En este viaje olímpico, los recuerdos apuestan por el éxito, pero el calendario recuerda que no será una travesía fácil.
Antes de aquel día en que todo cambió. Antes de probar la gloria en Londres 2012, México había tenido una participación atropellada en el futbol de los Olímpicos. La imagen más cercana al triunfo había sido también un dolor: el cuarto lugar de los Juegos de 1968 dejó al equipo local tendido en una cancha que la afición enfurecida tapizó con una lluvia de colchones. Era la imagen de la inconformidad.
No había mucho más que contar, hasta que llegó aquel 11 de agosto de 2012, en el mítico Wembley. En aquel momento, ni siquiera se encontraban los adjetivos para describirlo. Dos goles de Oribe Peralta fueron suficientes para vencer en la final a Brasil, que, entre otros nombres, presumía a Neymar, Hulk y Tiago Silva. No importó: hubo himno nacional y oro para el deporte más popular del país.
Las ilusiones llegaron más envalentonadas a los siguientes olímpicos, pero en Río de Janeiro, el equipo que defendía el título tuvo una escala breve: empate contra Alemania; victoria contra Fiji y derrota contra Corea del Sur, méritos suficientes para ni siquiera superar la primera ronda. El sueño de repetir en el podio se desinfló antes de que se cumpliera la primera mitad de los Juegos.
En este viaje olímpico, los recuerdos apuestan por el éxito, pero el calendario recuerda que no será una travesía fácil.
Primero, Francia. El campeón mundial en categorías mayores tiene una camada juvenil que compite por el éxito. Además, eligió como uno de sus refuerzos a André-Pierre Gignac, un “enemigo íntimo” de los jugadores de la Liga MX.
El segundo obstáculo será Japón. A pesar de que no tendrá el público de su lado, el equipo local tiene a todos sus jugadores disponibles para este evento y, además de su compromiso individual, su disciplina táctica los vuelve contendientes al título.
El último de sus compromisos obligatorios se dará en el Sapporo Dome, contra Sudáfrica, uno de los dos representantes africanos que disputan el torneo.
El técnico Jaime Lozano lo ha dicho. Si México supera la primera ronda: “Favoritos para el oro no somos. Por la localía, Japón puede ser uno; por sus jugadores que acaban de estar en la Eurocopa, y que muchos de ellos han tenido bastantes minutos en la selección mayor, España puede ser otro, y los de siempre: Brasil, Argentina y Alemania”.
El camino luce complicado, sin embargo, México también tiene armas para la batalla. Más allá de los refuerzos: Guillermo Ochoa, Luis Romo y Henry Martin, hay una generación juvenil sólida, encabezada por jugadores con experiencia en Primera División y en el extranjero. Diego Lainez es el principal ejemplo, sin embargo, tendrá que contar con un equipo inspirado.
La selección olímpica quiere repetir aquella maravillosa tarde de verano.