El axioma de que el tiempo cura todas las heridas aplica a casi todo en la vida, pero solo cuando el sujeto del tema es uno tangible. No es así cuando se trata de un legado. Es por eso que el caso de Adrian Peterson, como muchos otros, es uno que deja, no importa como uno trate de mirarlo, a uno con un sabor amargo.
Ahora que ha quedado claro que Peterson no regresará a los emparrillados de la NFL esta temporada, y que sin duda la decisión del comisionado Roger Goodell a esos efectos desatará lo que será una sólida batalla legal, al fanático de a pie solo le queda una cosa por hacer; decidir si, en efecto, Peterson se merece una segunda oportunidad.
Al igual que los sonados casos de Ray Rice, Michael Vick, Ben Roethlisberger, Kobe Bryant, O.J. Simpson, Barry Bonds, Roger Clemens y Alex Rodríguez -- todas estrellas en su momento que han caído en desgracia -- ahora le toca a la Nación NFL juzgar cuán empañado quedará el legado de Peterson.
De manifiesto en ese proceso quedan las acusaciones en su contra que, contrario a los otros, se trata de un caso de abuso de menores en el cual Peterson ha sido obligado a declararse culpable de excederse en un castigo corporal. A un lado no se puede quedar el hecho de que se trata de un menor de apenas cuatro años.
Tenemos que poner en tela de juicio unos hechos complejos, que en última instancia nos permitirán decidir si, la próxima vez que veamos a Peterson en un acarreo, nuestro primer pensamiento será: "ahí va un gran corredor" o "que pena que es un gran abusador".
Somos muchos los que nos tenemos que mirar en el espejo del caso de Peterson. Como padre, es muy difícil imaginarse llegar al extremo que llegó Peterson, pero eso es algo muy complejo para analizar, sin decir que bajo ninguna circunstancia debemos pretender tener la competencia o el conocimiento para entenderlo.
Es por esa razón que también es igual de difícil entender como es que Goodell, o los ejecutivos de la NFL, pueden pasar ese tipo de juicio. No estamos, bajo ninguna circunstancia, defendiendo o justificando el comportamiento de Peterson, pero, tomando en consideración no las dos, si no las decenas de varas que la NFL ha utilizado en los últimos meses para medir los casos de conducta personal, nos tenemos que preguntar en dónde está la sabiduría de la decisión de mantener a Peterson fuera de juego.
Un ejemplo: Si se trata de la admisión de Peterson de que fumó marihuana mientras estaba libre bajo fianza, pues entonces: ¿cómo es posible que Le'Veon Bell, quien en agosto fue arrestado y se declaró culpable de cargos de posesión de marihuana y manejar bajo estado de embriaguez, pudiera estar en Monday Night Football amasando 204 yardas para los Pittsburgh Steelers?
Preguntas obligatorias. Cosas veredes.
A sus 29 años, Peterson tiene mucho football por delante, sea en uniforme de los Minnesota Vikings o en cualquier otro. Sus hazañas en el terreno de juego - sus 86 touchdowns anotados y 10,190 yardas por tierra no han culminado - no han llegado a su final. Esto ha sido un capítulo oscuro que culminará de alguna forma y otra.
Pero quedará de nosotros llegar a la conclusión de si podemos mirarlo en el mismo contexto que lo veíamos en el 2012, cuando nos maravilló con sus 131.1 yardas por juego en lo que fue última temporada ganadora de los Vikings. Es una encrucijada a la cual nos tendremos que enfrentar. Una encrucijada con la cual desgraciadamente la NFL de hoy día está obligando a todo fanático a lidiar.
El tiempo nos dará el saldo final del legado de Peterson y sin duda sanará todas las heridas.