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Vóleibol: Bianca Cugno, la gran revelación del año en Las Panteras

Sobre el final de la videollamada con ESPN aparece una de las frases más espontáneas: unas palabras que naturalmente tienen que ir al principio del texto. “Cuando jugaba en Premenores y Menores veía muy lejano llegar a la Selección Mayor. Pensaba que tenía que cumplir todo un proceso, pasar por la Sub 23 y después, quizás, llegar a tener una chance, con otras jugadoras delante de mí”, dice Bianca Cugno desde Francia, donde juega para el Levallois Paris Saint-Cloud.

“Yo me veía consolidándome en Las Panteras a los 28 ó 30 años. Y todo pasó muchísimo más rápido. Tuve que madurar de golpe. Estoy muy contenta de poder vivir todo esto y tener la oportunidad. Trato de aprovecharlo al máximo, dando todo por la Selección Argentina, por la camiseta más linda y el país más lindo del mundo”, completa la voleibolista cordobesa.

La realidad fue un huracán que se llevó puestas las suposiciones de la opuesta nacida en la localidad de Devoto. A los 20 años recién cumplidos, Bianca no solo se transformó en la opuesta titular de Las Panteras, sino que fue la figura de la Copa Panamericana, el primer torneo en el que el equipo celeste y blanco consiguió el oro. Su relato de la premiación es una delicia. “Cuando empezaron a anunciar los premios individuales, con el primero dije: ‘Ah, bueno, joya’. Y después empezaron a nombrarme de nuevo. Y de nuevo. Y me dije: ‘Acá hay algo mal. Se están equivocando. ¿Tendrán bien la planilla con los nombres?’. Te juro que no entendía nada. Las miraba a mis compañeras, como preguntándoles si estaría bien lo que escuchaba”, relata.

No era para menos. Después de ganarle la final a Puerto Rico, el equipo local, la organización distinguió a la argentina como la Jugadora Más Valiosa (MVP) del torneo, integrante del equipo ideal como opuesta y máxima anotadora (124 puntos) y mejor sacadora (11 puntos). Con estadísticas imponentes para su edad, anotó 20 puntos contra México en el debut, 25 frente a Canadá en cuartos de final y 23 en las semifinales con Estados Unidos: en los otros cuatro juegos no bajó de los 13 tantos.

–Si uno ve esa foto, sostenés esos premios tenés una felicidad en la que la sonrisa no te entra en la cara.

–Sí. ¡Los premios pesaban como 10 kilos! Hace poco vi esas fotos y otras fotos, en las que estamos con el resto de las premiadas y el equipo ideal. Es muy lindo, claro, aunque me gusta marcar que una parte de esas distinciones son gracias a mis compañeras. Fue mérito mío, por supuesto, pero también siento que es un trabajo en conjunto, porque el vóley es un deporte colectivo.

–Pasado ese momento tan intenso, ¿qué significado tomaron esos premios?

–Aparte de la emoción y la felicidad, después me puse a pensar y sentí que era producto de tantos años de trabajo, de hacer algo todos los días, de estar lejos de casa y de mi familia. Y es un mimo lindo para seguir entrenándome y tener hambre de crecimiento.

–¿Cómo fue el comienzo de temporada? Fue un 2023 muy intenso, que terminó con un Preolímpico en el que sumaste, por ejemplo, 16 puntos contra Japón, 20 contra Bulgaria y 23 en el cruce con Puerto Rico.

–Arrancamos con muchas expectativas porque teníamos un nuevo cuerpo técnico, con Daniel Castellani como entrenador principal. Me acuerdo que estaba chocha, muy entusiasmada de pensar cómo iban a funcionar las cosas. Sabíamos que tendríamos un cambio importante y queríamos lograr cosas nuevas. La primera concentración fue en Bariloche, y aunque había tenido poco descanso después de la temporada de clubes, ¡iba a entrenar con unas ganas tremendas! Logramos muchas cosas lindas y ganamos la Copa Panamericana. Nos dio mucha confianza a todas. En lo personal, por supuesto, pero también para el equipo y el staff técnico. Desde el principio supimos que íbamos por buen camino.

–En tu memoria, ¿cómo quedó grabada esa Copa Panamericana?

