Las pruebas de esfuerzo nos permiten saber cuál es el nivel real de entrenamiento físico, para así entender cuál es el mejor plan de trabajo para acceder al objetivo buscado. Normalmente se realizan sobre una cinta trotadora, en la que se incrementa progresivamente la velocidad hasta que la resistencia del corredor llega al agotamiento.
El esfuerzo se controla con una máscara que mide continuamente el oxígeno y el anhídrido carbónico. Al corredor se le colocan además una serie de electrodos en diferentes partes del cuerpo para registrar así la actividad cardíaca. Mediante el intercambio de oxígeno y anhídrido carbónico que se miden directamente, más la combinación con el ritmo cardíaco, se determinan los diferentes umbrales. Estos valores numéricos se calculan en base a la medida del consumo de oxígeno que tiene cada persona, y en relación a ellos se determinan cuáles son los rangos de frecuencia cardíaca que puntualmente y de forma individual esa persona tiene para sus umbrales.
En este sentido, el aeróbico es el primer umbral, y marca los parámetros hasta los cuales el runner entrena aeróbicamente, es decir a los ritmos y frecuencias cardíacas en los cuales haremos los trabajos de fondo o rodajes. El segundo umbral es el anaeróbico, y marca el límite a partir del cual el esfuerzo es mayor, y son los ritmos a en los cuales entrenaremos las series de velocidad.
Por último, si vas a hacer un test de esfuerzo es recomendable llegar bien descansado, por lo que entrenar muy suave o bien no hacerlo en las 24 horas previas es una buena práctica que evitará errores en los resultados.
¿Alguna vez te realizaste este test?