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México bajo el doble misterio de un 7-0

LOS ÁNGELES -- Las malditas bendiciones de un 7-0. Las benditas maldiciones de un 7-0. De las lecciones aprendidas ante Chile, a las lecciones por aprenderse ante Cuba.

Más allá del solaz momento de la afición mexicana, en medio de la artillería enemiga por haber masacrado a la selección “B” de beisbol de Cuba, en el seno del equipo de Gerardo Martino hay prudencia, más que cautela.

Así como México no condenó su futuro por el 7-0 ante Chile, tampoco abandera su futuro, ni olvida su pasado por ese 7-0 ante Cuba.

El rostro de un seleccionado de futbol es cincelado por las cicatrices de sus reveses y por el maquillaje temporal de sus éxitos. Claro, por eso el Tri tiene las delicadas facciones de Frankenstein.

La realidad de México es labrada por los fracasos monumentales, como el 7-0 ante Chile, así como es respetada por sus eventuales y pocos triunfos monumentales: el 1-0 a Alemania –sí, la peor de la historia--, o a Croacia en Brasil 2014, donde empezaba a gestarse la subcampeona de 2018.

Ni el infierno aguarda detrás de un 7-0 adverso, como tampoco el Quinto Partido en un Mundial tiene garantía endosada por un 7-0 sobre Cuba. Especialmente, porque, recordemos, el Tri se devanea entre el purgatorio y el limbo. Y el segundo, lastima.

Ni en el primer 7-0 tuvo la verdad tanto rostro de mentira, ni en el segundo 7-0 tuvo la mentira tanto rostro de verdad. Pero ninguno puede negar su parentesco con el otro.

Mesura, fue la oferta de Tata Martino la noche del cadalso para Cuba. Sin hacer jeroglíficos oportunistas y aventurados con la esterilidad de ese fecundo 7-0, el técnico clausuró la noche y se concentró en Canadá.

Porque Martino bien lo sabe: la zalea de Cuba –humeante y todo-- no ahuyenta, ni con un rito de magia caribeña, a los canadienses.

Y Martino tiene aliados para esa tarea de ubicación dentro del Tri. Recordemos que de esa generación bastarda del 7-0 ante Chile, aún algunos juegan con dignidad absoluta sus huesos dolidos con el pellejo del Tri: Andrés Guardado, Guillermo Ochoa y Héctor Moreno, principalmente.

Por eso, ocurra lo que ocurra ante Canadá, para este México invicto del Tata, el veredicto final no debe ser engatusado ni percudido por lo que ocurrió ante Cuba, o no debería ser así.

La selección mayor de México que nunca ha ganado nada, no puede empulgarse de vanidad y arrogancia por la masacre en el Rose Bowl. Eso, sería, un reprobable acto de encogimiento, de empequeñecimiento, de retroceso.

Por lo pronto, el grupo debe sentirse tranquilo. Tata Martino ha prometido hacer ajustes para encontrar el cuadro competitivo para momentos más relevantes. Las rotaciones son una pesadilla que pertenecen a otra pesadilla.

Ante Canadá, y en el resto de la Copa Oro, México debe ratificar eso: que sobrevive a las malditas bendiciones de un 7-0, así como a las benditas maldiciones de un 7-0. De las lecciones aprendidas ante Chile, a las lecciones por aprenderse después de Cuba.