–Son demasiadas sensaciones y es muy difícil expresarlas a todas. Era mi primer torneo como opuesta titular. Y el opuesto tiene un rol fundamental en el equipo: tiene que pegar, no importa cómo, y hacer puntos. Tenés una gran responsabilidad. Pero sentía que era una linda presión. Y en lo colectivo, íbamos a buscar un podio y terminamos siendo campeonas.

–De Puerto Rico volaron a Recife, Brasil, para jugar el Sudamericano, donde le ganaron a Colombia para quedar segundas después de una década sin conseguirlo.

–Se pasó volando entre un torneo y otro. Me quedó una sensación amarga después del partido con Brasil. Me puse a pensar: “¿Qué onda? ¿Qué nos pasó?”. Porque creo que teníamos chances de hacer un buen partido contra ellas pero el juego no se dio de esa manera y nos ganaron 3-0 sin discusiones. Pero claro, le ganamos 3-0 a Colombia. Y eso fue un “golazo”.

–En el Preolímpico tuvieron momentos en que les jugaron de igual a igual a las potencias pero en los partidos que eran a priori los más importantes no tuvieron tanta consistencia. ¿Qué saldo te quedó de ese torneo?

–Era muy estresante que de un grupo de ocho equipos solo se clasificaran dos. Tuvimos momentos muy positivos, como en el triunfo contra Bélgica. Contra Japón hicimos un muy buen vóley. Contra Turquía también. Son potencias y hay que tener en cuenta que tenemos poco roce internacional contra ese tipo de equipos. Entonces, es lógico que hayamos tenido momentos muy buenos, muy positivos, en los que hacíamos jugadas increíbles, y otros momentos en que nos caíamos un poco más. Necesitamos mantener ese nivel que por momentos alcanzamos. Si somos más constantes, con Las Panteras podemos hacer desastres.

–Jugaste ese Preolímpico con 20 años. ¿Qué peso simbólico tuvo enfrentar por ejemplo a Vargas o Karakurt en Turquía o a cualquiera de las figuras brasileñas?

–Antes de entrar a la cancha era como una sensación: “Ohhhh, ¡vamos a jugar contra Turquía!”. Son jugadoras de altísimo nivel, a las que una no enfrenta todos los días. Después trataba de dejar ese asombro de lado e ir a hacer lo mío. Me decía: “No tengo por qué dudar de mis condiciones; estoy acá dentro de la cancha y tengo que hacer lo mío”. A veces salía bien, a veces salía mal. Pero no quería quedarme con la sensación amarga de no haber dado todo.

–Deben ser momentos de gran aprendizaje.

–Claro. Yo intentaba dar lo mejor, probar cosas nuevas, atacar, apuntarles a las manos para ver si tocaba un dedo del bloqueo. Una crece jugando contra esos equipos de altísimo nivel. A veces, obviamente te chocás contra la pared. Y no tengo dramas de chocarme contra la pared para seguir aprendiendo. Tuve la posibilidad de estar adentro de la cancha y demostrar lo que realmente puedo hacer.

–Más allá de los torneos oficiales, despertaron una fiebre increíble en los amistosos. Te tocó jugar en “el Poli” Cerutti de Córdoba, con un estadio repleto y gente muy cercana alentándote. ¿Cómo fue esa experiencia?

–No lo podía creer. Era increíble la cantidad de gente que había en todos lados. Donde los guardias de seguridad decían que no hubiera público, bueno, justo ahí había 30 personas más. ¡Fue una locura! Aparte, era un público muy amigable, y tenía a mi familia, mis amigos, y mucha gente que conocía desde chica. El apoyo se siente muchísimo. Es muy lindo poder jugar en Argentina y que el vóley se fomente de esta manera, para que cada vez haya más niños y niñas jugando a este deporte. Me veo reflejada en ellos cuando tenía esa edad.

–¿Cómo te imaginás el 2024 con la Selección?

–Muy entusiasmada, con mucho deseo y hambre, porque el equipo está dispuesto a aprender y a lograr cosas que nunca se consiguieron en el vóley femenino argentino. Las Panteras están en un muy buen momento y aunque faltan muchísimas cosas por aprender y mejorar, vamos a jugar cada torneo con todo. Si nos lo proponemos, podemos lograr cosas tremendas. En lo personal quiero seguir trabajando y mejorar un montón de cosas. Lo voy a exprimir a Daniel, porque sabe muchísimo y quiero aprovecharlo.