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Strasburg de leyenda

Si los Washington Nationals terminan ganando esta Serie Mundial, el Jugador Más Valioso tiene que ser, por derecho propio, Stephen Strasburg.

Con el agua al cuello, al borde del abismo y tras reponerse de un mal primer inning, Strasburg le aguó la fiesta que ya tenían preparada los Houston Astros y estiró hasta el séptimo juego el clásico de octubre.

Y aun cuando el choque ya se había ido de un solo lado, el derecho salió a tratar de completar la faena, cuando ya tenía 102 envíos.

Como en los viejos tiempos, cuando Marichal y Spahn se trenzaban en un duelo a ceros por 16 episodios, sin pensar en el cansancio o el dolor del día siguiente.

¡Es la Serie Mundial! Aquí se permiten (o se obligan) estos esfuerzos extras.

Salió del juego con 104 pitcheos, después de sacar el primer out del noveno. Si yo hubiera sido él, habría pedido la pelota para acabarlo todo.

Termina así Strasburg una postemporada perfecta, con récord de 5-0 desde el juego de comodines y una efectividad de 1.98 en 36 y un tercio.

¿Termina? ¿Quién quita que en las postrimerías del séptimo juego salga de relevo, al estilo de Madison Bumgarner en el 2014?

No lo descarten, aunque a su agente Scott Boras le dé un síncope cardíaco, justo ahora que puede salirse de su actual contrato y buscar un mejor pacto en el mercado.

ARBITRAJE DA VERGÜENZA

Y eso que Ángel Hernández no está en la Serie Mundial.

Lo del arbitraje en este clásico de octubre ha sido sencillamente vergonzoso.

Errores garrafales en el conteo de bolas y strikes, con zonas demasiado amplias o estrechas, ha sido la constante del cuerpo de oficiales que está trabajando en la serie, lo cual ha empañado un tanto el buen espectáculo que han brindado los Washington Nationals y los Houston Astros.

Cada vez me convenzo más de la necesidad de implementar el conteo automatizado de bolas buenas y malas, que, ojo, no es como muchos creen que será un robot como R2D2 decretando qué envíos pasó o no por la zona de strikes.

El umpire humano estará detrás del plato con un audífono en la oreja, donde recibirá la sentencia que decretará.

A él le quedarán como funciones aplicar reglas, decretar jugadas en el home, batazos fouls o fair.

No quedará, como creen algunos, como un invitado de piedra, pero dada la mediocridad para definir la zona que han mostrado todos, ¡TODOS! los árbitros a lo largo de la postemporada, es hora de traer a la MLB el “robot” que se puso en una prueba piloto en la liga independiente del Atlántico.

La tapa al pomo la puso la polémica decisión de Sam Hoolbrook sobre jugada en la que Trea Turner fue decretado out por supuesta interferencia y que pudo haber tenido un peso definitorio en el sexto juego, en el que los Nationals le empataron la serie a los Astros y forzaron el séptimo partido.

No hubo interferencia. Después de ver la jugada más de diez veces, estoy convencido de que Turner iba corriendo dentro de la línea reglamentaria.

Cualquier bateador derecho, como el campocorto de Washington, cuando sale corriendo hacia la inicial, lo hace por la hierba interior.

Pero Turner rápidamente enmendó el rumbo y ya a varios pies de la primera base iba justo por el medio de la línea reglamentaria.

Si le tumba accidentalmente el mascotín a Yuli Gurriel es porque el tiro de Brad Peacock iba justo en dirección al corredor.

Si el disparo de Peacock hubiera sido hacia el otro lado de Turner, la jugada hubiera sido probablemente un out, apretado quizás, pero out.

Lo cierto es que la bola se escapó, Gurriel perdió su guante y quedaban corredores en segunda (Turner) y tercera (Yan Gomes), sin outs: el rancho ardiendo para los Astros.

Pero Hoolbrook, el umpire principal, decretó out a Turner por interferencia y retornó a Gomes a la inicial, en una decisión infame, sólo superada por aquella de Don Denkinger en 1985, que le costó la Serie Mundial a los St. Louis Cardinals ante los Kansas City Royals.

Ello motivó un conato de Dave Martínez que le costó convertirse en el primer manager en ser expulsado de un juego de clásico de octubre desde Bobby Cox en 1996.

Afortunadamente para Washington, la polémica decisión de Hoolbrook no tuvo consecuencias, pues Anthony Rendón se encargó de enmendarla con un palazo que enfrió las tribunas del Minute Maid Park.