MADRID -- ¡Basta ya! ¡No más! Esas son algunas de las frases que yo hubiera proferido frente al televisor este miércoles si fuera aficionado del Real Madrid. No soy. Tampoco del Barcelona, aunque no puedo negar que en estos tiempos me genera mayor simpatía el fútbol y la filosofía que ponen en práctica los catalanes.
Tengo claro que La Liga cada día se inclina más hacia el Real Madrid y que la eliminatoria de Copa del Rey aún no está decidida, pero me parece increíble que un equipo con la plantilla del Madrid sufra tanto en cada duelo contra el Barcelona cuando juega en su propio estadio.
A lo mejor estoy equivocado, pero creo que lo de Mourinho en el Real Madrid va a terminar mal. Es tal la frustración que creó el reciente éxito culé en la cúpula madridista que la institución se aferra con fe ciega al portugués aunque hasta la fecha no haya probado siquiera estar cerca de dar con una fórmula para vencer al máximo rival. Nada de lo que haga Mourinho, mejor dicho, lo que no haga con este Madrid, le quitará el mérito de sus títulos con el Porto, el Chelsea o el Inter; pero aquel éxito no puede significar un crédito inagotable en el banquillo blanco.
No pretendo justificar el dominio del Barcelona sobre el Madrid solo en errores estratégicos del portugués. Sus jugadores tienen una buena cuota de responsabilidad y el nivel superlativo del rival también. Pero a Mou no lo contrataron para ganar la Copa ni La Liga sino para ganar la Champions (este año bien lo puede hacer) y sobre todo para vencer al Barça. No le gustó Valdano y eliminaron al argentino, le dieron carta blanca para fichajes como a pocos técnicos y ningún directivo del Madrid le cuestiona en público sus decisiones. fe ciega.
Este miércoles en el Bernabéu el Madrid repitió la historia del clásico de liga que perdió 1-3 en diciembre aunque con algunas variantes en el libreto. En aquel partido el once inicial prometía fútbol con Özil de enganche y Ronaldo y Di María por las bandas. Como el final de la película fue el mismo de siempre, el portugués volvió hoy a la fórmula que tanto le criticaron pero que le dio su único título en España. Pepe de medio y Carvalho, que venía sin ritmo de fútbol, en la central. El primero destacó de nuevo por su juego violento y el segundo estaba fundido a mitad de partido. Buen primer cuarto de hora, 75 minutos para el olvido. Mourinho se justificó en conferencia con una única frase: "No podemos permitir que nos marquen a balón parado" haciendo alusión al 1-1 que anotó Puyol de cabeza.
Pero lo más grave en la conferencia posterior del portugués fue su actitud con respecto al partido de vuelta. Con la clara intención de bajar expectativas Mourinho dijo primero que levantar la eliminatoria en el Camp Nou "sería difícil". Luego un periodista le preguntó si creía que la eliminatoria estaba aún abierta y dijo: "Abierta pero difícil. Difícil por no decir..." pausó unos segundos y luego concluyó: "muy difícil". Parecía que Mou estaba listo para decir "imposible" pero a lo mejor se acordó en esa pausa que a Bernd Schuster lo cepillaron del banquillo madridista justo después de decir que con el equipo que tenía entonces era "imposible ir a ganar al Camp Nou". A Schuster no le tuvieron fe ciega, tampoco a Capello que sí ganó La Liga y menos a Pellegrini. ¿Qué este Madrid de Mourinho juega espectacular cuando el rival no es el Barça?. Cierto, pero ¿se le puede pedir menos que eso con la plantilla que tiene?
No digo que José Mourinho sea un mal técnico pues sus resultados están ahí, pero creo que su etapa madridista le ha presentado un reto táctico que no ha sabido resolver quizás por exceso de confianza y una buena cuota de soberbia. Seguramente por falta de autocrítica.