Ayer hablamos de las características de las vitaminas liposolubles, y destacamos entre ellas a las del grupo A. Hoy hablaremos de sus pares, las del grupo D, también llamadas calciferoles. Las más renombradas son las vitaminas D2, de origen vegetal, y la D3, de origen animal. Ambas se forman a partir de sus correspondientes estados anteriores, por acción de los rayos de luz solar en nuestro cuerpo. En otras palabras, las vitaminas D pueden ser sintetizadas por nuestro propio organismo en la piel, mediante la exposición al sol, por ejemplo cuando entrenamos al aire libre.
La vitamina D es la responsable de regular el metabolismo del calcio y el fósforo y, por lo tanto, desempeña un rol clave en la formación de huesos y cartílagos. Una simple carencia de estos nutrientes durante la etapa de crecimiento de una persona puede desencadenar en una desmineralización ósea y en deformaciones, y también en el correcto desarrollo mental. Ya en la etapa adulta, la falta de vitamina D puede provocar osteomalacia, que es una falta de minerales en los huesos.
Con sólo 5 minutos diarios de luz solar, nuestro cuerpo podrá sintetizar la suficiente vitamina D que necesitamos, por lo que las exposiciones prolongadas no sólo que son peligrosas, sino además innecesarias en este aspecto. Recuerda que también es importante evitar las horas del mediodía, en donde los rayos ultravioleta suelen ser muy nocivos.
¿Recibes suficiente luz solar?