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Como consolidó Ben Wallace su camino al Salón de la Fama con una victoria en las Finales de la NBA de 2004 sobre Shaq, Kobe y los Lakers

ESTABAN PARADOS uno al lado del otro en el círculo central, esperando que el árbitro Joey Crawford lanzara el balón al aire para dar inicio a las Finales de la NBA de 2004. En un lado estaba Shaquille O'Neal, el hombre gigantesco y casi mítico, de 7 pies 1 pulgada y unas 330 libras de pura potencia y fuerza. Y al otro lado estaba Ben Wallace, pesando casi 100 libras menos y quizás no precisamente los 6 pies 9 pulgadas a los que aparecía listado.

El balón se elevó y O'Neal de 32 años saltó rápidamente, abofeteando el balón antes de que alcanzara su ápice. En los siguientes 90 segundos, tres jugadas resumieron la predominante historia de la serie: los Detroit Pistons de mercado pequeño y superados en número contra la institución de campeonato que es Los Angeles Lakers.

Los Lakers, apuntando a un cuarto título en cinco años con su superequipo de megavatio repleto de estrellas y veteranos sedientos por una sortija, enfrentaban a una escuadra de Pistons llena de marginados y desconocidos. Eran Shaq y Kobe, más Karl Malone y Gary Payton, encabezados por el legendario Phil Jackson versus una cooperativa de Chauncey Billups, Richard Hamilton, Rasheed Wallace y Ben Wallace encabezados por Larry Brown, famoso por nunca haber ganado un título.

Los Pistons abrieron el marcador tras solo 12 segundos con un triple de Rasheed Wallace, armado con jugadas fluidas de pantallas de lado débil y cortes agresivos. Los Lakers entonces tomaron su primera posesión, perseverando en un set que finalizó con Malone intentando su patentado tiro en suspensión desde la línea de tiro libre, que tristemente botó del frente del aro, quedándose corto. Marcando su territorio en la pintura, O'Neal cazó el balón de detrás de Ben Wallace quien saltaba, dejando de lado al mejor rebotero de la liga, y abrió la cuenta de los Lakers en la serie con una volcada.

Dos posesiones después, al restar 10:28 en el primer cuarto y con la puntuación en 3-2, Hamilton superó a Kobe Bryant y encontró a Ben Wallace por la izquierda, O'Neal quedándose atrás de forma dramática para dejar a Wallace muy abierto para el bloqueo y apertura. Wallace se elevó unos 10 pies para el tiro en suspensión de 12 pies.

Air ball.

"Rasheed se conoce por la ofensiva y la defensiva", Al Michaels dijo en la transmisión. "Ben es conocido por la defensa solamente".

Tal vez Michaels tuvo la razón. De hecho, para junio 2004, Wallace había ganado dos premios al Mejor Jugador Defensivo del Año de la NBA, lideró la liga en rebotes dos veces, la lideró en bloqueos y ha estado dos veces en el equipo Todo-Defensivo. Cobró fama, alcanzando el Juego de Estrellas en 2003 y 2004, estableciéndose como superestrella de una vía.

"Un tiro errado de Ben Wallace no les molesta a los Pistons para nada", Doc Rivers le dijo a Michaels. "Ellos no buscan su ofensiva".

Sin embargo, estaban apostando en Wallace al otro extremo -- y la apuesta los llevaría al éxito o al fracaso en las Finales del 2004. Fue una que pocos equipos habían osado intentar antes.

Detroit había tomado la decisión audaza de marcar a O'Neal, el tres veces campeón de la NBA, 11 veces All-Star, de frente, de hombre a hombre.

Y funcionó. La estrategia de los Pistons sofocó a los Lakers and reset the narrative of NBA championship criteria. Al centro de todo estaba Ben Wallace, un pívot no seleccionado en el sorteo de un pueblo pequeño 30 millas al oeste de Montgomery, Alabama, quien, en cinco partidos a lo largo de nueve días, consolidó un legado destinado para Springfield, Massachusetts. Un jugador ahora listo para ser exaltado al Salón de la Fama del Básquet Naismith Memorial el sábado.

