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Las Águilas no vuelan en parvada... ¿o sí?

LOS ÁNGELES -- Tigres anda mal, muy mal de la cabeza. En todos sentidos. Seis goles en dos juegos (Pachuca y América) con remates aéreos, por desatenciones o incapacidad de marca. Migraña selectiva y colectiva.

Eso, y que el América jugó, finalmente, como debe jugar siempre: a tope del termómetro de testosterona, consumó la victoria por 3-2 el sábado por la noche en, diría José José, un Volcán apagado.

Eso, y que de nuevo Marchesín abortó la sublevación rival, ahora con remates de Gignac, y los escarceos estériles de gloria de Zelayarán y Damm, reivindican al equipo de Miguel Herrera, que sigue en el retrovisor de Cruz Azul, pero como máximo asesino de la Liga Mx.

Aclaremos: la superioridad fue estrictamente en el marcador, y por eso, porque Tigres anda mal, muy mal de la cabeza. Y sí, en todos sentidos.

En ese atolondramiento defensivo, para que Guido Rodríguez, Emanuel Aguilera y Bruno Valdez, los predecibles zepelines americanistas, determinen el rumbo del juego, Tigres reclama a gritos una encerrona extraordinaria al estilo del Tuca Ferretti en la que hasta a los postes obligará a que aprendan a rechazar los ataques aéreos.

Si ya recibir dos goles de Jara ante Pachuca, era vergonzoso, ahora que le violenten su espacio aéreo en su propio Volcán apagado (dixit José José), seguramente detonará la ira de Ferretti y pondrá a Mejía Barón a que trabaje estrictamente en lo defensivo.

¿América? Demostró que es otro equipo cuando sus jugadores dignifican la camiseta. La colosal rivalidad entre estos equipos, la imagen mediática de unos "supertigres" y el entendimiento que estos juegos no se pierden, sacaron lo mejor de los -nunca mejor dicho por Juan Villoro- "Los Once de la Tribu" de Miguel Herrera.

Por momentos, Tigres impuso condiciones, pero América aprendió a vivir, a sobrevivir, a pervivir y a revivir en esas condiciones angustiosas y dramáticas, para ostentar la victoria en un condado felino donde pocos quieren atreverse y donde menos aún se atreven.

Porque, dejemos claro, confrontar cara a cara a Tuca y sus Huestes en su jungla, es una paranoia suicida. Y Herrera y América lo hicieron.

¿Quién fue mejor en contagiar o en soliviantar la tirria, los sentimientos rencorosos individuales en una proclama colectiva? Por lo pronto, el aparatoso y melodramático duelo verbal entre Tuca y El Piojo, éste le puso el punto final en la cancha. Y el que ríe al último, ría mejor...

Reflejo de ello, de esa inquina, de ese revanchismo acumulado por los técnicos, fueron algunas escenas que dejó tijereteadas la transmisión del juego. Había una amargura extrema en la manada y un júbilo extremo en la parvada.

Cierto, el águila no vuela en comunidad, en parvada pues, pero éste sería el milagro de Herrera en este juego: en unas semanas debe repetirlo ante Cruz Azul, pero no como opción sino como obligación.

Por eso, ante Xolos, las Águilas de talentos solitarios, deberán reagruparse como parvada. Quedó demostrado que en el enviciamiento colectivo de la urgencia depredadora, América, si lo tuviera 24/7, debería ser el protagonista del torneo.

Y la advertencia llega contundente para Miguel Herrera: no puede dejar ya cabos sueltos. No puede permitir que Renato pueda cuando quiera. Ni Valdez, ni Uribe, ni Guido, ni Aguilera, ni Cecilio... y claro, ni el mismo Piojo.

Para Tigres, más allá de esa reclusión fustigante que espera a Tigres para refregar y lavar la conciencia en privado, por seis momentos bobalicones de marca y de torpeza en la cobertura, deberá lamer las heridas con la autoestima de un triunfo urgente, más allá de las vacaciones moleras de su entrenador en el spa de una selección mexicana sin presiones, pero con peligros, ante Costa Rica y Chile.