"Tengo tatuadas en el pie las palabras 'sin miedo' para verlas antes de lanzarme al agua". Una falta de temor que le permitió a la australiana Ariarne Titmus superar retos imposibles, como cuando en 2019 derrotó a la hasta entonces invencible Katie Ledecky en la final de los 400 libre de los Mundiales de Gwangju. O como dos años más tarde, cuando la oceánica volvió a ganar no una, sino dos veces a Ledecky, la nadadora más laureada de la historia, para coronarse campeona olímpica de los 200 y 400 libre en los Juegos de Tokio.
Ausencia de miedo que convirtió a Titmus en la primera mujer en romper la barrera de los 3:56 minutos en los 400 libre tras imponerse a Katie Ledecky y al joven prodigio canadiense Summer McIntosh en los Mundiales de Fukuoka 2023 con un estratosférico récord del mundo de 3:55.38. Plusmarca que la australiana, que cumplirá 24 años el próximo mes de septiembre, situó este sábado en una nueva dimensión tras volver a vencer a la estadounidense y a la canadiense, en los que no pocos habían calificado de la carrera del siglo, con un tiempo de 3:57.49 minutos. Un triunfo incomprensible sin la falta de temor que mostró Ariarne Titmus para apostar por una arriesgada estrategia de carrera en la que nadó a ritmo de vértigo los primeros 200 metros de la prueba en los Juegos Olímpicos de París 2024
Operada de dos tumores benignos
Sólo una vez parece haber tenido miedo la nadadora de Tasmania, cuando en septiembre de 2023 tuvo que pasar por el quirófano para estirparle dos tumores benignos de un ovario. Unos bultos que los médicos detectaron por casualidad cuando se sometió a una resonancia magnética para tratar de averiguar el origen de unas molestias que arrastraba desde hacia algún tiempo en la cadera.
"En esos momentos piensas en el peor escenario posible. Me aterrorizaba la posibilidad de perder el ovario o que pudiera tener consecuencias que afectaran a mi deseo de tener hijos algún día", comentó Titmus tras ser intervenida. Operación de la que la nadadora australiana salió fortalecida, ya que como ella mismo reconoció, le sirvió para aprender "más sobre ella misma y su cuerpo" que nunca.
Un crecimiento personal que le permitió, como ha recalcado una y otra vez Ariarne Titmus desde entonces, convertirse en una mejor nadadora. "He crecido mucho como persona fuera de la natación en estos últimos años y eso me ha convertido en una mejor nadadora, en una deportista más completa. Siento que soy una nadadora más inteligente", explicó la oceánica.
Y lo anticipó el pasado mes de junio en las pruebas de selección australianas, en las que se quedó a tan sólo 6 centésimas de su entonces récord del mundo de los 400 libre y firmó una nueva plusmarca universal -1:52.23- de los 200 libre. Logros que Ariarne Titmus dejó claro que eran simples pasos intermedios antes de dar alcanzar su punto culminante en París, donde este sábado reclamó la corona de "reina" de la natación mundial con un oro en los 400 libre al que intentará añadir otros dos más, en los 800 libre y el relevo 4x200, ya que en los 200 libre, su compatriota Mollie O’Callaghan, se hizo de la medalla de oro y estableció una nueva marca olímpica.
El esperado 400 libre frente a Katie Ledecky
La australiana Ariarne Titmus dio el primer paso para convertirse en la 'reina' de los Juegos de París tras revalidar el titulo de campeona olímpica de los 400 libre al imponerse a la canadiense Summer McIntosh, plata, y a la estadounidense Katie Ledecky, bronce, en una eléctrica final que muchos no habían dudado en calificar como la "carrera del siglo". No sólo ya porque en ella estuvieran las tres últimas plusmarquistas universales de la distancia, sino porque si Ledecky marcó una época y Titmus guía el paso en la actualidad, la joven McIntosh, de tan sólo 17 años, está destinada a dominar en un futuro próximo la natación mundial. Ingredientes que habían convertido a la final de los 400 libre en una de las más esperadas de la cita parisina, pese al gusto semiamargo que dejaron las series matinales en la que ninguna de las tres malgastó ni un gramo más de energía del necesario para asegurarse su presencia en la lucha por las medallas.
Todo lo contrario de lo que ocurrió en la final, en la que como ya sucedió en los pasados Mundiales de Fukuoka la australiana Titmus salió 'escopetada' con un primer parcial por 56.92, el mismo tiempo que empleo cuando estableció el récord del mundo. Por detrás de la oceánica se situó al igual que en la ciudad japonesa la canadiense Summer McIntosh, que completó los primeros 100 metros 11 centésimas más lenta que Titmus, mientras que Ledecky, imbatible en distancias más largas, marchaba ya a 77 centésimas de la australiana. Una ventaja que se amplió al paso por el ecuador de la prueba en el que Ariarne Titmus, la vigente campeona olímpica y mundial, mejoraba en 35 centésimas el crono de McIntosh y en más de un segundo y medio el de Ledecky que se despedía de cualquier opción de pelear por el oro. Presea dorada que la oceánica no estaba dispuesta a que se le escapase por nada, como dejó claro con las 82 centésimas a la joven nadadora canadiense a falta de los dos últimos largos.
Cien metros finales en los que pese al empeño de McIntosh la australiana Ariarne Titmus no sólo no cedió ni un sólo metro ante la canadiense, sino que amplió un poco más todavía su ventaja para tocar la pared con un crono de 3:57.49 minutos. Muy lejos de su récord del mundo -3:55.58- pero suficiente para tocar la pared 88 centésimas antes que Summer McIntosh (3:58.37) y convertirse en la segunda mujer en revalidar el título de campeona olímpica de los 400 libre tras la estadounidense Martha Norelius, oro en 1924 y 1928. Por su parte, Katie Ledecky, campeona en los Juegos de Río 2016, tuvo que conformarse con el bronce con una marca de 4:00.86, a más de tres segundos de Titmus.