MÉXICO -- En diciembre escribía lo que aparece aquí abajo. Y tras ver lo que ha sucedido en Brasil este verano, en donde los brasileños ganaron en la cancha y en las calles, me parece prudente volver a compartir con ustedes esto. ¿Quiere usted ir al Mundial? Ahorre, ahorre mucho porque la FIFA y Brasil han encontrado petróleo. Negocio con y de la pelota, no para la pelota. Habitaciones de hotel de 1,000 dólares la noche, boletos más allá de los 100 dólares. El Mundial saldrá caro. El brasileño de a pie quiere todo menos Mundial, un pueblo que ha progresado en economía y en cultura. Menos circo, más compromiso.
La pelota ya no manda. Hoy lo hacen los abogados, los de traje Hugo Boss. Esos burgueses de corbata de marca y mancuernillas de oro que aman el futbol. Miento. Aman lo que rodea al futbol. Y normalmente lo rodea dinero, fama, poder, jerarquía.
Lejos está aquel futbol del pueblo, del boleto a 10 pesos, de la corneta y la bandera. Hoy al futbol van aquellos con dólares, con una camioneta 4x4 y con un blazer "Louis Vuitton". Hoy el estadio no huele a cerveza, semillas y pipí. Ir a un estadio en la actualidad es respirar perfume, pizza y un ron importado por el compadre de un amigo.
En Sao Paulo lo acabo de confirmar. Por enésima vez. El futbol está cada vez más lejos del pueblo, del que le da significado. Un Mundial es planificado años y años antes, porque hoy representa un gran negocio y no un gran torneo. Un sorteo para definir grupos es más un reality con infinidad de patrocinadores que una esfera de nerviosismo por conocer a tus rivales.
La preferencia o el mando lo tienen los que pagan, los de los derechos. Y pagan en dólares y por supuesto no dejan que otros paguen. Y entonces son ellos, y no la pelota, los que deciden quién, cómo, cuándo y dónde. Y al final del día entre ellos, los de traje y corbata, se abrazan, sonríen, comen con champagne y se felicitan por haberse adueñado del futbol. Bueno, del negocio, no del deporte.
El deporte sigue y seguirá siendo de los futbolistas, de la pelota, de los shorts, de las cortadas y los aplausos. Aunque ahora tengas que esperar por 2 meses para saber si fuiste afortunado, en ganar en un sorteo, un boleto para un partido. Y habrá que pagarlo en dólares, muchos, y será en la última fila de la cabecera.
¿El golf? ¿El polo? ¿Deportes elitistas? ¿De la aristocracia? ¡Cuidado con el futbol! Y Blatter y compañía viajan y gastan muertos de risa. Políticos del deporte.
La gente seguirá encontrando en el futbol una escapatoria, un relajante muscular. Y seguirá creyendo que en la cancha juegan dos países y que va de por medio la patria. Cuando me pasa, sólo recuerdo en voltear al palco VIP y recordar que hoy el futbol es de ellos y que abajo, en la cancha, ni de broma juega mi patria. Sigo siendo adicto, me gusta. Creo que por fin he aprendido a jugar este juego.