Contrariamente a lo que muchos piensan, no corremos sólo con las piernas y pies. Cuando lo hacemos, todo nuestro cuerpo participa del gesto, y el tren superior hace un trabajo sumamente importante. De hecho, quienes utilizan incorrectamente sus brazos al correr, llevándolos casi inmóviles y colgando a ambos costados del cuerpo, pierden mucha de esa "ayuda extra". De modo inverso, al moverlos con un braceo rítmico y en la posición correcta, tus brazos ayudan a tus piernas para correr con menor esfuerzo. Para darte cuenta de esto bastará con hacer la prueba corriendo unos metros con los brazos pegados a lo largo del cuerpo, o puestos detrás tuyo en la espalda, y te darás cuenta rápidamente de la importancia que tiene.
En otras palabras, cuando se utilizan correctamente nuestros brazos dan la estabilidad necesaria para desplazarnos ya que producen un contra balance con las extremidades inferiores, de manera que podamos movernos más eficientemente.
En cuanto a la técnica, lo más importante es que los brazos vayan paralelos al cuerpo, a ambos costados, sin cruzarse por delante del pecho. Además, los codos no deben anteponerse a la línea imaginaria que cruza verticalmente por el centro de tu cuerpo (cabeza, hombros, cadera). Es decir, el braceo es siempre "hacia atrás", y nunca hacia adelante ya que de hacer esto tus piernas se extenderán de manera excesiva, lo que termina en una pisada con demasiada entrada en el talón, con mayor impacto en la pisada, la cual será ineficiente. En cuanto a los hombros, deben sentirse relajados. No contraigas los músculos de la espalda tratando de mantenerte muy recto o con los brazos lejos de tu cuerpo. Un braceo forzado pondrá estrés innecesario y gastarás más energía.
Por último, no te preocupes por el ritmo ya que a esto lo harás de forma inconsciente. A cada zancada dada con una pierna le corresponderá de forma involuntaria un movimiento del brazo contrario en el otro sentido. Por ejemplo, cuando tu pierna derecha se adelanta, tu brazo izquierdo se retrasa. Esto es un gesto que ni siquiera debemos pensar, ya que nos acompaña desde que dimos los primeros pasos al caminar cuando éramos niños.
¿Tenés en cuenta la posición de tus brazos cuando corres?