PARÍS (Enviado especial) -- Entre la multitud que encuentra en los árboles de los jardines de la Torre Eiffel un refugio al incesante sol de la tarde parisina, un pequeño grupo de hombres y mujeres encuentra, bajo los mismos árboles, un estadio.
Los Juegos Olímpicos de París 2024 parecían el momento y el lugar ideal para que la petanca tuviera, luego de décadas de intentos, su debut olímpico. Pero no fue así.
La extraversión de Jean-Paul, uno de los jugadores de la improvisada cancha de Champ-de-Mars, cautiva a los miles de turistas que pasan junto al área de juego. Sin su brazo hábil, lesionado, se jacta de jugar con la mano izquierda, motivo suficiente para justificar sus derrotas y enaltecer sus victorias.
"Nosotros jugábamos del otro lado de la calle, en un espacio que teníamos separado de la gente, pero por los Juegos Olímpicos pusieron unas barricadas y tuvimos que buscar otro lugar", indica, denotando más resignación que lamento.
Entre los turistas que dejan el Estadio Torre Eiffel, preparado especialmente para la competencia olímpica de beach voley, la petanca se vuelve furor. Frenan y observan. Algunos sacan fotos. Otros incluso filman. El grupo, respaldado por otro equipo que juega a las cartas sobre una pequeña barrera, no parece prestar especial atención. En una ciudad más que acostumbrada al turismo, unas banderas y camisetas de equipos nacionales no son exactamente una excepción a la norma.
La petanca es un deporte que tiene como objetivo acercar unas bolas a un bochín llamado jack. Muy similar a las bochas, incluso de la familia del tejo, surgió en la región francesa de la Provenza y se instaló como uno de los deportes más tradicionales de Francia, con fuerte influencia alrededor de Marsella, al sur del país.
Acompañado por Daniel, Fernand y Nadia, Jean-Paul se pasa la tarde entera jugando y gritando. Se puede jugar individual, de a dobles o de a triples, cuenta, mientras pregunta por Messi y Maradona, por el asado, por el mate y por los cantos racistas post Copa América, y el equipo que llega a 13 puntos es el ganador, con un máximo de 6 tantos por ronda para el conjunto vencedor (cada uno cuenta con esa cantidad de bolas).
En París 1900, la segunda edición de los Juegos Olímpicos modernos -y la primera de tres en la capital francesa-, fue uno de los deportes de demostración, bajo el nombre de juego de bolas. Estas disciplinas de exhibición, discontinuadas durante las últimas décadas, buscaban dar a conocer tradiciones locales o incluso facilitar el acceso de ciertos deportes al estatus de oficial.
No obstante, a lo largo de su historia, la petanca nunca llegó a ser olímpica. El tren de París pasó, y tampoco formará del programa olímpico en Los Ángeles 2028, aunque cabe la posibilidad de que sea incluido como deporte de demostración, con vistas a una hipotética pero no sencilla oficialización de cara a Brisbane 2032, o las ediciones sucesivas.
Para París 2024, el Comité Olímpico Internacional (COI) incluyó al Breaking, en una clara muestra de su objetivo de acercarse a un público joven, descartando a un deporte local que, en contraposición con el breakdance, tiene una base de jugadores con un alto promedio de edad, como remarca uno de los espectadores espontáneos.
En total, son 300.000 los jugadores de petanca en Francia, en tanto Quebec, provincia canadiense francoparlante, es su zona de mayor difusión en América, con la dificultad que plantean los crudos inviernos para un deporte generalmente practicado al aire libre, motivo por el que florece en espacios públicos durante el verano.
Los 32° grados que marca el termómetro en París no parecen corresponderse con la sensación térmica de este pequeño refugio natural, donde la gente escapa, al menos a lo largo de unos metros, del penetrante calor derivado de un sol que no se esconde hasta entrada la noche.
Mientras espera su turno, Jean-Paul asegura que el lugar de Sudamérica que más quiere conocer es Argentina, y que le gustaría ir a la Patagonia, a las Cataratas del Iguazú y quizás a Buenos Aires, aunque aclara que Francia es el mejor país del mundo y que París, donde vive pero no donde nació, la mejor ciudad.
Su cancha interina no es ideal: las irregularidades del terreno dejan cada tiro un poco librado al azar, algo generalmente inadmisible para un juego de precisión, pero las reglas son las mismas para todos y parecen aceptarlas. O, al menos, no les queda otra.