"El tiene que ser el miembro del Salón de la Fama más improbable", says Billups, el ahora entrenador de los Portland Trail Blazers quien jugó para Wallace durante cuatro temporadas. "Cuando miras su vida, su carrera de la prepa, su carrera universitaria e incluso sus primeros años en la NBA, nunca viste calibre del Salón de la Fama. Eso nunca se to ocurrió. No pasó por tu mente cuando lo vieron".

Pero después de que Wallace neutralizó la fuerza más imparable de la NBA en las sorprendentes Finales de 2004, ya no era tan solo un astro de novedad. Estaba destinado a la inmortalidad en la NBA.

11 DE JUNIO DE 2000. Una década después de la era de los Chicos Malos, con años de mediocridad serpenteante, fue este día tarde en la primavera cuando el camino hacia ser contendientes al título de los Pistons de verás se abrió.

Lo hizo, sin embargo, con un canje que los expertos vieron como una derrota importante para los Pistons. Habían enviado al cinco veces All-Star de 27 años, Grant Hill, al Orlando Magic, al parecer por una miseria, en un trato que les trajo, en parte, a un hombre grande unidimensional, sin probar, cero veces All-Star con solo 113 salidas en su carrera.

En la primera temporada de Ben Wallace en Detroit, mientras guió al equipo a un aumento dramático en aptitud defensiva, de 21ros. a 8vos., los Pistons ganaron 10 partidos menos que la temporada anterior y se perdieron los playoffs por primera vez en cuatro años.

En el segundo año, el equipo sostuvo su dominio defensivo, pero esta vez, las victorias también acompañaron. Los Pistons ganaron 18 partidos más, con Wallace como su ancla, pese a sus 7.6 puntos por partido y una tasa de uso baja de 10.5. Perderían ante los Boston Celtics en las semifinales de la Conferencia Este, pero el dominio de sentido único le mereció el premio al Mejor Jugador Defensivo del Año, el primero de cuatro que ganaría en las siguientes cinco temporadas.

En su tercera temporada, llegó ayuda -- en la forma de tres eventuales titulares del equipo campeón del 2004: Billups, Hamilton y un novato llamado Tayshaun Prince.

"Ben no recibió el crédito. Todos me dieron a mí el crédito por ser el líder del equipo, y yo era uno de los líderes, pero Ben, para mí, estableció la cultura antes de que Rip y yo llegásemos", Billups dijo. "Era nuestra responsabilidad entrar y seguir su plan de acción. Él no recibió el crédito que merecía por eso, porque es tan callado. Pero si sabes, sabes".

Durante uno de sus primeros partidos juntos, temprano en la campaña, Billups recuerda a Wallace hacer una pantalla para él y luego girar hacia la canasta. Wallace estaba abierto para un pase de bolsillo, Billups dice ahora, así que le aventó un pase picado. Wallace se lo devolvió de inmediato.

Billups estaba confundido. Tiempo fuera. Él no entendía. ¿Por qué Wallace no intentaba anotar?

"No, no, no", Wallace le dijo. "Tú anotas. Si yo hago la pantalla, y es lo suficientemente buena, no me mires. Haz lo que tengas que hacer. Voy a tirar al tablero".

Eso era algo nuevo para Billups.

"No, eso nunca ha sucedido. Ni loco", Billups dice. "Nadie me ha dicho, 'Cuando yo hago una pantalla, estoy girando, pero no me pases el balón'. ... Eso era locura para mí".

Los Pistons ganaron 50 partidos por segunda temporada consecutiva y se convirtieron en una defensa top cinco. Eran los Chicos Malos renacidos, con dureza, coraje y desinterés como sus sellos distintivos. Wallace, quien había promediado 15.4 rebotes por partido, líder en la liga, junto con 3.2 bloqueos, ganó su segundo trofeo al Mejor Jugador Defensivo del Año. Pero los Pistons cayeron en los playoffs una vez más, en esta ocasión barridos en las finales de la Conferencia Este a manos del mejor equipo defensivo de la liga, los New Jersey Nets de Jason Kidd.

