Mañana del 20 de setiembre de 2000 en Sidney. Milton tomó su bicicleta y salió a rodar un rato. Suave. En la noche debía competir. Lo esperaba la exigente competencia de ciclismo en pista de los Juegos Olímpicos.
Después del movimiento, apeló a la tradición de hombre del interior y se tiró a dormir una siesta. Descansó bien y despertó tranquilo, sin nervios.
Antes de salir para la prueba, Milton Wynants pasó por el comedor de la Villa Olímpica y se tomó un té con una tostada con miel. Y arrancó en bici para el Velódromo. Sí, fue en bici.
Antes de la prueba, prevista para la noche, empezó a calentar y mientras estaba rodando con la bicicleta arriba del rodillo, le comentó a su esposa Marlene lo bien que se encontraba.
Mientras todo esto ocurría, su entrenador Hugo Scricky se desvivía por conseguir unas ruedas que le permitieran a Milton competir en otras condiciones. No las consiguieron hasta una hora antes de competir.
Antes de salir a la pista su compañero Gregorio Bare le fue a prender con alfileres el número en la camiseta y se percató de que la malla de Milton tenía un agujerito que tapó con el cartel. ¡A la pista!
Un puñadito de uruguayos, donde estaba su técnico, su esposa, el delegado Daniel Gutiérrez, el mecánico Julio Fuentes, una secretaria del Comité Olímpico y el ciclista Gregorio Bare, fueron testigos de la competencia.
A falta de 10 vueltas, Wynants estaba cuarto. Pero a lo largo de cada vuelta, Milton fue percibiendo que la hazaña podía ser posible y dio la pelea contra el español Joan Llaneras y el ruso Alexei Markov.
El último sprint de Wynants fue enorme y terminó logrando 18 puntos para conquistar la medalla de plata en los Juegos Olímpicos. Lo curioso del caso es que, cuando llegó, levantó el brazo creyendo que había terminado en el tercer puesto. Sin embargo, en la pantalla señalaban que era medalla de plata.
Después de 36 años de sequía, el ciclista Milton Wynants le daba otra medalla al pequeño país de las hazañas. Aquel día, al subir al podio a recibir la presea, un grito le salió del alma: “¡Uruguay pa’ todo el mundo!”.
Y mientras Milton besaba la medalla, su entrenador Hugo Scricky discutía con el representante de las ruedas Mavic que, como comentó en una nota con Derechos Exclusivos de Radio Uruguay, había prometido que le regalaba las ruedas para la bicicleta si Wynants era medalla. “Milton estaba arriba del podio y yo me estaba peleando con el de Mavic porque nos quería sacar las ruedas que nos había prometido. Y además las gomas eran mías”. A la uruguaya.
