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Abigail Magistrati, la más pequeña de la delegación argentina: cuando los sueños entran sin golpear la puerta

Abigail Magistrati, la más pequeña en Lima 2019, será la deportista más joven de la delegación argentina de Tokio 2020. AP

“Las metas son sueños con fechas de entrega” publicaba Abigail Magistrati en mayo del 2021, cuando ni siquiera podía imaginarse lo que estaba por suceder en su carrera deportiva. El destino, caprichoso y sin previo aviso, le adelantó el envío y puso en sus manos el anhelo más grande de cualquier deportista: un lugar en los Juegos Olímpicos.

Abi es gimnasta desde los 3 años y con 17 su cabeza estaba puesta en brillar en París 2024. Las plazas olímpicas para Tokio ya estaban definidas y su nombre no estaba en la lista. Sin embargo, a un mes del inicio de los Juegos, la Federación de Gimnasia informó el doping positivo de Martina Dominici, la única representante argentina en ese deporte. Unas semanas más tarde Abi recibió la noticia de que, tras la confirmación del fallo que descalificaba a su compañera, tenía menos de una semana para armar las valijas y viajar a Japón.

Es habitual que las gimnastas sean las más chiquitas entre los olímpicos por las exigencias específicas de este deporte y esta no será la primera vez para la oriunda de La Plata. Abigail fue la atleta más joven entre los argentinos que fueron a los Juegos Panamericanos de Lima 2019, con 15 años, y otra vez le tocará ser la más pequeña de la delegación.

Con su corta edad, Abi ya venía avisando que su talento no era solo proyección y que su momento estaba llegando. Tuvo una gran actuación en el Mundial y eso le dio licencia para ilusionarse: “Para mí los Olímpicos eran un sueño bastante lejano en un principio, pero en el Mundial de Sttugart 2019 pasaron a ser un objetivo posible porque me di cuenta de que estaba cerca, que no me faltaba mucho. Después de ese torneo empezamos a entrenar muchísimo para lograr la clasificación en el Panamericano, que iba a repartir dos plazas en junio de 2020”.

Sin embargo, al igual que a muchos deportistas de elite, el aislamiento producto de la pandemia le jugó una mala pasada y algunas situaciones personales complicaron su panorama: “El torneo se postergó hasta junio 2021 por el COVID y no me fue del todo bien. El Panamericano fue la primera competencia después de 1 año y 8 meses y fue duro volver a presentarse en frente de las juezas. Una semana antes había perdido a mi abuelo Luis y eso hizo que no estuviera entrenando de la mejor manera ni con la cabeza enfocada. Cuando me di cuenta de que no había logrado la plaza para Tokio, sentí que era momento de relajarme un poco”.

Parecía que era tiempo de barajar y dar de nuevo para Abi, recuperar las energías y plantear nuevos objetivos. Pero el destino tenía otros planes para ella: “Estaba en el CeNARD durmiendo y me desperté 5 minutos antes de que suene la alarma para entrenar. Recibí una llamada de mi entrenadora (Vanesa Molina) que me dijo ‘buen día olímpica’ y yo no entendía nada. Estaba dormidísima y me quedé en shock, eran las 7 de la mañana y no me animé a despertar a mi compañera de cuarto. No pude caer hasta que llegué al gimnasio y se lo comunicaron a todos”, le contó Abigail a ESPN.

La noticia más feliz e inesperada de su vida era al mismo tiempo un trago muy amargo para una de sus compañeras de selección: “Martu se había recontra re preparado para esto, había hecho mucho esfuerzo y fue horrible lo que pasó. Me llevo bien con ella y en ese momento no me animé a mandarle nada ni escribirle porque sabía que era una situación muy difícil. Además, mucha gente le estaba escribiendo en ese momento, entonces esperé a que pasen unos días y le mandé mucha fuerza para que sepa que tenía todo mi apoyo”.

Este miércoles parte el avión de Abi rumbo a Tokio. Todavía no tiene la ropa oficial ni las mochilas que repartieron para todos los atletas. No sabe con quién dormirá en la Villa Olímpica y tampoco conoce cómo será la malla con la que competirá. Lo único que sabe es que tiene pensado exprimir esta experiencia al máximo y que espera que las restricciones de protocolo no le impidan cruzarse con muchos deportistas para sacarse fotos.

