Como sabemos, nuestros músculos están compuestos por fibras lentas y fibras rápidas. Las lentas (también llamadas del tipo I) tienen la capacidad de permanecer mucho tiempo contrayéndose y relajándose, mientras que las rápidas (del tipo II) lo hacen con mucha fuerza y a gran velocidad, pero no pueden sostener esto por tanto tiempo.
A la hora de correr, según el tipo de competencias o de entrenamientos que hagas estarás utilizando más unas que otras. Pero atención, a no caer en la trampa. Si eres corredor de distancias largas también tendrás que trabajar las fibras rápidas, porque serán las que se harán cargo de la situación cuando las lentas estén agotadas.
Para esto es bueno incluir uno o dos entrenamientos de velocidad entre tus sesiones semanales. También los trabajos de fartlek o cambios de ritmo ayudan a potenciar tus diferentes tipos de fibras. Acostumbrar al cuerpo a cambios de ritmo y no estancarse en un solo tipo de entrenamiento es la clave para una mejora constante.
¿Sueles alternar tus entrenamientos con sesiones de velocidad?