Los runners amamos nuestras zapatillas de correr, y por lo tanto tenerlas siempre limpias y acondicionadas suele ser una preocupación en común. Pero cuidado, a veces algunas prácticas inadecuadas pueden llevar a estropearlas o hacer que duren menos tiempo.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el calzado debe estar siempre seco. Por eso, luego de cada entrenamiento, deja tus zapatillas en un lugar ventilado y a la sombra. No intentes acelerar el proceso con un secador de pelo, la secadora de ropa o directamente la luz solar, ya que el calor extremo puede provocar deformaciones o incluso que se despeguen algunas piezas unidas por termosellado. Tampoco olvides que las zapatillas mojadas o húmedas se deterioran más rápido, debido a que el sudor es un potencial corrosivo.
A la hora de limpiarlas, hazlo sin sumergirlas en agua ya que el proceso de refregar, secar y escurrir puede dañar la tela y el sistema de amortiguación. Opta por un paño húmedo para limpiar el upper por dentro y fuera. Usa un cepillo suave con jabón y agua en la suela y mediasuela. Las plantillas y los cordones pueden quitarse e ir sin problemas a la máquina lavarropas.
Por último, un buen consejos es que si tu economía lo permite, tengas siempre disponible más de un par de zapatillas. La ventaja de no ser fiel a un solo modelo es no tener que quedarse sin entrenar durante las 24 horas mínimas de descanso que requiere la zapatilla. En el caso de los calzados que utilizan goma EVA, es aconsejable que la mediasuela retorne a su tamaño original y recuperar así sus propiedades de amortiguación.
¿Cómo cuidas tus zapatillas?