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Tuca y Vucetich, en la escalinata del gallinero

LOS ÁNGELES -- Escribió el catalán Manuel Vázquez Montalbán: “La vida es como la escalera de un gallinero: corta y llena de mierda”.

Habituados a los podios y a las victorias y sus grandilocuencias, orfebres de páginas gloriosas en diferentes equipos, Víctor Manuel Vucetich y Ricardo Ferretti viven hoy bajo las penumbras de los cuestionamientos.

Hoy, ambos, el ex Rey Midas y el Tuca, están en la escalerilla del gallinero.

Los entrenadores de futbol entienden a Vázquez Montalbán (Futbol y Política, Editorial Base). Un domingo luminoso trepan por la escalinata de la inmortalidad. Un domingo lúgubre se encuentran estancados en los escalones del gallinero.

Dos de los entrenadores más ganadores de México. Ferretti con 17 trofeos, Vucetich con 14. De todo tipo, de Liga, de Concachampions, de Copa y hasta de torneos de pacotilla o copitas de kermés. Todas estas damiselas en metal, suman, aglomeradas, en las vitrinas de Wikipedia.

Sus equipos, hoy, entristecen. Inversiones millonarias y un sólido criterio empresarial detrás de ambos clubes, son argumentos implacables para el éxito. Y sin embargo...

Tigres y Chivas, con un mezquino empate sin goles, negociaron entrar reptando a esa fase humillante, pero esperanzadora, que es el Repechaje. La indigencia sólo tiene acceso a la Liguilla por la puerta de atrás.

En diciembre de 2020, apenas hace unos meses, este escenario de ambos clubes, hubiera parecido ridículo.

1.- Chivas había humillado en Cuartos de Final al América con tres goles de un extinto Chicote Calderón. La afición aguardaba expectante el 2021. Hoy sigue agazapada y trémula bajo la losa de la desconfianza.

2.- Tigres había sido subcampeón mundial de clubes, cierto, muriéndose de nada, ante un Bayern Munich que seguramente trasegó más en sus jornadas de compras en Catar. Algún alemán habrá querido llevarse como suvenir uno de esos tiernos gatitos de angora de Zuazua.

La realidad hoy es totalmente distinta. Sí, ambos equipos pasaron en unos cuantos meses de la escalinata de la ilusión a la escalerilla del gallinero.

1.- Chivas se reencontró con el América en la fase regular, y públicamente se arrodilló y ofreció disculpas por el atrevimiento de diciembre. Ha arañado puntos circunstanciales para serpentear hacia el Repechaje.

2.- ¿Tigres? Regresó de Catar un equipo castrado, fracturado, desconfiado. Sus dos voces de mando quedaron afónicas. Ricardo Ferretti grita e insulta tanto que ya nadie le escucha. El otro mariscal, André Pierre Gignac, resignado, vencido, ha claudicado. El francés desertó sin saber aún que ha desertado.

De repente, ¿los dos técnicos mexicanos en activo más galardonados han caducado? Súbitamente han sido confinados ahí, a la escalerilla del gallinero.

Dos tipos totalmente diferentes en su personalidad. Uno es la ira y la furia, el otro es la paciencia y la generosidad. Uno estaciona su Ferrari en zonas para personas con discapacidad, y el otro es un filántropo discreto en tareas sociales.

Sólo les une la forma de usar y abusar del futbol para sacar resultados. Estilos mezquinos. Se entendería de Vucetich: un futbolista cumplidor, bravo como medio de contención, pero, a pesar del puesto, incapaz de dar una mala patada. ¿Tuca? Un atacante feroz, espectacular, letal. Cuando en el Botafogo le dieron la camiseta 7 a los 17 años, se ilusionaron con él, por esa brutal pegada.

Ambos han perdido el control de sus equipos. Y precisamente por esos temperamentos tan distintos. Uno es abusado y el otro un abusador.

1.- Vucetich ha ensayado casi 30 alineaciones, modificando nombres y posiciones. Ha buscado el eslabón perdido en Olivas, en Flores, en Torres, y se ha sentido defraudado por Macías, Calderón, Beltrán, y un Mayorga que añoran en Pumas.

2.- Ferretti hizo el nudo de su propia corbata para el patíbulo. Le llevaron dos tipos útiles al ataque y los confinó como parte de su caprichoso ritual de autoritarismo. Nico López y Leo Fernández, codiciables por cualquier equipo de México y Sudamérica, esperaban una camiseta y un balón. Recibieron grilletes.

Y luego, por supuesto, vienen los jugadores. Cada uno es un enigma. Recelosos, siempre, crecen con la certeza de que el técnico es un mal padre, un pésimo maestro y un indeseable enemigo. La incertidumbre rebelde hacia la autoridad.

Por primera vez, Vucetich trabaja sólo con jugadores mexicanos y ha sufrido. El ex Rey Midas ya debe saberlo. El futbolista nacional no es el más fuerte, ni el más rápido, ni el más hábil, ni el más disciplinado, ni el más inteligente tácticamente, ni el más ágil, ni el más intenso, ni el más osado, pero con lo poco o mucho que tiene de todo eso, le alcanza para ser competitivo en cualquier escenario.

Y, tal vez, Vuce descubre brutalmente dos poderosos mensajes de entrenadores argentinos, de éxito uno con Chivas y otro con la selección mexicana.

1.- Matías Almeyda, el eterno añorado en Chivas, declaró en Argentina que trabajar con el jugador mexicano “obliga a pensar el triple, a explicar tres veces” lo que deben hacer. Tan doloroso como cierto.

2.- Ricardo La Volpe: “El jugador mexicano es un analfabeto táctico”. No se le educa para ver, leer, entender y solucionar el futbol mismo en un partido. Tiene una dependencia casi fetal de su entrenador.

Y tal vez eso, Vucetich no lo ha entendido. Por eso, su jugador más útil, al que las piernas se le sublevan ya, es Jesús Molina. Sabe leer los juegos, pero ya no le alcanzan los músculos para resolverlos.

En el caso de Ferretti, hay culpa en Tigres. Dejaron desarrollarse de manera incontrolable al pequeño dictadorcito, hasta llegar a manipular, mangonear y abusar de su directiva. Además, así como en Pumas, ninguneó las fuerzas básicas.

¿Es concebible que después de casi 15 años, en diferentes etapas en Tigres, no hubiera podido encontrar un solo talento, uno solo, de relevancia nacional, en una cantera natural como puede serlo el estado de Nuevo León? Con el poder financiero de Cemex, ¿no era posible crear campamentos para buscar talentos en México y hasta en Texas?

Hoy, Ferretti ya sabe que está fuera de Tigres. Vucetich presiente, inequívocamente, que sólo que llegue a la Final y sea campeón, podrá permanecer en Chivas. Otro espejismo en Liguilla, como aquel ante América, no alcanzaría.

Visto así, Ferretti y Vucetich no son totalmente culpables, aunque evidentemente responsables, de su presente incierto.

Por eso, hoy, miserable y dolorosamente, protagonizan esa reflexión de Manuel Vázquez Montalbán: “La vida (y el futbol), es como la escalera de un gallinero: corta y llena de mierda”.