Está más que claro que nadie quiere ni por asomo escuchar la palabra "lesión". Pero también es cierto que cuando entrenas y llevas tu cuerpo al límite, es normal que en algún período debas quedarte fuera de las pistas por ellas. Lo importante en estos casos es ser cautos, no desesperar, darle a la lesión la atención y el tiempo que necesitan, y sobre todo aprender de la experiencia para evitar repetirla en un futuro. De esa forma podrás seguir mejorando como runner y disfrutando de este deporte.
Lo primero que hay que hacer es saber diferenciar un simple dolor producto del cansancio por los entrenamientos, a una molestia que sea síntoma de una lesión. Y esto implica una cosa: escuchar todo el tiempo a tu cuerpo, conocerlo como nadie lo hace, parte por parte, estar atentos a cualquiera de estos síntomas y a su evolución. Y si con esto tienes al menos la sospecha de que hay una lesión en puerta, detén tus entrenamientos de inmediato. La gran mayoría de las lesiones del running se dan por sobre entrenamiento o repetición de un movimiento mecánicamente incorrecto, por lo que cada kilómetro que sigas haciendo empeorará la situación. Piensa en un automóvil con un problema simple como un neumático pinchado, falta de agua o de aceite. Algo que puede solucionarse de manera sencilla y rápida, pero que si en lugar de detenerte a hacerlo continúas con tu marcha, los problemas indefectiblemente pasarán a mayores. De la misma forma actúa nuestro organismo, así que nunca dejes de escuchar a tu cuerpo.
Ante síntomas como dolores en las articulaciones, tendones o músculos, especialmente cuando son asimétricos y se dan más en una pierna que en otra, consulta lo antes posible a un médico deportólogo. Un diagnóstico permitirá saber de qué se trata, y así atacar el molesto síntoma pero sobre todo la causa. A veces un cambio de calzado, una plantilla recetada, o simplemente una baja en el volumen de entrenamiento puede ser la solución.
¿Sufriste alguna vez de alguna lesión que te alejo de los entrenamientos?