¿Su ídola? No es una gimnasta, es una judoca y es una compatriota. Paula Pareto es su atleta preferida y a quien nunca pudo decirle cuánto la admira. Se la cruzó en el CeNARD, la vio en Lima 2019 y hasta hizo un trabajo sobre ella cuando su profesora le pidió que escriba sobre una referente. “Nunca me animé a hablarle, pero seguramente esta vez sí me anime a pedirle una foto y decirle cuanto me inspira”.

LA OTRA CARA DEL ÉXITO: SACRIFICIO Y UNA MENTE AÚN MÁS ENTRENADA QUE EL CUERPO

El deporte históricamente se ha asociado con la salud y los buenos hábitos. El atleta es la ilustración perfecta del imaginario de salud. Sin embargo, la competencia de elite lleva al extremo las exigencias y la fortaleza mental deviene en un factor determinante para persistir en el camino.

Las técnicas específicas se aprenden y los modelos a imitar influyen, por eso cuando el ámbito favorece y nos empapamos del deporte desde pequeños aumentamos las chances de desarrollarnos con éxito en el mundo de la destreza física.

Abigail Magistrati empezó a frecuentar un gimnasio cuando aún no había aprendido a hablar. Su hermana practicaba gimnasia y ella iba a upa de su mamá a mirarla entrenar. Como toda criatura, inquieta y curiosa, Abi daba vueltas y se revolcaba por el piso en el que las niñas trabajan su incipiente técnica y el entrenador la invitó a quedarse con 3 años.

Un día le dijo al coach de su hermana: “Coco, mirá lo que puedo hacer”, y le mostró una pirueta muy difícil que lo impactó. Con 6 años se sumó al grupo de las más grandes y así Abi se precipitó en el mundo de la viga, las paralelas, los trucos de suelo y los saltos.

Unos años más tarde, cuando su entrenador fue padre y no pudo seguir en el oficio, comenzó a trabajar con Julieta García (actual entrenadora en Estudiantes), quien confió en su talento y la llevó a un reclutamiento de atletas en el CeNARD. Allí conoció a Vanesa Molina, que la eligió para integrar la selección nacional y la acompaña desde entonces.

Aunque Abi asegura que no se arrepiente ni un segundo de todos los sacrificios que la llevaron a ser una deportista olímpica, recuerda que algunos momentos fueron duros: “Desde un principio cuando entrás al alto rendimiento y a ser gimnasta de selección con objetivos internacionales, entrenar un solo turno no alcanza. Los primeros años mi mamá me llevaba todos los días desde La Plata a Buenos Aires, un viaje 2 horas de ida y 2 horas de vuelta…estudiaba, comía, me cambiaba, hacía todo en el auto. A los 13 años arranqué cuatro veces por semana con doble turno y tuve que empezar a viajar sola…salía a las 5 de la mañana de mi casa, viajaba 3 horas en colectivo y me moría de miedo, tuve situaciones feas en la calle. La pasaba muy mal...y me preguntaba por qué estoy haciendo esto. Pero llegaba a entrenar y todo valía la pena”.

Ante la incomodidad que le generaba la distancia, la gimnasta decidió abandonar la casa de sus padres y se mudó al CeNARD: “Lo que más me costó (y me cuesta) es estar toda la semana lejos de mi familia. Por suerte soy una persona que hace amigos muy fácil y no tengo problemas en ese sentido. Ahora tenemos un grupo re lindo, que comemos juntos, nos acompañamos y nos apoyamos mucho”.

Abi asegura que todos los sacrificios que hizo para llegar hasta donde llegó valieron la pena y piensa que cada obstáculo le ha dado mayor fortaleza mental, un factor clave a la hora de convertirse en un deportista de elite.

Abigail entrena su cabeza del mismo modo que ejercita su cuerpo. Durante la pandemia se apoyó muchísimo en su psicólogo, con el que intentaba dominar la incertidumbre, el encierro y la falta de estímulos durante el aislamiento. Gracias a este trabajo, Abi incorporó nuevas herramientas, se siente preparada para plantarse frente al desafío gigante que se le presentó y viajará a Tokio llena de ilusiones para representar con orgullo los colores de Argentina.

Abigail, entrenando en casa durante el aislamiento obligatorio: