugamos a las cartas en el departamento, las acompaño al supermercado o llevo a Giuliana a manejar por Civitanova.
Con ellas, la lucha es por el sillón frente a la tele. Si pierdo esa batalla, voy y me encierro en la oficina a mirar alguna serie o una película. Esta última semana también me enganché con el ATP de Barcelona, sobre todo con los partidos del “Peque” Schwartzman.
Otro ritual diario son las videollamadas con mi papá, Ricardo. Son charlas súper normales. A veces le mostramos qué están cocinando mi hermana y mi vieja, mientras él nos cuenta cómo “sufre” con la casa sola y los tres perros en Santa Fe.
Este viernes lo saludé por el día del entrenador de básquet y charlamos sobre eso, porque los dos estábamos viendo Euroliga: él, Real Madrid contra Maccabi Tel Aviv y yo, Olympiacos con Mónaco. Generalmente nos “cagamos de risa”, pero cuando se quiere poner a hablar de vóley me levanto y lo dejo hablando con mi mamá y mi hermana. Ja.
Otra cosa que me gusta muchísimo es pasear a Roger, mi perro. Salgo con un “look” muy particular: ojotas con medias y buzo con capucha. No me pongo limitaciones. Paseamos al sol todo el tiempo que él quiera. Eso también me hace muy bien.
Lo único que cambió en estos últimos días fue que me costó dormirme por la noche, aunque me iba a la cama a la hora habitual y ponía la tele con volumen muy bajo, como siempre. De todos modos, soy muy cuidadoso: si sentía que no había dormido suficiente, trataba de no poner el despertador en las mañanas libres.
Otra cuestión “sagrada” es la siesta: me acuesto al menos una hora y, si hay entrenamiento en doble turno, como mínimo dos horas. No duermo todo ese tiempo, pero me relajo y cuido el físico. Nunca paso de largo todo el día sin hacer esa pausa.
Como escribí alguna vez en mi sitio web, los deportistas no queremos ser robots en busca de resultados. Con los años aprendí que toda esta vida fuera del vóley alimenta mi rendimiento deportivo y me hace sentir más despejado de la cabeza cuando tengo que jugar al límite de mis posibilidades.
¡Nos reencontramos muy pronto!
Para más sobre Luciano De Cecco, esta es su web oficial: The Cecco 15