Un mito muy difundido entre los deportistas es que los ejercicios cortos e intensos no pueden quemar grasas, y que para eso sólo hay que hacer ejercicios aeróbicos, de baja intensidad y larga duración. Lo cierto es que esto es falso, aunque es necesario hacer alguna aclaraciones al respecto.
Concretamente ambos tipos de ejercicios queman grasas, pero no procedentes de los mismos sustratos energético. Sucede que los entrenamientos de alta intensidad metabolizan fundamentalmente glucosa, o mejor dicho el glucógeno acumulado en los músculos. Y en este caso los ácidos grasos intervienen, pero en un porcentaje muy pequeño.
Pero, por otro lado, ejercicios de alta intensidad como los multisaltos o trabajos de gimnasio producen tonicidad muscular en nuestro cuerpo. Y un músculo tonificado y fortalecido quema más combustible que uno que no lo está, inclusive cuando estamos en reposo, en los momentos en los que no entrenamos. Esta aceleración en nuestro metabolismo puede cambiar de manera considerable las reglas del juego y hará que tu cuerpo termine consumiendo más calorías, y con ello grasas, a lo largo del día.
En síntesis, si lo que buscas es controlar tu peso corporal la clave está en combinar ejercicios aeróbicos con otros de alta intensidad. Pero cuidado, tampoco abuses de ellos. Entrenamientos como las series de velocidad o las cuestas, requieren de un tiempo de recuperación más prolongados que los entrenamientos suaves como los rodajes de fondo, por lo que si se realizan a diario pueden devenir en lesiones. Por eso, siempre en tus rutinas sigue una planificación elaborada por un profesional.
¿Estás tratando de bajar o de subir de peso?