Doscientos setenta y un días más tarde, el último miembro del quinteto histórico aterrizó en Motown: Rasheed Wallace. Los Pistons del 2003-04 ganaron 54 partidos y reunieron la segunda mejor defensa de la NBA, sin auténticas superestrellas. Y su oportunidad de validar la travesía de cuatro años llegó en la forma de un duelo en las Finales ante posiblemente el equipo más estelar en la historia de la NBA.

La creencia popular de aquel entonces razonaba que Ben Wallace era Dennis Rodman sin el lado salvaje o incluso un Bill Russell moderno, un jugador enfocado tan solo en ser estrella de su papel. Pero sus compañeros de equipo señalan su destreza táctica e instintos insólitos.

"No sabes con cuántos jugadores jugué después de jugar con Ben, para quienes preparé cintas editadas y ejemplos de cómo defender esto o hacer lo otro", Billups dice. "La lista es interminable de personas a quienes he intentado enseñarles a ser más como Ben".


EN UN MOMENTO DADO durante las Finales de 2004, Billups recuerda que Wallace necesitaba zapatos nuevos. Sus zapatos AND1 tamaño 13 estaban destruidos, las plantillas saliéndose desde adentro.

"Ben peleaba tan fuerte que gastó su zapato, intentando resistir -- literalmente tratando de resistir a Shaq cuando se echaba atrás", Billups dice. "Fue lo más loco. De verdad gastó su zapato".

La estrategia defensiva de los Pistons, marcar al unguardable O'Neal con un solo hombre, no solo es valiente; era literalmente lo opuesto de lo que Brown había querido. El entrenador había preferido la ruta tradicional, mezclando las dobles marcas y utilizando la profundidad de la alineación para tomar faltas cuando fuese necesario.

"LB quería defender con doble marca a Shaq, y Ben dijo, 'No, yo lo defiendo, ojo", Hamilton le dijo al Detroit Free Press en 2016. "Eso no lo escuchas de nadie".

"Hubo tantos momentos distintivos en esa serie para él. Él llevaba un ritmo increíble. Creo que para el mundo, ese fue su momento. Para nosotros, ya lo sabíamos." Chauncey Billups, sobre la actuación de Ben Wallace en las Finales de la NBA de 2004

Pero eso no quiere decir que fue fácil. Marcar a O'Neal hombre a hombre es como taclear solo a Marshawn Lynch. Hubo bastantes ocasiones en la serie cuando Wallace no pudo sostenerse físicamente. Como en el tercer cuarto del Juego 1, cuando O'Neal utilizó su amplio trasero para escudar los intentos flojos de Wallace por robar, eventualmente dejando a un lado a Wallace para ejecutar un mate a dos manos. O en el primer cuarto del Juego 2, cuando O'Neal hizo a Wallace retroceder al poste bajo, codos volando, girando de su hombro izquierdo para encestar una bandeja fácil. O en el segundo cuarto del Juego 3, cuando, pese a buen posicionamiento y buena defensa de Wallace, O'Neal a empujones llegó hasta el poste bajo, fallando su primer disparo, pero haciendo a un lado a Wallace para el putback. O en el tercer cuarto del decisivo Juego 5, cuando O'Neal allanó a Wallace, enviándolo volando hasta la primera fila de asientos, de paso mereciendo una falta ofensiva. Porque, vamos, este seguía siendo Shaq después de todo.

"Hicimos muchas cosas; tratamos de jugar detrás de él, tratamos de forzar que saliera del poste bajo", Wallace dijo después del Juego 4, una victoria para los Pistons por ocho puntos en la cual O'Neal anotó 36 puntos. "Eso no funcionó. Tratamos de defenderlo por delante; ellos salieron al ataque. Lo único que puedes hacer es pelear".

