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GGG vs. Canelo2: La contradicción del tatuaje y el sombrero

Gennady Golovkin y Saúl “Canelo” Álvarez ingresaron a los cuarenta y cinco días previos a la segunda pelea entre ambos bajo un ambiente social llamativamente sosegado. Tras el culebrón sin fin padecido en los últimos meses, debido al doble positivo de clembuterol en Canelo y la suspensión de la pelea en mayo, todos los actores parecen haber entendido las reglas no escritas del evento. “El negocio está primero y hay que protegerlo”, parece ser la primera premisa.

Es verdad que ese clima de paz, sin amenazas, sin acusaciones duras o insinuaciones hirientes, con los dos rivales concentrados en cumplir las obligaciones de sus campamentos le hace bien a la pulcritud que necesita un evento de esta dimensión. No obstante, es discutible hasta qué punto la falta de condimentos picantes favorecen a la expectativa.

Hemos notado una disminución notoria del entusiasmo, las redes sociales lucen aletargadas y el manejo de las reacciones no es diferente al de cualquiera de otras peleas de título que por estos días se cumplen en diferentes categorías.

Es difícil entender las razones, aunque se nota cierto hartazgo. Todo el escándalo del clembuterol ha tenido mucho que ver en la percepción negativa hacia Canelo. Ha faltado también exposición pública adecuada, en parte por causa de la salida de foco del boxeo debido a la atención que provocó el Mundial de Fútbol de Rusia.

Con la llegada de agosto, llega también la recta final y se espera que ese clima cambie. Seguramente los medios le darán más espacio a todo lo referente a la pelea. Mientras tanto y como abrebocas ¿que nos queda de esa previa para sorprendernos? De toda mi búsqueda de lo diferente solo encontré dos contradicciones que para muchos puedan sonar a despiste: el nuevo tatuaje de Canelo y la insistencia de GGG por su “mexican style”.

UN ASPIRANTE A MEXICANO SIN DIPLOMA

Antes de la primera pelea entre GGG y Saúl Álvarez, el 16 de septiembre de 2017, Julio Cesar Chávez le preguntó a Canelo si realmente creía que Golovkin tuviera el estilo mexicano. Ese día, Canelo sorprendió a todos respondiendo que “el estilo mexicano no existe, hay muchos estilos en el boxeo mexicano y si la gente cree que el estilo mexicano es ir y recibir, “creo que eso no caracteriza”, dijo.

Entonces, ¿el tuyo cuál es? , fue la pregunta inmediata. “Es el estilo mexicano, obviamente tengo un estilo mexicano”, respondió.

Esa respuesta, a su manera, fue una visión que puso en tela de juicio a buena parte de la historia boxística mexicana. Es que a lo largo de los años, han sido incontables los pugilistas “no mexicanos” que se auto identificaron boxísticamente como “mexicanos”. Algunos como el cubano José Angel “Mantequilla” Nápoles honraron a su patria adoptiva, otros se integraron desde adentro y no solo adoptaron estilo, también aprendieron su idioma, como el japonés Tomoki “El Mexicanito” Kameda. Hubo otros a lo largo del tiempo, que no llegaron a tanto pero por poco o por mucho se preocuparon en ser asociados con el boxeo azteca.

En ese grupo pueden ser citados Floyd Mayweather, Evgeny "El Ruso Mexicano" Gradovich o Ricky Hatton, entre otros. Gennady Golovkin es el último de esa larga lista y como los demás, el uso del sombrero charro es el símbolo que lo identifica.

Alrededor de esa identificación hay toda una leyenda asociada a su entrenador Abel Sánchez, aunque ese nacionalismo impostado ha sido parte del ruido promocional, precisamente, para contrarrestar la influencia mayúscula de Canelo en las peleas entre ambos y tomando en cuenta la mayoritaria afición mexicana que en Estados Unidos asiste al pugilismo profesional.

El asunto es que Golovkin y su equipo montaron toda una escenografía alrededor de esa supuesta cualidad mexicana que pasó de lo pintoresco a lo contradictorio. Empezando por la pelea que sustituyó a la fijada para el 5 de mayo entre Canelo y GGG. El combate en California ante el armenio Vanes Martirosyan fue denominada “Mexican Style 2”. Eso se suma a las veces, en el propio territorio mexicano incluso, en que GGG lució orgulloso el sombrero tradicional.

Necesariamente esos episodios revivieron aquellas declaraciones de Canelo sobre “el estilo mexicano no existe” y las colocaron en el debate previo a su segunda pelea. Si el kazajo representa o no el estilo verdadero de los guerreros aztecas es un tema de discusión interminable y sobre el cual nunca habrá un juicio unánime. Todas las posiciones son respetables, incluso la negativa de Canelo.

No obstante, ese tema del estilo pierde importancia ante la contradicción de que, quién insiste en proclamar su sentimiento boxístico mexicano, ni siquiera entiende el idioma que hablan los mexicanos. Necesariamente el despiste de GGG y de tantos otros auto-proclamados como “de estilo mexicano”, deberían, por lo menos, aprender a balbucear algo más que un “Viva México”.

UN TATUAJE PARA MEXICANOS BILINGÜES

Los tatuajes forman parte del componente visual y sentimental de grandes figuras del boxeo. Algunos llegaron al pugilismo con imágenes grabadas en el cuerpo y otros las incorporaron a su fisonomía deportiva con el tiempo. Miguel Ángel Cotto y Antonio Margarito son un buen ejemplo. Cuando pelearon por primera vez sus cuerpos lucían libres, cuando lo hicieron por segunda vez en ellos abundaban los tatuajes.

Los tatuajes reflejan arte corporal, sentimientos, mensajes de afecto, agradecimientos, conmemoraciones, compromisos religiosos, frases motivacionales o figuras enigmáticas que suelen colocarse simplemente para llamar la atención. En este caso, “la piel soporta todo”.

Saúl Canelo Álvarez también ha recurrido a ese componente visual para trasmitir mensajes corporales. Dado el grado de exposición que el tapatío ha tenido desde siempre, nunca esos tatuajes pasan desapercibidos.

Así ocurrió en 2017 cuando, previó a su primera pelea contra Gennady Golovkin, se tatuó “en números romanos” la fecha de su debut profesional XXIX-X-MMV, o sea, el 29 de octubre de 2005.

Un año después y nuevamente previo a una batalla contra GGG, el tapatío resolvió realizarse un nuevo tatuaje. Esta vez eligió un mensaje motivacional, de inspiración y rebeldía, seguramente dirigido a sus fanáticos, aunque escrito en idioma inglés.

La reacción de las redes sociales no se hizo esperar. El condimento que faltaba a sus detractores, se lo dio el tatuaje mexicano en el idioma de Shakespeare. ¿Hizo bien, hizo mal? Canelo tendrá sus razones, pero desde todo punto de vista ese mensaje no fue dirigido al público mexicano ¿Desea, quizás, conquistar al público estadounidense?

Le asiste razón, si esa es su intención. Pero al igual que Golovkin, hay una contradicción transformada en despiste. El idioma de Canelo es el español y ni ha mostrado aún fluidez o manejo del inglés. Ese tatuaje fue una invitación a la crítica. Y a falta de pan, buenas son las tortas.

La previa está tranquila, excepto por esos despistes. Que conste.