El invierno en Río de Janeiro no existe. Cuando el aire se levantó hace tres noches, vi a una madre poner un gorro de nieve a su hijo pequeño y también percibí a un joven con bufanda caminando por la calle. Las temperaturas bajaron a 18 grados centígrados, tres o cuatro grados menos de lo habitual. Es como si el pánico llegara antes de tiempo, algo que también sucede con las protestas en contra de los Juegos Olímpicos. Cada mañana hay una alerta de manifestaciones y los servicios de seguridad instan a que sean evitadas.
Durante la ceremonia de apertura en Maracaná, esos servicios de seguridad quisieron ponernos el gorro y la bufanda, pero hacía demasiado calor como para protegernos. Acudimos a comprobar lo que sucedía en esas protestas y lo que vimos fue a varias personas indignadas y mucha gente joven con pegatinas contra los JJOO. Unas profesoras de escuela y de Universidad luchaban por cubrir necesidades básicas. Sus razonamientos eran contundentes y pusieron en jaque la lista de prioridades del mermado gobierno brasileño.
Sí, hay descontento, pero también hay mucha ilusión. Hoy arrancaron varias de las competencias de la cita Olímpica y el entusiasmo fue palpable. Los aledaños a varias de las sedes respiraron sentimiento deportivo, la fiesta para presenciar la ceremonia en la Plaza Mauá también dejó instantáneas de fans llegados de todas las partes de Latinoamérica y el mundo para vivir la fiesta del deporte en Río de Janeiro. Banderas, caras pintadas con los colores de sus naciones, voluntarios exultantes, cánticos, vítores durante los desfiles. La sintomatología de la ciudad en esos momentos fue claramente favorable.
La situación en Brasil es delicada pero también maravillosa. La bondad de sus gentes, dispuestas en todo momento a ayudar de la mejor manera posible, sus buenos modales, su educación, su cultura, su manera de afrontar la vida con una sonrisa y un 'beleza' encantador. En tiempos de crisis, los gobernantes podrán apretar el cinturón a los ciudadanos, sin embargo, nunca serán capaces de mermar la solidaridad que reina entre ellos, porque el invierno nunca llega a Río.
Lo que si llegará, y eso puedo confirmarlo, es el relevo de la "Antorcha Olímpica" a las manos de Hiram Martínez, que deberá encontrar un hueco a su apretada agenda olímpica y contarles sus sensaciones de una cobertura desde la ahora cálida Bristol, sede de las oficinas centrales de ESPN.