Y si tan solo miras los promedios por partido de O'Neal para la serie -- 26.6 puntos encestando 63% de sus goles de campo y 10.8 rebotes -- podrías pensar que jugó de forma dominante como siempre.

Pero el impacto de la serie de Wallace se cuenta, simplemente, dentro del marcador. Y se expande mucho más allá de su defensa de O'Neal. En el Juego 1, los Lakers anotaron 75 puntos. En el Juego 3, 68. En el Juego 4, 80. En el Juego 5, 87. Para la serie, los Lakers dispararon 41.6% desde la duela, abajo de 45.4% en la temporada regular. Su rating ofensivo se hundió a 96.1, abajo de 105.5 (6to. ranqueado) en la temporada. Su porcentaje de triples cayó en picada a 24.7%. Tiraron seis tiros libres menos por partido. Casi en cada categoría, los Pistons put the locks on.

Sin una canasta sobre la chicharra de Bryant que forzó el tiempo extra en el Juego 2, los Pistons hubieran barrido a los Lakers.

"Él tuvo que lidiar con ese tipo solo. Dos personas no pueden marcar a Shaq, y le estamos pidiendo a un tipo que lo haga, y un tipo que es probablemente seis pulgadas más bajo y cien libras menos pesado", Billups dice de Wallace. "Hubo tantos momentos distintivos en esa serie para él. Él llevaba un ritmo increíble. Creo que para el mundo, ese fue su momento. Para nosotros, ya lo sabíamos".

EN LOS CINCO partidos de las Finales de 2004, Wallace acumuló más rebotes que O'Neal, 68-54. La ofensiva de Wallace tomó un salto también, y el hombre grande promedió 10.8 puntos en la serie, lo cual se combinó con sus usuales 13.6 rebotes por partidos. Produjo ráfagas de jugadas que cambiaron el ritmo, como un robo de cancha abierta temprano en el Juego 5, consumiendo la duela para elevarse para una volcada a una mano; o un putback justo por encima de Bryon Russell mientras un O'Neal desocupado estaba parado cerca en el tercer cuarto del Juego 5 le dio a Detroit una ventaja de 14 puntos; o atrapar un rebote defensivo a una mano en tráfico sobre tres Lakers en la primera mitad del Juego 3 que tenía a los comentaristas Michaels y Rivers locos con admiración.

Para cada volcada de O'Neal, ahí estaba parado Wallace, forzando un fallo disputado o una pérdida de balón. En el Juego 2, O'Neal no alcanzó dobles dígitos en rebotes en las Finales por primera vez en su carrera. En el Juego 3, no intentó un tiro libre hasta el cuarto cuarto. Tal vez Wallace no haya ganado la batalla de las estadísticas, pero ganó la guerra.

"Si hay una palabra para él, es implacable", Billups dice. "No solo fue implacable en la duela, lo cual todos tuvimos el lujo de ver y experimentar; sino que fue implacable en su búsqueda de la grandeza. Aún más profundo que eso, fue implacable en su búsqueda por cambiar la trayectoria de su familia y de dónde es".

Mientras los Pistons se reunían en la media cancha en el Palace of Auburn Hills, y confeti caía del techo después del Juego 5, el Comisionado de la NBA, David Stern, alzó el Trofeo Larry O'Brien para presentárselo a la franquicia. Felicitó a la ciudad de Detroit y le entregó el metal al entonces dueño del equipo Bill Davidson. Davidson sostuvo el trofeo por unos dos segundos, de inmediato miró a su derecha, dándoselo a Ben Wallace. Wallace lo tomó y con ambas manos lo levantó por encima de su cabeza.

"¡Suban las manos bien alto!" gritó Wallace al público devoto. "¡Suban las manos bien alto!"

Dice Billups, "Se sintió validado. Como todos nosotros. Él sintió, "¿Qué pueden decir de mí ahora? No se suponía que yo estuviera aquí. No se suponía que fuese un campeón. No se suponía que fuese un All-Star. No se suponía que fuese ninguna de estas cosas. Ahora que lo ganamos, ¿qué pueden decir de mí ahora?'"